miércoles, 27 de marzo de 2013

LA DECADENCIA HUMANA




                   Para un creyente cristiano, no puede pasar desapercibido de que la humanidad está viviendo tiempos realmente difíciles, es indudable que el hombre ha traspasado los límites para con el Creador y su ley. Los diez mandamientos fueron entregados en su momento a Moisés para que les sirvieran al pueblo elegido y por su intermedio a todos los hombres como el comienzo en su relación con Dios, a partir de ellos el ser humano debe desarrollarse como tal y alcanzar la promesa del Reino; estos solamente no se cumplen o se intentan cumplir, sino que su trasgresión ya no genera ni siquiera sentimientos de culpa, se ha perdido el concepto del pecado.
Citémoslos y que cada uno saque su conclusión respecto a lo expuesto:

1.     Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.
2.     No tomarás en falso el nombre del Señor tu Dios.
3.     Acuérdate de santificar el día del Señor.
4.     Honra a tu padre y a tu madre.
5.     No matarás.
6.     No cometerás adulterio.
7.     No robarás.
8.     No darás testimonio falso contra tu prójimo.
9.     No codiciarás la mujer de tu prójimo.
10. No codiciarás los bienes ajenos.

Cada uno de estos mandatos no se agota en la corta frase que lo enuncia, sino que debe ser ampliado en todo lo que le es concerniente así por ejemplo:
En el cuarto mandamiento debe entenderse:

§  Que Dios quiere que después que a El, honremos a nuestros padres y a los que El reviste de autoridad para nuestro bien.
§  La comunidad conyugal está establecida sobre la alianza y el consentimiento de los esposos. El matrimonio y la familia están ordenados al bien de los cónyuges, a la procreación y a la educación de los hijos.
§  La salvación de la persona y de la sociedad humana y cristiana está estrechamente ligada a la prosperidad de la comunidad conyugal y familiar.
§  Los hijos deben a sus padres respeto, gratitud, justa obediencia y ayuda.
§  Los padres son los primeros responsables de la educación de sus hijos en la fe, en la oración y en todas las virtudes. Tienen el deber de atender, en la medida de lo posible, las necesidades materiales y espirituales de sus hijos.
§  Los padres deben respetar y favorecer la vocación de sus hijos.
§  La autoridad pública está obligada a respetar los derechos fundamentales de la persona humana y las condiciones del ejercicio de su libertad.
§  El deber de los ciudadanos es cooperar con las autoridades civiles en la construcción de la sociedad en un espíritu de verdad, justicia, solidaridad y libertad.

En el quinto mandamiento debe entenderse:
§  Toda vida humana desde el momento de la concepción hasta la muerte es sagrada.
§  Causar la muerte a un ser humano es gravemente contrario a la dignidad e la persona y a la santidad del Creador.
§  La prohibición de causar la muerte no suprime el derecho de impedir que un injusto agresor cause daño. La legitima defensa es un deber grave para quien es responsable de la vida de otro o del bien común.
§  Desde su concepción, el niño tiene el derecho a la vida. El aborto directo, es decir buscado como un fin o como un medio, es una practica infame, gravemente contraria a la ley moral.
§  La eutanasia voluntaria cualesquiera que sean sus formas y sus motivos, constituye un homicidio.
§  El suicidio es gravemente contrario a la justicia, a la esperanza y a la caridad.
§  El escándalo constituye una falta grave cuando por acción u omisión se induce deliberadamente a otro a pecar.
§  La carrera armamentista es una plaga gravísima de la humanidad y perjudica a los pobres de modo intolerable.

En el séptimo mandamiento debe entenderse:
§  Que prescribe la práctica de la justicia y de la caridad en el uso de los bienes terrenos y de los frutos del trabajo de los hombres.
§  Los bienes de la creación están destinados a todo el género humano. El derecho a la propiedad privada no anula el derecho universal de los bienes.
§  Toda manera de tomar y de usar injustamente un bien ajeno es contraria a este mandamiento.
§  La corrupción y el peculado son contrarios a este mandamiento.

                   De la misma manera debe ampliarse el mandato de cada uno de ellos.
El comportamiento social e individual de los hombres se ha envilecido y relajado moralmente de tal manera que es dable esperar una acción correctiva de Dios, como lo hizo en el pasado. Es por ello que creo necesario exponer sobre el fin de los tiempos, tomando como base el libro del Apocalipsis y las profecías bíblicas y privadas sobre este evento que a mi juicio se avecina.
                  
                   Así como en el origen Dios respetó el libre albedrío del ser creado a su imagen, y le permitió pese al infi­nito amor que le tenía que se equivocara y lo ofendiera; así tam­bién a lo largo de su relación siguiente con el hombre, Dios respeta su libre albedrío para llevar adela­nte el plan de salvación. Esta es la manera en que debe­mos interpretar las intervenciones directas de Dios o las indirectas por medio de los profetas, a lo largo de la historia de la salvación. Es decir que todo el actuar de Dios en la historia humana, está condicionado a la respuesta del hombre o de los hombres a los cuales se dirige en un momento determinado.

                   El llamado a la Fe en Abraham, la misión encomendada a Moisés, el sí de María para la venida del Mesías, se concretaron porqué esos hombres y mujeres por decisión personal y libre aceptaron que se cumpliera la voluntad del Crea­dor. Es posible entonces pensar que hubo hombres antes de Abraham que fracasaron en la prueba de Fe, y hubo mujeres antes de María que negaron el sí para la encarnación del Hijo de Dios, no creo que Dios predestine compulsivamente a ninguna persona para una determinada tarea, sino que elige a aquellos que por sus condiciones pueden ejecutarlas y les pide, tácitamente o misteriosamente, que en uso de su libertad acepte o rechace su pedido.

                   De igual manera cuando los profetas anunciaron castigos para el pueblo elegido, siem­pre condicionaron su cumplimiento a un acto de arrepentimiento y de conversión sincera. Desde este punto de vista la acción de Dios en el mundo es condi­cional; así lo fue la destrucción de Sodoma y Gomorra, la que pudo evitarse de haberse encon­trado en ellas al menos diez justos (Gn. 18 16­,32). El cumpli­miento de las profe­cías por lo tanto está referi­do a la actitud que el hombre adopte y en lo referente al fin de los tiempos el momento de su cumplimiento es también  relativo, por tal motivo Cris­to mismo dice, que la hora y el día solamente son conocidos por el Padre.

                   A través de este escrito trataré de mostrar que tanto las profecías bíblicas, como las priva­das y las intervenciones marianas, están indican­do para nuestra época la ocurrencia de un suceso trascendental para la humanidad, como es la se­gunda venida de Cristo y el fin de los tiempos. Buscaré asimismo estable­cer que el hombre actual ya ha dado su respuesta, con lo cual solo resta observar el cum­plimiento inevitable del proyecto de Dios.

                   En los primeros tiempos de la Iglesia de Cristo, sus discípulos organizaban su vida en la espera del retorno inminente de su Señor y Maes­tro. Al transcurrir el tiempo y no verificarse la vuelta de Jesús, la Igle­sia comenzó a perder paulatina­mente el concepto del fin de la historia y a darle un sentido más permanente al mundo - en su sentido bíblico - y sus negocios. Actualmente son pocos los católicos que comprenden lo transi­torio del mundo y esperan la segunda venida de Cristo, punto culminante de la historia de la salvación.

                   Es evidente que ha invadido al cuerpo de la Iglesia, sin excluir a sus Pastores y Ministros, una clara tendencia a postergar lo más posible el fin de los tiempos, y así negar si no en la doc­trina en la practica, el regreso de Cris­to a este mundo y el consiguiente juicio final.
La pregunta que deberíamos hacernos todos los católicos en esta época es: ¿Debemos ocu­par­nos del fin de los tiempos?

                   La respuesta es obvia a poco que echemos una mirada a la realidad que nos rodea.
El racionalismo, el modernismo, el sincre­tismo, han invadido de tal forma el cuerpo social de la llamada "civilización cristiana", que La verdad enseñada por Nuestro Señor Jesucristo, cuyo fundamento es Dios, ha quedado relativizada por causa de un falso huma­nismo, que en el fondo solamente busca reemplazar a Dios por el hombre, la verdad hoy es un concepto relativo a cada hombre y así oímos hablar de mi verdad, de tu verdad; la verdad absoluta ya no existe.
La palabra más usada en la actualidad es: libertad, en su nombre todo debe ser aceptado, la tolerancia, la comprensión y el diálogo son los fundamentos que se invocan en reemplazo de la verdad.

                   La Iglesia Católica no ha podido sustraerse de ésta corriente que todo lo arrastra y podemos observar a muchos de sus Pastores sucumbir en la transmisión de la enseñanza de la verdad tal vez seducidos por las voces del mundo. Los dogmas, la tradición y aun las Sagradas Escrituras, son cuestionadas y puestas a juicio, como si La Igle­sia fuese la creadora y no lo que es realmente; depositaria de la verdad.

                   El cientificismo actual pretende imponer conceptos científicos a lo que está más allá de toda ciencia y siendo el relativismo uno de los pilares del avance de las ciencias, todo se relativiza incluso la relación del hombre con Dios su creador. Las verdades de Fe que tan claramente conocíamos en la catequesis pasada, han sido inmoladas en el altar del ecumenismo, la conducta social la establece el voluntarismo del hombre y no la ley de Dios.

                   La Democracia considerada por muchos como la forma más acabada de gobierno político, pretende ser impuesta como herramienta de decisión en cuestiones de fe, el Sumo Pontífice debería entonces acep­tar el sufragio de la mayoría de los Pastores para resolver diferencias teológicas; por ello la volun­tad de Dios, que dio a Pedro y en este a su sucesor, las llaves del Reino, puede cambiarse por la voluntad del hom­bre.
La Verdad que nos hace libre, según nos enseña Jesús, deja de ser absoluta y puede ser modifica­da por el libre albedrío del hombre con la única condición que contemple la opinión de la mayoría.

                   Jesús dijo "mi reino no es de este mundo", sin embargo las teologías de la evolución de la so­ciedad humana - Theilard De Chardin - y de la libe­ración, son claros exponentes de lo contra­rio, ambas por caminos distintos manifiestan el triun­fo del hombre por si mismo, una mediante el desa­rrollo so­cial evolutivo y por la revolución per­manente la otra. La teología de la liberación llevada al extremo transforma al creyente en un activista social, el cual puede y debe hacer alianza con cualquier ideología que sirva para el propósito de establecer el reino por el camino que conven­ga, incluso por la revolución violenta. La teología de la evolución ignorando al pecado, confía en la fuerza evoluti­va de la razón humana, para establecer el reino de Dios.

El racionalismo ha invadido el cuerpo de La Iglesia, todo debe ser encasillado dentro de los límites de la razón, hay que anular el misterio. La crítica racionalista de las Sagradas Escritu­ras no obtuvo su objetivo principal: la demostra­ción de que son solamente mito y leyenda, pero introdujo en el estudio de las mismas métodos que detrás de una fachada científica, han conseguido racionalizar la Biblia, incluso excluyendo la acción directa de Dios en sus escritos.

                   Los libros sagrados son analizados hasta en sus detalles mínimos en búsqueda de argumentos que permitan eliminar todo aquello consi­derado contrario al entendimiento humano. No se niega la existencia de los profetas, pero en la practica en muchos casos se anula la profecía al sugerirse en notas al pie de ediciones bíblicas, que el autor del libro profético relata solamente aconte­cimientos que han tenido lugar durante su vida; cuando el libro supera el lapso de la vida huma­na, se explica que ha sido escrito por varios autores contemporáneos a los hechos que relatan. Se acepta sin embargo que dichos relatos po­drían tener un sentido simbólico más am­plio, sobre acontecimientos lejanos en el tiempo, en particu­lar en las profecías que Jesús conside­ra cumpli­das en él, pero aquellas que claramente se refie­ren al fin de la histo­ria humana son en general dadas por cum­pli­das.
Parecería fuese un crimen aceptar que el Espíritu reveló a hombres comunes, acontecimientos que tendrían lugar lejos en el tiempo.

                   Algunos libros como: el Génesis o Jonás, son considerados lisa y llanamente leyendas, se le dice al creyen­te que las cosas no fueron así, pero tampoco se les dice como, lo cual los deja más confusos y perplejos que antes.
Si no existe el misterio, no se entiende entonces la relación que tiene Dios que es el mayor Misterio con el hom­bre, entonces el Dios tras­cen­den­te no es necesario, el hombre puede bastar­se a sí mismo; Dios puede o no existir ya no es impor­tan­te. El deísmo - que es la negación de la trascen­dencia de Dios - a triunfado y la consecuencia es clar­a, Dios ya no es el punto de referencia en las deci­siones del hombre, no interesa su volun­tad sino lo que conviene a sus intereses. Luego un legislador puede llamarse católi­co y votar favorablemente la ley de divorcio o la legaliza­ción del aborto.       

                   En el ámbito de lo profano la realidad no es muy diferente, un falso humanismo que ha hecho suyas virtudes fundamentalmente cristianas, como: la libertad, la igualdad y la fraternidad; ha creado entre los hombres un falso sentido de justicia que se manifiesta en el renunciamiento a la verdad absoluta y en la creación de seudo va­lo­res totalmente contrarios a la ley de Dios. En el afán de no parecer discriminatorios y/o secta­rios, los hombres aceptan como normales comporta­mientos totalmente contrarios a las ense­ñanzas de Dios. La homosexualidad por ejemplo ya no es un per­verso desvío del orden natural, sino el ejercicio del derecho del hombre de vivir su libertad.

                   Un mundo que se vanagloria de haber alcanza­do un desarrollo sin precedentes del conocimien­to, no logra pese a su capacidad de hacerlo, implementar la justicia en la relación entre los distintos pueblos y aun entre los distintos hom­bres de un mismo pueblo. La ciencia actual diri­gida rectamente al bien común, podría eliminar del mundo la miseria, el hambre y las desigualda­des, sin embargo es utilizada para el sometimien­to de los más débiles. Una minoría usufructúa del conocimiento abandonando a una gran mayoría de marginados, miles de niños mueren de hambre en un mundo donde sobran los alimentos, los ancianos son marginados y abandonados por sus propios hijos y existe un culto enfermizo de la juventud, en desmedro de la sabiduría que otorga la vida bien vivida.

                   Nunca antes el mundo ha sido gobernado por dirigentes tan mediocres, la sensación que asiste a muchos, es de que estamos dirigidos por inmadu­ros incapaces de encontrar soluciones a la problemática de ésta época. La corrupción, la menti­ra, el oportunismo y la violencia, son herramien­tas comunes de la gestión política. Los valores evan­gélicos que alguna vez impregnaron el occi­dente cristiano, sirven solo para ser citados con toda hipocresía por los gobernantes, como una burla al sufri­miento de tantos margina­dos.

                   El perverso orden económico mundial privilegia la economía por sobre las condiciones sociales de los pueblos, la obtención de ganancias en un juego inmoral en las diferentes bolsas de valores del mundo determinan las condiciones laborales e incluso la posibilidad de que una multitud de hombres y mujeres a lo largo y ancho del mundo dispongan de un trabajo que les permita vivir con dignidad a ellos y a sus hijos. La salud y la educación le son negadas a enormes multitudes proscriptas de acceder a las riquezas del mundo.
Si alguien piensa que los hombres que detentan el poder puedan y quieran cambiar esta realidad, en verdad le envidio el optimismo, yo no veo ninguna señal que me permita serlo y es por ello que estoy convencido que la humanidad cruzó los límites en su relación con Dios y solamente nos espera el cumplimiento de las últimas profecías.


 J D C

No hay comentarios:

Publicar un comentario