Breve fragmento del estudio de Filipenses relativo a la cuestión del diezmo: ¿Está vigente el diezmo?- … hay muchas iglesias, llamadas evangélicas, sobre todo involucradas en los movimientos carismáticos cuyos líderes enseñan a sus miembros que el diezmo esta vigente para los cristianos como mandamiento de obligado cumplimiento. En algunas de ellas, incluso obligan a sus miembros a presentar sus nóminas laborales para controlar la aportación que el sujeto debe hacer cada mes y a veces, domicilian en entidades bancarias el importe exigible para que se haga de forma automática. En otras, el donante forzoso tiene que meter su dinero en unos sobres convenientemente preparados en los que debe identificarse con su nombre y apellidos. También presumen de promover el evangelio de la gracia, pero por lo que se ve, un poco de ley en beneficio propio no es malo. Yo he presenciado penosas escenas de auténtica extorsión y manipulación de las gentes sencillas, de las que podría escribir un largo tratado. Para algunos el fin justifica los medios? En muchas iglesias locales se enseña a sus miembros que tienen la obligación de entregar puntualmente un diezmo de sus ingresos, bajo la pretensión de que la Biblia lo enseña y no hacerlo constituye el pecado de ?robar a Dios?. Por causa de esto vamos a dedicar un espacio al estudio de si el diezmo está vigente para el cristiano ó no. Ya hemos visto en diversas partes de nuestro estudio que la ley mosaica está abolida para todos los cristianos, pero mucho más para los gentiles, que nunca tuvieron ese yugo sobre si.
No vamos a volver a extendernos sobre anteriores argumentos. Todos aquellos antiguos preceptos que estaban puestos sobre el pueblo de Israel, y nunca sobre los gentiles, fueron clavados en la cruz y el cristiano, salvo por gracia entra en la ley de Cristo, la de la libertad (Gal. 5:1, 13; St. 1:25; 2:12; 1Pe. 2:16; 2ª Cor. 3:17). Libertad para actuar, cuyos límites son la responsabilidad delante de Dios y no ser motivo de tropiezo delante de los hombres (Rom. 14:10, 13 y 2ª Cor. 5:10), conscientes de que un día tendremos que dar cuenta ante el tribunal de Cristo de todo lo que hayamos hecho en nuestra vida terrenal. Una vez dicho esto, aclaro que no pretendo influir en ningún sentido sobre aquellos hermanos que conociendo su libertad, deciden voluntariamente y sin coacciones ni manipulaciones disponer como crean conveniente de sus ofrendas. Los asuntos de ofrendas, como de comer carne ó ser vegetariano, guardar un determinado día ó ninguno, no tienen ninguna norma ó mandamiento de obligatoriedad en el nuevo pacto. Son aspectos que pertenecen a la esfera de la conducta, relación y culto personal de cada cristiano y la forma de vivir su fe, conforme al grado de conocimiento y madurez que haya alcanzado.
Por tanto debemos respetar cualquier decisión voluntaria de los demás sin críticas ni exigencias, y permitir a cada uno actuar en el marco de su propia conciencia. El diezmo de Israel.- Leemos en el Antiguo Testamento que Israel tenía dos tipos de ofrendas, una obligatoria y reglamentada y otras voluntarias ó discrecionales que no estaban sujetas a ninguna regulación, ya fuese periódica ó cuantificable. La obligatoria era el diezmo. Las discrecionales eran otras donaciones al margen del diezmo. Ex. 35:29, 36:3, Lev. 22:23 y Deut. 16:10, hablan de esas ofrendas voluntarias para diversos fines que procedían de corazones libres y expontaneos. El diezmo de Israel era una ley y una obligación exigible. ¿Y por qué razón era exigible? Sencillamente porque era una compensación, una contraprestación, por ¿algo? que tampoco era voluntario, sino que había sido impuesto por Dios como obligatorio: Dios eligió a una tribu de entre las doce, la de Leví, para administrar el pacto, servir al pueblo y ocuparse exclusivamente de las cosas espirituales de la nación, y no lo hizo por un ofrecimiento voluntario de la tribu, sino por una designación soberana (Núm. 1:48-50; 3:12).
En virtud de esa inexcusable misión y servicio ellos recibirían los diezmos del pueblo, así como las ofrendas procedentes de los votos (Núm. 18), pero a cambio y en virtud de esa misma decisión Soberana la tribu de Leví quedó excluida del reparto de la tierra prometida (Núm. 18:20 y 21). Su parte de la tierra fue a engrosar las porciones de las demás tribus, quienes las trabajarían, explotarían y en justa compensación debían sostener a los levitas con sus diezmos.
Num. 18:26 afirma que los diezmos son la ¿compensación? por la heredad, la propiedad de la que fueron desposeídos, aunque con más precisión debemos decir excluidos (Deut. 18:1 y Num. 1:47). Y a su vez, los levitas ocupaban el sacerdocio y los demás oficios relacionados con el culto ?en exclusiva y en sustitución? del pueblo. Pero todo esto nada tiene que ver con la iglesia. Ya hemos tratado en varias ocasiones que el pacto con Israel era un pacto de descendencia y bendición terrenal como pueblo y linaje, prototípico en muchos aspectos, como un leccionario simbólico del nuevo pacto, pero sobre diferentes ámbitos y aplicaciones. En Heb. 7:12 dice que al cambiar el sacerdocio también se cambió la ley. En el nuevo pacto no hay sacerdotes por sustitución obligatoria, sino que todos que hemos aceptado libremente y por la fe el perdón otorgado por gracia, basado en el sacrificio de Jesucristo, somos sacerdotes (1Ped. 2:9), y todos debemos, no por obligación sino por gratitud y responsabilidad respectivamente que ofrecer a Dios nuestros sacrificios espirituales, para lo cual hemos sido dotados por el Espíritu Santo y facultados para acceder directamente y sin intermediarios a la misma presencia de Dios. Hay en este sacerdocio cristiano universal, como también hubo en el levítico, quienes sirven diligentemente y quienes lo hacen negligentemente (1ªCor. 4:1-2). Eso no convierte de ninguna manera a los diligentes en sacerdotes y a los negligentes en laicos. Así pues, si el sacerdocio tuviera que ser sostenido, todos tendríamos que percibir el salario, y de hecho todos lo recibiremos pero no de los hombres, sino del Dueño de la mies, que es nuestro Señor, el que nos ha llamado y nos ha nombrado para ser sus colaboradores, embajadores y apóstoles. Es el Señor quien se ocupa de los suyos. Es a El mismo a quien rogamos y al que debemos presentar, como ya hemos visto, nuestras peticiones y exponer nuestras necesidades.
El diezmo de Abraham y de Jacob.- Algunos de los defensores de la recaudación del diezmo exigible a los cristianos, buscando argumentos para defender su posición afirman que el diezmo no empezó en la ley mosaica porque Abraham pago diezmos a Melquisedec antes de que la ley fuese dada (Gen. 14:20; Heb. 7:2-12). Y que también Jacob determinó dedicar a Dios el diezmo de sus bienes (Gen. 28:22). Vamos a tratar ambos casos, porque conviene que este asunto quede claro: El relato de Génesis 14 es ciertamente ambiguo en detalles. Hay una guerra entre una confederación de cuatro reyes y otra de cinco reyes. Podríamos decir sirios contra palestinos.
La primera confederación, la siria, derrota a la segunda en una batalla que tuvo lugar en las inmediaciones de Sodoma, y se llevaron como botín, junto a las riquezas de los vencidos, a Lot y a su familia que habían acudido en apoyo de los sodomitas. Avisado Abraham, junta a sus servidores, y con la ayuda de otros amigos (y posiblemente los siervos de éstos), persigue a los sirios hasta cerca de Damasco donde consigue derrotarlos y recuperar el botín de guerra así como los cautivos, entre ellos a su sobrino. De regreso de la campaña, Abraham se encuentra con dos reyes, Melquisedec, rey de Salém (mas tarde Jerusalén) y Bera rey de Sodoma, y la situación aparece algo confusa, por lo que podemos acudir para nuestra ayuda al relato que hace el historiador Josefo (Antigüedades de los Judíos libro I, cap. X), que de alguna manera proporciona una exégesis del pensamiento rabínico de su época sobre este pasaje. Dice que Melquisedec abasteció generosamente al ejercito de Abraham dándole abundantes bendiciones. Y mientras se hallaban festejando la victoria- alabó a Dios por haber entregado en sus manos al enemigo. Abraham entonces le dio la décima parte del botín y él la aceptó? Al recibir jubiloso al victorioso Abraham, y por bendecirle en el nombre de Dios, el patriarca por su propia voluntad e iniciativa le hace partícipe del fruto de su victoria. Por su parte el rey de Sodoma dijo que se conformaba con que le devolviera las personas y que retuviese las cosas, pero Abraham no quiso y, una vez deducida la parte que correspondía a sus aliados, le dio al rey de Sodoma todo lo que le había pertenecido antes de la batalla. De esta historia podemos extraer algunas cosas.
Primero, que Abraham ni antes ni después nunca más dio diezmos a nadie.
Segundo, que entregó de los bienes de esta campaña concreta, no de los bienes obtenidos cotidianamente por su trabajo y hacienda.
Tercero, que lo hizo por propia iniciativa, no por precepto de Melquisedec, ni tampoco divino, sino que viendo que Melquisedec servía al mismo Dios y ofrecía sacrificios como sacerdote quiso participar en tales sacrificios, cumpliendo aunque en una forma ignorada por él, pero ciertamente profética, como un tipo del sacerdocio levítico, pues como dice Hebreos, a pesar de que Leví no había nacido, en el propio Abraham estaba su raíz ó simiente, y en su pacto, el pacto mosaico. Así pues, este diezmo aún en su parte más espiritualizada es solo asimilable al pacto mosaico, pero no a la iglesia. El caso de Jacob es más sencillo. Jacob tras la experiencia de Haram, hizo un voto personal condicionado, una promesa que tenía dos partes. Si Dios le guardaba en el viaje y llegaba con bien a su destino, él apartaría de sus bienes un diez por ciento para Dios. Esta es una forma típica de la carne y no del Espíritu, pero aun de todas formas este voto no representa más que otra decisión personal y libre. Este tipo de votos es igualmente típico del viejo pacto: la contraprestación. Los votos implicaban ofrendas materiales a cambio de que se nos otorgue alguna petición de bendición material cumplida. Pero en el nuevo pacto, el que está presidido por la gracia y el amor ágape, tales promesas están absolutamente fuera de lugar. Dios merece nuestra gratitud, adoración y alabanza no por los regalos materiales y bendiciones que hace a sus hijos, sino porque nos ha amado primero, cuando éramos enemigos, nos reconcilió y nos adoptó como hijos, y ese amor no se basa en contraprestaciones. Si creemos que alguien necesita algo de nosotros, debemos actuar y dar sin negociar con Dios nuestra caridad a cambio de un beneficio personal. De todas y volviendo al tema de Jacob, tampoco nadie sabe como se cumplió su parte del trato ni bajo que forma hizo llegar a Dios tales bienes prometidos ni durante cuánto tiempo, probablemente fuese mediante sacrificios cruentos en un altar. Las ofrendas en la iglesia cristiana.- En materia de ofrendas, la decisión personal es fundamental. La viuda dio todo lo que tenía en una ocasión al menos (Mr. 12:42-44). Zaqueo arrepentido destinó para los pobres el cincuenta por ciento de cuanto poseía, (Lc. 19:8). Pero los fariseos aunque daban escrupulosamente el diezmo para sostén de los sacerdotes y levitas (Mt. 23:33), eran avaros (Mt. 16:14), y luego no cumplían con la misericordia de ayudar a los necesitados, ni siquiera de su propia familia (Mt. 15:5). El diezmo obligatorio ha sido históricamente ajeno a las iglesias cristianas, solamente en el siglo VIII el emperador Carlomagno estableció sobre sus súbditos un impuesto del diez por ciento para el sostenimiento eclesiástico. Resumiendo, apartar un diezmo es tan bueno como destinar cualquier otra cantidad que uno voluntariamente determine, si lo que pretende es disciplinarse en forma regular de distribuir sus ofrendas y donaciones para atender como cristiano las necesidades relacionadas fundamentalmente con:
- 1.- Dar para Dios a través de atender las necesidades materiales de los hermanos en la fe (Gal. 6:10)
- 2.- Su parte en las obligaciones y gastos sociales de las iglesias locales, y
- 3.- La ayuda para ministerios con los que se sienta identificado y desee participar.
Y aquí he mencionado tres capítulos diferentes, para desarrollarlos más ampliamente en las próximas páginas. Ahora bien, no debemos olvidar que si uno convierte en ley su propio diezmo voluntario, es decir, si cuando ha apartado su diezmo, se le presenta una necesidad que debe asistir y pudiendo socorrer no lo hace en función de que ya dio el diezmo, esta adoptando la misma actitud que los fariseos, se ha convertido en un legalista. 1.- Dar para Dios.- De los tres apartados mencionados en el párrafo anterior, solo el primero puede ser llamado con criterio ?dar para Dios?, y para ello tenemos que aplicarlo en el contexto de las palabras de Jesús en Mt. 25:35-45.
En ellas, Jesucristo, que es Dios, enseñaba que atender en las necesidades a nuestros hermanos en la fe (dar de comer, beber, hospedar, vestir, visitar, etc.) por amor a su nombre equivale a que hiciésemos tales cosas a El mismo. Así dijo: en cuanto lo hicisteis á uno de estos mis hermanos pequeñitos, á mí lo hicisteis.
¿Y quienes son sus hermanos? Jesús también lo aclara: ?Todo aquel que hiciere la voluntad de mi Padre, ese es mi hermano?? (Mt. 12:50). ¿Y que es hacer la voluntad del Padre? Creer en el que ha enviado, Jn. 6:29. Así el objeto primordial de la misericordia y de la solidaridad cristiana empieza por la familia de la fe. Aquellos con los compartimos también la misma esperanza. La historia obra social de las iglesias cristianas en los siglos II y III fue impresionante. Tertuliano afirma que a finales del siglo II las iglesias solían tener un intendente ó responsable de la caja común a la que de forma voluntaria contribuían los fieles con libertad, que era quien hacía llegar a los fondos a los necesitados. Con ellos se sufragaba la sepultura de los pobres, el cuidado de los huérfanos sin recursos, de los ancianos, los enfermos ó los condenados por su fidelidad a la fe cristiana. Otra de las partidas más importantes se destinaba a liberar a los esclavos y a los presos rescatándolos por precio. A pesar de que nunca se pronunciaron los cristianos en contra del sistema de esclavitud bajo la forma de una crítica política ó social generalizada, sin embargo por la vía práctica se preocuparon por ayudar a mejorar sus condiciones de vida emancipando a cuantos pudieron. La Carta de Ignacio de Antioquia a Policarpo de Smirna alude a que muchos esclavos eran rescatados a cargo de la caja de la comunidad. Para este propósito se solían destinar también aportaciones privadas directamente sin pasar por la caja común.
En el año 250, la iglesia de Roma atendía de forma regular a más de 1500 pobres y la de Antioquia a finales del siglo IV a más de 3000. Durante las pestes, los cristianos también estaban en primera fila visitando y ayudando a las poblaciones con sus medios económicos, pero sobre todo con sus trabajos, lo que a muchos de ellos les costó la vida por contagio.También destacaba la hospitalidad, y como menciona Dionisio, obispo de Corinto en tiempos de Marco Aurelio, la comunidad de Roma atendía y hospedaba a los extranjeros y forasteros. Un gran medida del esfuerzo económico de la iglesia apostólica e inmediatamente post-apostólica estaba destinado como hemos dicho, a los pobres y necesitados, huérfanos, viudas, ancianos, enfermos y penados por causas judiciales, pero también para los transeúntes y extranjeros. Sin embargo no podemos olvidar que en la actualidad y en los países más desarrollados, los gobiernos han asumido tareas de asistencia social que en aquellos tiempos tenían que cubrirse desde la caja común de las iglesias apostólicas. En nuestros tiempos, a través de las leyes, todos los ciudadanos, sean cristianos ó no, tenemos la obligación de contribuir mediante impuestos para las atenciones sociales que antes solo se atendían con actuaciones de caridad. Así, pensiones de vejez, de viudedad, de orfandad, gastos sanitarios, medicinas, educación, desempleo, atención para desvalidos, enfermos crónicos, familias numerosas, etc. se atienden con cargo a contribuciones impositivas directas e indirectas de todos los ciudadanos, sean cristianos ó no. Esta contribución, así como los fondos que los países más desarrollados entregan a los menos desarrollados en formas de ayudas, bien por organismos oficiales ó por ONG?s, están saliendo también del bolsillo de los ciudadanos, y por lo tanto los cristianos también están otorgando ya su dinero para todos esos fines solidarios. Con todo, como eso no es más que una gota de agua en un océano de necesidades, y miles de millones de personas en el mundo carecen de lo más elemental.
Nuestras conciencias deben ser despertadas para llevar una mayor solidaridad y amor practico canalizado por organizaciones cristianas de honradez y seriedad contrastada, siendo generosos no de lo que nos sobra sino valorando, no por ley de diezmo ó cualquier otra obligación, por animo voluntario y generosidad que Dios nos ha permitido ser en muchas ocasiones unos privilegiados, para hacernos responsablemente sensibles a las necesidades de todo tipo que nuestros hermanos tienen en muchos lugares del mundo. Además es una oportunidad para la propia dicha espiritual porque más bienaventurado es dar que recibir. Sigue el tema con el siguiente indice: – Los gastos de convivencia social (la iglesia local) – las iglesias (los edificios de reunión de la iglesia) – El robo de iglesias. – El apoyo a ministerios cristianos. – Profesionales y famosos “campañeros” – El evangelio de la prosperidad. – Viajantes por toda la tierra. – Vivir por fe. – Pastores y obreros asalariados a tiempo completo (Que es tiempo completo?) – Los salarios y los conyuges de los obreros. – Negocios cristianos. Y antes del texto intercalado: La cooperación económica de los Filipenses con Pablo. La carga como apóstoles de Cristo Las ofrendas y colectas en la iglesia apostólica Mil y una treta para sacar dinero a los cristianos: El Purgatorio, las penitencias pecuniarias. La explotación económica de los servicios eclesiales. El diezmo obligatorio. Saludos Pablo Blanco.
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