CONCEPTOS ERRADOS
5. El diezmo como impuesto
El punto de vista sobre este tema tiene su base en los
principios del Reino de Dios, sobre el fundamento de las
Sagradas Escrituras, tal y como lo entiende el autor,
haciéndose responsable único de aquellos aspectos en los cuales
haya otras interpretaciones; y va dirigido en primer lugar a
todos aquellos creyentes, nacidos de nuevo, y que forman
parte del Cuerpo de Cristo.
Estoy asombrado del énfasis desmedido que se pone en los
últimos años en
la predicación del diezmo, y lo que me deja estupefacto del
todo es la
terminología que se usa al hacerlo, la imposición legalista,
y la
obligatoriedad de practicarlo como panacea de la bendición
de Dios en el
campo económico. Como suele ser habitual en la naturaleza humana,
todo
lo que se impone por ley acaba siendo repelente y atrae un
rechazo a la
autoridad que lo ejecuta.
Se nos dice que el diezmo es anterior a la ley de Moisés,
porque Abraham
dio los diezmos a Melquisedec antes de ser formulada la ley
en el Sinaí, sin
embargo yo no veo que el padre de la fe llevara cada fin de
mes los
diezmos al sacerdote de Salem, sino que lo hizo una sola vez
como
respuesta a una situación concreta.
Para muchos acaba siendo una verdadera carga difícil de
llevar que les
oprime en lugar de dar al Señor con alegría, porque Dios ama
al dador
alegre. Esta realidad tampoco produce ningún beneficio en el
cumplidor del
diezmo porque se hace por imposición, no por fe y
convicción, y todo lo que
no proviene de fe es pecado (Romanos, 14:23).
Como en diferentes doctrinas “bíblicas”, tenemos dos
predicaciones distintas
sobre un mismo tema. Unos predican el diezmo como actual y
otros no
creen que sea una práctica para nosotros. Los primeros
tienen sus textos
favoritos para asentar sus tesis y los otros se centran en
otros versículos
para decir lo contrario. ¿Qué hacemos entonces? Como dijo el
apóstol:
“Examinadlo todo y retened lo bueno”.
Por mi parte me gustaría poder compartir algunas
meditaciones al respecto
y dejar a cada uno que viva y actúe por su propia convicción
de fe. En este
tema entran en juego componentes de gran sensibilidad porque
afectan a
un terreno delicado, donde hay piedras de tropiezo en ambos
extremos y
que tiene una gran trascendencia en la realidad
eclesiástica.
Algunas consideraciones iniciales
Oí hablar del diezmo al poco tiempo de convertirme, no en
una predicación,
sino en una conversación entre hermanos. Puse oído y como no
entendía
bien el término logré informarme por mi cuenta de qué trataba
aquello de
diezmar. Cuando supe que era aportar el diez por ciento de
todos mis
ingresos para la obra de Dios comencé a practicarlo con
verdadera pasión.
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A lo largo de todos estos años mi mujer y yo hemos dado el
diezmo, a
menudo con satisfacción y otras por simple rutina religiosa;
aunque debo
decir que no me he ajustado a todas las directrices
legalistas proclamadas
desde el púlpito, y he incluido cambios en nuestra forma de
hacerlo. Debo
decir también que después de muchos años de practicar el diezmo
no nos
hemos hecho ricos, nuestras necesidades básicas siempre han
estado
cubiertas, gracias a Dios, y vivimos sin grandes lujos, más
bien de forma
austera, trabajando los dos para sacar adelante a nuestra
familia con tres
hijos en edad escolar.
Desde hace algún tiempo comencé a inquietarme por esta
práctica en
cuanto a sembrar en terrenos equivocados, dadas las formas
de sistema
religioso que han tomado algunas iglesias locales, con
líderes dominantes
que aprovechan el control económico como uno de los pilares
de su
gobierno sobre la grey de Dios. He tenido que replantearme
este asunto,
meditar en ello, estudiar las Escrituras y confrontar mis
esquemas mentales
al respecto.
El diezmo y el sistema religioso
Imponer la obligatoriedad del diezmo viene a ser como un
impuesto
religioso necesario para mantener el sistema jerárquico que
predomina
actualmente en muchas iglesias.
A menudo se pide que los hermanos pongan el nombre en su
sobre de
diezmo, lo que proporciona un control farisaico sobre los
creyentes. De esta
forma el líder y pocos mas tienen información sensible que
pronto conduce
a la hipocresía, haciéndolo para ser visto y anotado en el
registro de la
iglesia como una categoría especial: los que dan el diezmo.
Este camino
conduce irremediablemente a un evangelio de obras.
La sutileza de pedir a los hermanos que pongan su nombre en
el sobre con
el fin de que el pastor pueda orar por ellos para que puedan
recibir la
bendición de Dios al hacerlo, no deja de ser una artimaña
que se aleja de la
vida de fe para levantar un mediador que canalice la
bendición de Dios.
Además no concuerda con la enseñanza de Jesús de que no sepa
tu mano
derecha lo que hace tu mano izquierda. Es una manera
infantil de tratar a
los creyentes.
Algunos de nuestros métodos para conseguir fondos son tan
vergonzosos
que están produciendo deshonra y rechazo al evangelio.
La presión y coacción sobre los creyentes para conseguir que
den el diezmo
tiene su base, generalmente, en el temor y la ansiedad por
las finanzas de
la iglesia. Actuar por temor lleva en si mismo castigo (1
Juan, 4:18), y se
pierde el resultado de dar con alegría y fe basada en el
amor y no el miedo.
En el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para
fe, como está
escrito: El justo por su fe vivirá (Romanos, 1:17). Si no
actuamos por fe no
podemos agradar a Dios (Hebreos, 11:6) y por ello no
recibiremos el
galardón.
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La gran pregunta
¿Debemos diezmar como se hacía bajo la ley o no? ¿El diezmo
es para hoy
o era solamente para los que vivían bajo la ley de Moisés?
Está claro que el diezmo pertenece a la ley, dado para
mantener a la tribu
de Leví que fue escogida para dedicarse al sacerdocio, y no
recibieron
herencia de la tierra. Si queremos levantar un sacerdocio
jerárquico al estilo
del Sinaí entonces necesitamos los diezmos.
Si decimos que el diezmo es anterior a la ley y por tanto
debemos aplicarlo
hoy, también debemos circuncidarnos porque la circuncisión
fue dada a
Abraham como señal de la promesa y por tanto antes de la
ley.
Cuando se usa el pasaje de Hebreos 7 y el sacerdocio de
Melquisedec como
argumento para apoyar la práctica del diezmo pensamos en lo
siguiente:
Ese diezmo fue dado una sola vez; el sacerdocio de
Melquisedec, figura de
Cristo como nuestro sumo sacerdote, pertenece a un nivel
celestial y no
terrenal, es un sacerdocio inmutable y no sometido a los
rituales y el
sistema centrado en el templo de Jerusalén. El sacerdocio
según el orden de
Aarón pertenece a un sistema de sacrificios repetitivos para
obtener el favor
y el perdón de Dios; mientras que el sacerdocio según el
orden de
Melquisedec, figura del sacerdocio inmutable de Cristo,
pertenece a un nivel
superior donde no hay necesidad de ofrecer sacrificios
continuos, sino que
con una sola ofrenda, hecha una vez y para siempre, quitó
los pecados.
La obra de Jesús nos libra del viejo sistema religioso
repetitivo por el que
nunca alcanzamos una conciencia limpia de obras muertas, su
sangre nos
limpia para siempre y nos introduce a una nueva dimensión de
comunión y
vida en el Espíritu de Dios.
Sin embargo, cuando se predica la obligatoriedad de dar el
diezmo como ley
nos adentramos en una parte del sistema religioso que nos
mantiene en la
repetición de obras para obtener la ayuda oportuna. Ese formato
pertenece
al viejo régimen de la letra y no al nuevo del Espíritu.
Ampliaremos mas
adelante todo esto.
Si enseñamos la práctica del diezmo como requisito para la
bendición de
Dios, hemos entrado en una dinámica de obras que no tiene
fin, porque si
cumplimos una parte de la ley y dejamos otras sin cumplir no
alcanzaremos
el favor de Dios.
10Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere
en un
punto, se hace culpable de todos. 11Porque el que dijo: No
cometerás
adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no
cometes
adulterio, pero matas, ya te has hecho trasgresor de la ley.
12Así
hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por
la ley
de la libertad. 13Porque juicio sin misericordia se hará con
aquel que
no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el
juicio
(Santiago, 2)
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Por ese camino anulamos la obra única y acabada de Cristo
para obtener la
redención, o mas bien regresamos a las obras de la ley para
ser
justificados, y el apóstol nos dice que “si lo que destruí
lo vuelvo a edificar,
trasgresor me hago” (Gálatas, 2:18).
Por otro lado resulta caprichoso escoger algunas obras de la
ley y dejar
otras. Hemos sido redimidos de la maldición de la ley
(Gálatas, 3:13), Jesús
se hizo maldición por nosotros para librarnos de la
condenación de la ley,
porque nos era imposible cumplirla en su totalidad. El
apóstol Pedro lo
expresó así:
Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la
cerviz de los
discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido
llevar? 11Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús
seremos
salvos, de igual modo que ellos (Hechos, 15)
Imponer el diezmo por ley deriva irremediablemente en
condenación,
“porque todos los que dependen de las obras de ley están
bajo maldición,
pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en
todas las
cosas escritas en el libro de la ley para hacerlas”
(Gálatas, 3:10).
Ahora bien, lo que venimos diciendo no significa que no
seamos generosos
o que eludamos nuestra responsabilidad con la iglesia local,
iremos viendo
esta parte más ampliamente a medida que avancemos en el
tema. Dios
ama al dador alegre, y el que siembra generosamente recibirá
una cosecha
generosa. No solo en dinero, sino en todo lo que compartimos
con los
demás: Tiempo, comprensión, amabilidad, etc.
Veamos los conceptos y argumentos que se suelen usar más a
menudo para
justificar el impuesto del diezmo.
Argumentos y conceptos clásicos sobre el diezmo
Vamos a ver algunos de los razonamientos que se hacen a la
hora de
enfatizar la imposición ineludible de dar el diezmo.
Traed todos los diezmos al alfolí. ¿Qué es el alfolí? En la
versión
evangélica que oímos a menudo en ciertos púlpitos se trata
de la iglesia
local donde nos congregamos; el pastor, que actúa como “sumo
sacerdote”
o levita, recibe los diezmos y los administra, en algunos
casos bajo la
supervisión de un consejo y en otros como bien le parece. La
mayoría de los
amados hermanos llevan su dinero confiados en el buen hacer
de los
líderes, creyendo que lo hacen para el Señor y olvidándose
de todo lo
demás. Han sido enseñados que esa parte de sus ingresos
pertenecen a
Dios, es “su impuesto” y como tal no tienen nada mas que
decir.
En algunas iglesias locales se hace cada año una reunión
informativa para
dar a conocer la economía y otros asuntos de carácter
administrativo.
Digamos que esta es una manera simple de interpretar la
palabra alfolí, es
una “exégesis” de andar por casa, de fácil comprensión en un
sistema
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religioso relacionado con un lugar, un pastor y una
congregación habituada
a la rutina eclesiástica. Sin embargo, “alfolí es un término
derivado del
árabe, con que nuestra Reina-Valera llama al hórreo o
granero, era el
reservorio para los diezmos, anejo al templo, y a cargo de
los levitas”
(comentario Bíblico de Matthew Henry). Lo cual pone de
manifiesto, una vez
más, que hemos asumido el sistema veterotestamentario como
parte del
evangelio de la gracia. Lo aplicamos literalmente en este
caso y nos
quedamos tan a gusto. Claro, parece encajar como un guante
en nuestros
propósitos de simplificar las cosas y hacerlas entender y
exigir como
bíblicas.
Si decimos que los diezmos pertenecen al Señor y debemos
traerlos al
alfolí, que es la iglesia donde nos congregamos, ¿dónde
queda el noventa
por ciento restantes? ¿A quién pertenece? Se deduce que con
el resto
hacemos lo que mejor nos parece, si somos generosos daremos
alguna
ofrenda extra para los pobres o cualquier otra necesidad,
pero eso ya es
voluntario y no contiene la carga de obligatoriedad que se
le aplica al
diezmo.
Esta forma de partir y trocear nuestras vidas no aparece en
la enseñanza
del apóstol Pablo. Se nos enseña que todo nuestro ser,
espíritu, alma y
cuerpo son de Dios, que hemos sido comprados por precio, que
no somos
nuestros, que si vivimos para el Señor vivimos y si morimos
para el Señor
morimos, así que vivamos o muramos del Señor somos. Se nos
enseña que
cuando venga el Espíritu Santo él nos guiará a toda verdad,
también a la de
saber cuando y donde debemos invertir nuestro dinero, pero
la ley de los
diezmos ya deja establecido este asunto y no hay lugar para
la dirección del
Espíritu de Dios, de tal forma que apagamos la voz de
nuestro interior
porque otra voz ha tomado su lugar.
Hay una canción que se canta en muchas iglesias, que es
realmente bonita
y pegadiza en su melodía y entonación pero que enseña a
fraccionar
nuestras vidas en su mensaje. Dice así:
Traemos hoy ante tu altar nuestras coronas
Queremos darte lo mejor de nuestras vidas,
Te entregaré mi amor entero, los sueños que logré alcanzar.
Te daré lo mejor de mi vida,
Te daré lo mejor cada día,
Será mucho más que una canción
Mi obediencia en mi mejor adoración
Traemos hoy ante tu altar nuestras coronas
Queremos darte lo mejor de nuestras vidas
Traemos sólo las primicias
Pues tú mereces lo mejor
Y yo me pregunto: Si traemos al Señor solo lo mejor ¿Qué
hacemos con el
resto de nosotros? ¿Dónde quedan nuestros pecados para ser
lavados en la
sangre del Cordero? Eso no lo podemos traer al Señor porque
es lo peor de
nosotros y entonces ¿A dónde lo llevamos? Si le damos al
Señor solo lo
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mejor ¿Dónde está la rendición incondicional de todo nuestro
ser para
ponerlo bajo el señorío de Cristo? De este tipo de mensajes
se deduce que
hay una parte de nosotros que queda fuera de nuestra
comunión con Dios,
es el lado oscuro, el desván de nuestro carácter, la
habitación que no
enseñamos a nadie porque es indecente y de mal gusto, osea,
hemos
entrado en la práctica de vivir de las apariencias, poner la
mejor cara en los
cultos, esforzarnos un poco, total son dos horas y poco mas,
para luego
vivir lejos de la realidad de estar unidos con Cristo en la
vida y en la
muerte. Todo un despropósito. Sin embargo nos gusta tanto la
música, la
entonación, el ritmo musical de la canción que no importa el
mensaje, lo
que importa es que nos conmueve, nos riza el cabello y eso
es suficiente
para la superficialidad de una vida cristiana mediocre,
parcial y de
apariencias.
Es un ejemplo de los muchos que tenemos a la hora de cantar
canciones
que forman una teología basada en el emocionalismo más que
en la verdad,
en conceptos del pacto de la ley más que en el evangelio de
la gracia. Esa
mezcla nos conduce a la confusión.
En conclusión diré que deducir que el alfolí es la iglesia
local es una
interpretación interesada para adaptarla a nuestro sistema
religioso. Ni
siquiera los judíos actualmente dan el diezmo puesto que
entienden que
destruido el templo de Jerusalén el diezmo carece de lugar
ya que no existe
el sistema sacerdotal centrado en los sacrificios, por ello
tienen otra forma
de recoger ofrendas en la sinagoga.
En todo caso, el templo de Dios lo forman los redimidos por
la sangre del
Cordero, no es un templo de piedra, ni es un alfolí de
ladrillos. Pero al hacer
énfasis en un lugar donde llevamos nuestros diezmos volvemos
a levantar
otro templo, es decir, el lugar de culto, por mucho que nos
esforcemos
luego en enseñar que la casa de Dios somos nosotros, una
casa espiritual y
un sacerdocio santo para ofrecer sacrificios espirituales
agradables a Dios.
Nuestra entrega a Dios tiene que ver también con la
economía, el dar con
generosidad, pero no por sistema sino con alegría porque
Dios ama al dador
alegre.
No dar el diezmo es robar a Dios. Esta frase lapidaria es una
de las
denuncias que aparecen en el libro de Malaquías, pero no es
la única,
especialmente dirigidas a la clase sacerdotal, aunque cuando
se mencionan
los diezmos se amplia el mensaje a la nación entera. Este
texto del profeta
Malaquías es el preferido de aquellos que quieren imponer el
diezmo con la
amenaza de quedar bajo maldición sino cumples con ello. Hace
algún
tiempo recibí una carta sobre este asunto, y quisiera
compartir contigo la
respuesta que envié a este hermano. Su nombre está omitido.
“Mi nombre es…, escribo desde Londres y deseo saber si las
maldiciones
que habla Malaquías por no diezmar en el antiguo testamento
están
vigentes para nuestros días, es decir, ¿si una persona no
diezma puede
entrar en maldición? Gracias por su ayuda. Bendiciones”.
Esta fue mi respuesta:
7
Apreciado hermano en la fe.
Si eso fuera así entonces toda la revelación de la justicia
de Dios por la fe,
es decir, la justificación en Cristo mediante la fe sería
anulada y el evangelio
que predicó el apóstol Pablo no era cierto. Está escrito que
"Cristo nos
redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros
maldición, para que la
bendición de Abraham nos alcanzase" (Gálatas, 3:13-14).
Por otro lado, si ponemos como base de la bendición la ley
de Moisés,
tendríamos un conflicto interminable, porque si diezmamos
pero no
guardamos el sábado o no somos circuncidados incurriríamos
en maldición
también. De lo contrario estaríamos haciendo diferencias
entre guardar
unas cosas y no otras.
Habría que preguntarse ¿por qué ese énfasis en cumplir con
los diezmos y
no con otros aspectos de la ley? La obligatoriedad de dar el
diezmo se ha
convertido hoy día en ley y por tanto, un requisito para
obtener la
aprobación de la iglesia institucional, osea, la
justificación por obras, osea,
otro evangelio. En los días del apóstol Pablo el conflicto
era sobre la
circuncisión, de tal forma que circuncidarse llegó a ser
vital para la
salvación. El apóstol de los gentiles luchó contra esa
deformación de la
verdad que le había sido revelada, y lo hizo con verdadera
pasión y
vehemencia, porque se daba cuenta que estaba en juego la
verdad que nos
hace libres y no esclavos de un sistema religioso.
En nuestros días la economía ocupa un papel preponderante,
las iglesias
viven desafíos tremendos para mantener los presupuestos
elevadísimos, en
algunos casos, de ahí la presión continua para que los
fieles, los creyentes,
cumplamos con la "obligatoriedad de dar el diezmo"
llegando a maldecir a
los que no lo dan, poniendo una carga pesada sobre muchos
amados
hermanos con débil conciencia. Pero el evangelio de la
gracia de Dios no es
poner cargas, sino liberar de las cargas a los oprimidos.
Ahora bien, si un hermano piensa que dar el diezmo es una
forma de
manifestar su fidelidad a Dios, que lo haga, no que lo
imponga, que lo haga
en fe, con alegría, no por obligación ni por las amenazas de
ser maldecido.
Si nuestra bendición tiene la base de dar o no dar el diezmo
¿para qué
murió Cristo? Efesios capitulo uno y versículo tres dice
claramente que Dios
ya nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los
lugares celestiales
en Cristo. Cuando ponemos las obras como base de nuestra
bendición
estamos operando bajo el fundamento de la ley, el antiguo
régimen, no
bajo el Nuevo Pacto del Espíritu.
Comprendo perfectamente y sé la presión que se ejerce en
muchos púlpitos
de nuestras iglesias occidentales presionando a los hermanos
en la
obligatoriedad de los diezmos, y también sé que muchos han
quedado
defraudados por ese énfasis desmedido. A libertad nos llamó
el Señor no a
servidumbre.
En resumen, usar el texto de Malaquías para amenazar con
maldiciones a
los que no dan el diezmo me parece una distorsión de la
verdad completa
que aparece en la totalidad de las Sagradas Escrituras. Sé
de muchas
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iglesias que no enseñan el diezmo y dan con alegría para la
obra de Dios y
no me consta que estén bajo maldición.
Aprovecho para enviarte un saludo cordial en Cristo
VIRGILIO ZABALLOS
La superstición del diezmo
Otro de los énfasis que se suele hacer a la hora de reclamar
el pago de los
diezmos es que así te colocas en el lugar donde Dios puede
bendecir tu vida
económica. Este mensaje es muy atractivo, aunque puede
llevar a muchos
a pensar en términos de echar a la lotería, o poner mesa a
la diosa fortuna.
Me explico. No cabe duda que todo lo que el hombre sembrare
eso también
segará, pero cuando ponemos como base de la provisión de
Dios el que
demos los diezmos estamos azuzando la superstición innata
del hombre
religioso, de esa forma con una mentalidad pragmática
deducimos que
merecemos el premio porque hemos hecho la obra de “echar el
boleto”. Una
vez mas ese camino nos conduce al evangelio de obras, donde
la práctica
del diezmo suplanta el fundamento de la redención como base
de la
bendición de Dios. La provisión de Dios es Cristo, y la obra
de expiación
hecha en el monte de Dios nos proveerá para todas nuestra
necesidades.
Y llamó Abraham el nombre de aquel lugar, Jehová proveerá.
Por
tanto se dice hoy: En el monte de Jehová será provisto
(Génesis, 22.14).
Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo,
que por
amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que
vosotros con su
pobreza fueseis enriquecidos. (2 Corintios, 8:9).
Para afianzar esta práctica damos lugar a testimonios en los
que algunas
personas cuentan como antes de dar el diezmo vivían en
pobreza, y desde
que comenzaron a darlo la economía les va de maravilla,
osea, les ha
tocado la lotería y de esa forma tenemos el mensaje para la
multitud de
oyentes de que practicar el diezmo es la clave para la
prosperidad.
Glorificamos las obras y nuestros ojos se van detrás de
ciertas prácticas en
lugar de poner la mirada en el Autor y consumador de nuestra
fe.
El mensaje en negativo dice que si no damos el diezmo Dios
nos castigará,
no seremos buenos cristianos, seremos creyentes de segunda
categoría y el
pastor no estará contento con nosotros, por lo tanto no
contaremos con su
apoyo. Además, estamos en serio peligro de perder nuestro
puesto de
trabajo y el diablo podrá zarandearnos como él quiera,
seremos derrotados
y con razón, así pues, le ponemos base a ser entregados en
manos de
Satanás por no cumplir con el requisito de los diezmos.
Esto puede resultar exagerado y alarmista pero es el
resultado de una
enseñanza que pone como fundamento de nuestra provisión las
obras de la
ley en lugar de levantar a Cristo como la Roca que nos
sostiene. El diezmo
viene a suplantar a Jesús como proveedor para todas nuestras
necesidades;
hemos inventado otro camino, levantamos un ídolo y decimos:
Estos son
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vuestros dioses que os sacaron de Egipto. Es el pecado de
Jeroboam, un
nuevo sistema religioso para no tener que pasar por
Jerusalén y llegar a la
cruz del Calvario donde nuestra expiación y redención ha
sido realizada.
El pecado de Jeroboam levanta otros lugares de culto,
inventa otros
sacrificios, y pone sacerdotes a su antojo, pero su origen
está fundado
sobre la soberbia del poder y el temor de perderlo, por ello
le dice al
pueblo: Estos son tus dioses que te sacaron de Egipto, no
hace falta ir a
Jerusalén, tenemos otros dos lugares mas cercanos, uno en
Be-tel y el otro
en Dan, allí podréis ir y conseguir el favor de Dios. De
esta forma
eliminamos la cruz de Cristo, el mensaje de la cruz se
diluye y se hace más
asequible al pueblo para que puedan creer y vivir
cómodamente, ser
prosperados en todo y nadar en la abundancia.
Este pecado y falsificación de la verdad tiene apariencia de
piedad,
apariencia de ser bíblico, y una vez que lo institucionalizamos
anula la
palabra original de Dios y se transmite de generación en
generación con la
fuerza de la tradición religiosa. Así ocurrió con el pecado
de Jeroboam que
se estableció en las siguientes generaciones como parte del
verdadero
culto, hasta que el juicio de Dios les alcanzó.
La imposición del diezmo ha venido a ser uno de los pilares
de ese nuevo
sistema eclesiástico, que es preciso enfatizar, para
mantener el edificio que
estamos levantando a mayor gloria del hombre.
¿Con esto quiero decir que los que dan el diezmo están
cometiendo el
pecado de Jeroboam?, no, no estoy diciendo eso, estoy
tratando de
discernir hacia donde nos conducen ciertas prácticas
elevadas a la categoría
de imposición legalista; además de decir que el fundamento
de nuestra fe y
provisión ya está puesto, el cual es Cristo, y si alguno
pone otro
fundamento la obra se quemará y no recibirá recompensa (1
Corintios, 3).
Algunos en su afán por imponer y asegurarse el cobro de los
diezmos llegan
a extremos verdaderamente sectarios, como es el caso de la
llamada iglesia
Universal del reino de Dios, y que enseña lo siguiente: “los
diezmos y las
ofrendas son tan sagrados, tan santos como la Palabra de
Dios. Los diezmos
significan fidelidad y las ofrendas el amor del siervo hacia
el Señor. No se
pueden disociar los diezmos y las ofrendas de la obra
redentora del Señor
Jesús; significan, en verdad, la sangre de los salvos en
favor de aquellos
que necesitan de la salvación”. Aquí tenemos un ejemplo más
de como se
pueden retorcer las Escrituras con el fin de conseguir
fondos para mantener
la idea de que se está predicando el evangelio.
Principios del Reino sobre la economía
Antes de considerar algunos de los principios sobre el tema
de la economía
en el Reino de Dios, que son comunes y aplicables a otros
temas, diré que
si quieres apartar el diezmo como una disciplina personal
para no caer en el
otro extremo, el de la escasez y la falta de generosidad a
la hora de
compartir con otros, hazlo, pero eso no te hace mas acepto
delante de Dios.
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Las disciplinas son buenas para no caer en la pereza y la
negligencia, el
apóstol Pablo dice que tienen a la verdad cierta reputación
de sabiduría en
culto voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo;
pero no tienen
valor alguno contra los apetitos de la carne, por tanto, ni
porque comamos,
o hagamos cualquier otra cosa, seremos mas aceptos ante
Dios, el que nos
justifica es Dios, en base a la obra perfecta y acabada de
Jesús en la cruz
del Calvario (Col.2:20-23) (1 Co.8:8)
Decir esto puede resultar arriesgado para quienes buscan la
ocasión de vivir
con una liberalidad extrema apoyándose en la gracia, pero es
el núcleo del
evangelio de Jesús. El evangelio puede ser deformado en un
extremo o en
el otro, pero Dios conoce a los que son suyos y que se
aparte de iniquidad
todo aquel que invoca el Nombre del Señor. Y tampoco se
trata de justificar
el legalismo con la idea de ayudar la condición humana
caída, porque en
Cristo somos nuevas criaturas y el poder de la resurrección
debe estar
actuando en quienes han resucitado con Cristo para buscar
las cosas de
arriba.
Bien, dicho esto, aunque comprendo que se puede ampliar
mucho más y
que pueden quedar cabos sin atar, para no alargarme
demasiado me
centraré en los principios básicos que rigen la obra de Dios
sobre la
economía en la vida de los redimidos por la sangre del
Cordero, los nacidos
de nuevo y que andan en novedad de vida.
La fe. Como está escrito: el justo por la fe vivirá. La fe
es una convicción
interior que nos guía a vivir de una manera determinada.
Todo lo que
hacemos como hijos de Dios tiene o debe tener este sello,
porque sin fe es
imposible agradar a Dios, es necesario creer que hay Dios y
que es
galardonador de los que le buscan.
La fe o convicción se nutre de la palabra viviente de Dios
poniendo en
nuestras conciencias la certeza de actuar de una manera o
dejar de hacerlo
de otra. Ese espíritu de fe nos ha sido dado por Dios, en
una medida
apropiada, para obrar por amor.
La fe nos puede mover a hacer inversiones económicas de
diversos tipos en
función del movimiento de nuestro corazón, porque la fe es
del corazón, no
de las necesidades apremiantes que se nos presentan en
muchos cultos y
programas de radio y televisión. Saber escoger correctamente
donde y
cuando debemos poner nuestro dinero es un arte que necesita
la dirección
del Espíritu de Dios.
Creo personalmente que a la práctica del diezmo se le puede
aplicar la
palabra del apóstol Pablo cuando dice: “¿Tienes tu fe? Tenla
para contigo
delante de Dios. Bienaventurado el que no se condena a si
mismo en lo que
aprueba. Pero el que duda sobre lo que come, es condenado,
porque no lo
hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado”
(Ro, 14:22.23). En
este caso tiene que ver con la comida, que también está
regulada por la ley
de Moisés. Alguien puede tener la convicción de no comer
ciertos alimentos,
aunque está escrito que el comer una cosa u otra no nos hace
mejores ni
peores, porque la oración santifica todos los alimentos. En
el caso del
diezmo algunos habituados hasta ahora a dar el diezmo pueden
mantener
11
esa convicción dentro de la esfera de su fe, si así lo
desean, no para
imponerla a los que han sido enseñados de otra forma, y su
fe se ha
desarrollado de distinta manera en el tema de la economía,
es un asunto
del corazón no de las apariencias, “tenla para contigo
delante de Dios” y no
juzgues o condenes al que tiene otra convicción.
Habrá otros que se sienten obligados por la imposición de su
pastor en esta
materia aunque no tengan la convicción, en ese caso deben
escoger si
obedecer la enseñanza del líder o someterse a su conciencia,
sabiendo que
todo lo que no procede de fe, de la convicción interior del
corazón, es
pecado. Algunos aprovecharán estos principios para
desarrollar una falta de
generosidad, de todos modos es mejor tener a los hermanos
contentos a la
hora de dar sus ofrendas que obligados por ley sobre lo que
no están
persuadidos. Resumo citando las palabras de Pablo en otro
dilema expuesto
en su carta a los corintios, “Con todo eso, si alguno quiere
ser contencioso,
nosotros no tenemos tal costumbre, ni las iglesias de Dios”.
El amor. “Todas vuestras cosas sean hechas con amor” (1
Co.16:14). “El
amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la
ley es el amor”
(Ro. 13:10). Si somos movidos por fe y amor no tendremos
dificultades
para comprender las necesidades que tiene una iglesia local
en el terreno
económico y seremos responsables al respecto. Es más
bienaventurado dar
que recibir; y compartir con otros de lo que tenemos es una
de las dichas
de la vida cristiana. Creo que la mayoría de los hermanos no
tienen
problemas con este asunto, las luchas se presentan cuando
desde el
liderazgo se ejerce presión, coacción, culpabilidad,
manipulación (incluso de
las Escrituras), juicio y condenación para asegurarse la
entrada de los
ingresos necesarios.
Otro conflicto es cuando se proyectan gastos elevadísimos
dirigidos
especialmente a programas en lugar de las necesidades reales
de las
personas. Se justifican los presupuestos con la idea de
anunciar el
evangelio, aunque en muchos casos se trata de manías de
grandeza y de
competencia con otras iglesias para ser más grandes, más
vistosos, tener
mayor reputación e influencia. Algunos predicadores estrella
de la televisión
atraen tanto protagonismo hacia ellos mismos que avergüenzan
a los
mismos creyentes y defraudan el evangelio de Jesús. Por no
hablar de las
ingentes cantidades de dinero que se invierten en la
construcción de
edificios suntuosos para competir con las catedrales de la
Edad Media.
Jesús dijo que no quedaría piedra sobre piedra, pero el amor
permanece
para siempre.
La vida en el Espíritu. Esta clase de vida no está regulada
por la ley sino
por la unión con Cristo. No se puede controlar sino que
depende del
movimiento de las aguas vivas en nuestro espíritu. Cuando
esta clase de
vida falla, se estanca y paraliza, entonces el sistema
religioso viene a
ocupar su lugar con sus normas, dogmas, disciplinas, hábitos
y tradiciones.
Una vez que ha ocupado su lugar ya no quiere desalojarlo,
sino
establecerse, y así tenemos la rutina religiosa como base
esencial de lo que
llamamos vida cristiana. El líder ejercerá de sumo sacerdote
y mediador,
además de ser la voz de la conciencia para determinar lo que
hay que hacer
en cada momento, lo que está bien y lo que está mal. De esta
forma hemos
12
anulado la vida del Espíritu de Dios y ha sido suplantada
por un sistema
eclesiástico que vuelve a decir: “Estos son vuestros dioses
que os sacaron
de Egipto”, hagamos fiesta, apoyemos nuestro programa y así
llegaremos a
la tierra de provisión.
Amados de Dios, nuestra inversión económica también depende
de andar
en el Espíritu, no de la rutina establecida. Debemos estar
despiertos
espiritualmente para saber donde y a quién debemos dar, ser
sensibles a la
voz de Dios en nuestro espíritu para sembrar en los campos
que nos indique
el Espíritu de Dios, y al hacerlo siempre será con
generosidad y alegría,
porque Dios ama al dador alegre.
Cuando nos movemos en el Espíritu en esta área no estamos
pensando en
el premio sino en la obediencia. El gozo no está en dar 1
euro o 100 euros,
sino en obedecer la voz de Dios en nuestros corazones. La
obediencia trae
bendición y gozo y más obediencia y más sensibilidad a
nuestro espíritu
para actuar en nuevas oportunidades para dar.
Cuando establecemos un límite en nuestras ofrendas o diezmos
nos costará
salir de esos parámetros y seguir al Espíritu. Nos acomodamos
al hábito y
perdemos la frescura de la vida de fe. No tengo nada en
contra de los
buenos hábitos, personalmente soy metódico y organizado, me
gusta
planificar las cosas, pero procuro dejar siempre la puerta
de la flexibilidad
abierta para estar atento al hombre interior, el del
corazón.
La generosidad. “El que siembra generosamente, generosamente
también
segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con
tristeza, ni por
necesidad, porque Dios ama al dador alegre. Y poderoso es
Dios para hacer
que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo
siempre en
todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena
obra”
(1 Co.9:6-8).
El corazón redimido por la abundante riqueza de Cristo y su
entrega como
substituto en la cruz del Calvario, ha recibido un impacto
tan fuerte de
generosidad y entrega que manifestará una buena dosis de esa
generosidad
hacia los demás.
La generosidad no es doblegarse a la manipulación emocional
para sacar
beneficio, muchos aprovechan el amor que se les supone a los
cristianos
para engañar y obtener dinero fácil. La generosidad va unida
al
discernimiento para no errar el blanco. Eso no excluye que
muchos de
nosotros en algún momento hayamos sido engañados por
personas que
parecían sinceras en sus peticiones y luego se demuestra que
eran unos
farsantes. En cualquier caso aprendemos con la práctica.
El señorío de Cristo. La vida cristiana es el resultado de
la invocación del
Nombre de Jesús sobre nuestras vidas, “todo aquel que
invocare el Nombre
del Señor será salvo”. Esa invocación nos coloca bajo el
dominio y el señorío
de Cristo, pasamos a ser suyos, su propiedad, somos un
espíritu con él, por
tanto, toda nuestra vida queda sujeta a él, hemos muerto con
Cristo,
sepultados y resucitados con él para andar en novedad de
vida. Ya no
13
somos nuestros, somos propiedad de Dios. No hay división, ni
áreas
diversas, todo nuestro ser le pertenece, espíritu, alma y
cuerpo.
Viviendo bajo su señorío somos mayordomos de lo que Dios nos
ha dado
para administrar, y se requiere de los administradores que
sean hallados
fieles. La economía es una parte mas de nuestra vida que
debe estar bajo la
dirección del Espíritu de Cristo, por ello no deberíamos
despilfarrar, ni ser
negligentes o deudores, sino sondear en nuestro espíritu
cual es la voluntad
de Dios en cada ocasión para hacer buen uso de los recursos
materiales.
Los que quieren enriquecerse. Uno de los indicativos de esta
generación
es el afán desmedido por el enriquecimiento, el
materialismo, el hedonismo,
la cultura del placer. Somos grandes consumidores de
recursos y para ello
necesitamos grandes cantidades de dinero, de ahí que vivamos
muy
preocupados y afanados por conseguir riquezas.
El tipo de iglesia más llamativa de nuestros días es la que
ofrece una
imagen ostentosa y rica, que está ocupada especialmente en
conseguir
grandes logros que sean vistos a larga distancia, “levantar
torres que
lleguen al cielo” y atraigan la mirada de la sociedad para
quedar hechizados
ante su grandeza y despliegue de poder. Es el estilo de la
iglesia de
Laodicea, rica, autosuficiente y orgullosa de sus logros
pero ante Dios ciega,
desventurada y desnuda.
El apóstol de los gentiles lo dijo así: “Los que quieren
enriquecerse caen en
tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que
hunden a los
hombres en destrucción y perdición” (1 Timote, 6:9). En
nuestros días
parece haber en ciertas iglesias una carrera desenfrenada
por el amor al
dinero ¿cómo se sabe esto? por la cantidad de tiempo que se
dedica a
predicar sobre prosperidad, diezmos, economía, programas
necesitados de
grandes exigencias monetarias de los creyentes, se alardea
de un nivel de
vida elevado como signo de la bendición de Dios.
El deseo por las riquezas pone lazos, nos atrapa en
pensamientos
codiciosos, nos hace necios y nos hunde en vidas
destructivas. La vida
familiar se desmorona, un elevadísimo número de los niños
que nacen son
hijos de fornicación, nacen fuera del ámbito familiar como
fruto de la
promiscuidad sexual, el aborto pretende frenar esos embarazos,
el divorcio
cuanto antes mejor, el adulterio se comprende en muchos
casos, pero el
afán por las riquezas supera cualquier otro esfuerzo en
nuestras vidas.
Queremos comprar el cariño de nuestros hijos con juguetes de
todo tipo
pero vivir lejos de su presencia.
Jesús nos enseñó a hacer tesoros en el cielo donde no llegan
los ladrones,
Y que el afán y la ansiedad por las necesidades materiales
es una práctica
relacionada con los gentiles que viven lejos del Reino.
Tristemente en
muchos casos nos dejamos arrastrar por la misma corriente de
esos
esquemas de vida.
Los pobres, huérfanos, viudas y extranjeros. La iglesia
primitiva tuvo
muy en cuenta las necesidades de los más desfavorecidos. Una
de las
primeras elecciones que llevaron a cabo no fue para dar un
título sino para
14
encargar un trabajo, el trabajo de ocuparse de las
necesidades de las
viudas. Escogieron a siete personas que estaban llenas del
Espíritu Santo,
de fe y sabiduría, tal era la capacitación que buscaron en
ellas para
encomendarles el trabajo social de atender la distribución
diaria de las
viudas, que habían quedado un tanto desatendidas por el
crecimiento y la
persecución de la iglesia (Hechos, 6).
Nosotros normalmente le ponemos un título a las personas y
luego les
pedimos que actúen en función del título, o el ministerio
(que ha venido a
ser un título) dado; pero en Hechos seis no aparece ni
siquiera el término
diácono, solo aparece como título del capítulo pero no
aparece en el texto,
curioso. Para nosotros son los siete diáconos, pero no se
les llama diáconos;
al hablar mas adelante de Felipe se le menciona como uno de
los siete,
nada mas. Es una curiosidad para reseñar la mentalidad
predominante que
hemos asumido por los nombramientos.
En los inicios de la iglesia primitiva se desarrolló una
comunión que incluía
compartir todas las cosas, eran de un corazón y un alma y
nadie alardeaba
de sus posesiones, sino que las ponían a disposición de la
comunidad, por
ello no había ningún necesitado porque se compartía según la
necesidad de
cada uno. Vendían sus propiedades y ponían el precio a los
pies de los
apóstoles.
32Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y
un alma;
y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que
tenían todas las cosas en común. 33Y con gran poder los
apóstoles
daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y
abundante
gracia era sobre todos ellos. 34Así que no había entre ellos
ningún
necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas,
las
vendían, y traían el precio de lo vendido, 35y lo ponían a
los pies de
los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad.
36Entonces José, a quien los apóstoles pusieron por
sobrenombre
Bernabé (que traducido es, Hijo de consolación), levita,
natural de
Chipre, 37como tenía una heredad, la vendió y trajo el
precio y lo puso
a los pies de los apóstoles (Hechos, 4).
Al respecto de estas experiencias de los amados hermanos del
primer siglo
quiero decir dos cosas. La primera es que curiosamente no se
trataba de
dar el diezmo, sino la totalidad de los ingresos obtenidos
por la venta de sus
propiedades. La segunda es que mas adelante parece que esta
forma de
“comunismo” no dio resultado porque la iglesia de Jerusalén
experimentó
una gran necesidad y fueron los hermanos de otros lugares
quienes les
socorrieron. Lo que quiero resaltar es que tenían una gran
sensibilidad por
las necesidades de las personas y no por los programas; la
comunión giraba
alrededor de las personas y sus múltiples necesidades. Se me
dirá que en
ese tiempo no había un Estado que se encargaba de la
seguridad social
como en nuestros días, a lo que respondo que precisamente
buena parte de
nuestro actual sistema social está basado en la influencia
que el
cristianismo ha tenido en la cultura occidental.
También tenemos en el Nuevo Testamento la constatación de la
gran
ofrenda que administraron Pablo y Bernabé para los hermanos
de Jerusalén.
15
27En aquellos días unos profetas descendieron de Jerusalén a
Antioquía. 28Y levantándose uno de ellos, llamado Agabo,
daba a
entender por el Espíritu, que vendría una gran hambre en
toda la
tierra habitada; la cual sucedió en tiempo de Claudio.
29Entonces los
discípulos, cada uno conforme a lo que tenía, determinaron
enviar
socorro a los hermanos que habitaban en Judea; 30lo cual en
efecto
hicieron, enviándolo a los ancianos por mano de Bernabé y de
Saulo
(Hechos, 11)
Mas ahora voy a Jerusalén para ministrar a los santos.
26Porque
Macedonia y Acaya tuvieron a bien hacer una ofrenda para los
pobres
que hay entre los santos que están en Jerusalén. 27Pues les
pareció
bueno, y son deudores a ellos; porque si los gentiles han
sido hechos
participantes de sus bienes espirituales, deben también
ellos
ministrarles de los materiales. 28Así que, cuando haya
concluido esto,
y les haya entregado este fruto, pasaré entre vosotros rumbo
a
España (Romanos,15)
Las necesidades de los pobres ocupan un porcentaje mínimo en
los
presupuestos de las iglesias de nuestros días. Hay
maravillosas excepciones
y ejemplos verdaderamente admirables de entrega y compasión
por los
desamparados, los cuales merecen toda nuestra admiración y
reconocimiento. Sin embargo, predomina la indiferencia por
la obra social, y
la economía de las iglesias queda engullida en proyectos de
otra índole.
Algunos de los ejemplos dignos de mención y que conozco en
parte son
REMAR, la fundación DCI y el trabajo de ENSIMISIÓN. La labor
que hace
Remar www.remar.org desde hace mas de veinte años en las
naciones
menos favorecidas, con sus sombras, que las tiene, y sus
luces que
alumbran en los lugares mas tenebrosos de la tierra, tienen
mi respeto y
admiración.
La fundación DCI, www.dci.org.uk es un trabajo silencioso
pero eficaz que
comenzaron los amados hermanos Les Norman y Pilar Remón en
los años
ochenta, y que se ha extendido a los países menos
desarrollados de la
tierra. Con pocos recursos han sido capaces de coordinar,
con colaboradores
nacionales, un esfuerzo por alimentar a los pobres,
canalizar mini créditos
para ayudar en trabajos que produzcan recursos de
auto-abastecimiento,
además de compartir gratuitamente los materiales para
levantar Escuelas
de Misión en lugares donde no hay posibilidades de acceder a
Institutos
Bíblicos, mediante una enseñanza práctica que está
obteniendo un éxito
increíble a través de Internet, y por supuesto El Diario
Misionero, una
herramienta para poner en contacto a muchos hermanos en
situaciones
muy precarias.
Por su parte EMSIMISIÓN www.emsimisión.org es un grupo de
médicos y
otros profesionales cristianos que ponen a disposición de
los pobres sus
recursos humanos y técnicos. Pagando sus propios gastos de
viaje realizan
trabajos de medicina, en Burquina Faso especialmente, uno de
los países
mas pobres del mundo, realizan operaciones quirúrgicas
gratuitas,
16
construyen pozos de agua para el mantenimiento de los
cultivos y les llevan
el evangelio de la gracia y el amor de Dios.
Gracias a Dios por estos amados hermanos y muchos otros que
con gran
sensibilidad y misericordia, agradecidos por la bondad
recibida en la
persona de Jesús, entregan sus propias vidas para mitigar un
poco el dolor
de los pobres, los huérfanos, las viudas y los extranjeros.
La gracia de Dios
sigue siendo administrada en su multiforme abundancia por
aquellos que la
recibieron del Dador de todas las cosas. A El sea toda la
gloria.
Algunas consideraciones finales.
Tetzel, el más famoso predicador de indulgencias en la Edad
Media,
pregonaba que en el mismo instante que sonaba la moneda en
el cofre el
alma salía del purgatorio. Las 95 tesis que Martín Lutero
clavó en la catedral
de Wittenberg, el 31 de Octubre de 1517, iban dirigidas
especialmente
contra el uso y abuso que se estaba llevando a cabo con la
recogida de
dinero, a través sobre todo de las indulgencias, para hacer
la capilla Sixtina
en Roma. Ese hecho se considera el inicio de la Reforma
Protestante.
Hoy, muchos de los pregoneros que usan los medios de
comunicación para
reclamar dinero a espuertas no están muy lejos de aquel
mensaje medieval.
Se ofrecen oraciones por tus ofrendas, te garantizan todo
tipo de para
bienes económicos por tu ofrenda generosa, se dice que tu
fidelidad al
diezmo hará de ti un cristiano feliz y próspero, osea, la
ley de la oferta y la
demanda, una forma mas de mercantilismo al mas puro estilo
babilónico.
Sí, no nos escandalicemos, la característica básica de la
gran ramera en
Apocalipsis es que ha enriquecido a muchos con sus
mercaderías, lee el
capítulo 18 de Revelación y lo verás.
Algunos medios de comunicación, especialmente la llamada
televisión
cristiana, se han convertido en verdaderas pirañas de la
economía, devoran
y vuelven a devorar los recursos de muchos hermanos en
nombre del
evangelio, pero los frutos no son los deseados. Como en
todas las cosas hay
excepciones, honrosas, dignas de elogio, gracias a Dios por
ellas.
El apóstol Pablo dice que no son los hijos quienes deben
atesorar (proveer)
para los padres, sino los padres para los hijos, y mostró el
ejemplo diciendo
que “ni plata ni oro ni vestido de nadie he codiciado.
34Antes vosotros sabéis
que para lo que me ha sido necesario a mí y a los que están
conmigo, estas
manos me han servido. 35En todo os he enseñado que,
trabajando así, se
debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del
Señor Jesús, que
dijo: Más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos, 20).
Hoy muchos se auto-titulan apóstoles pero ignoran esta parte
del
apostolado. Hay demasiadas personas dispuestas a vivir del
evangelio como
recurso a una vida fácil; reclamar el pago de los diezmos
parece ser una
manera cómoda de establecer una forma de vida que excluye el
aprendizaje
de un oficio para cubrir las necesidades familiares. En
muchos casos los
verdaderos llamados del Señor pasan todo tipo de privaciones
porque no
hay recursos para ellos, como no exigen ni coaccionan, no
reciben. En esto
17
el dicho es cierto: “El que no llora…”. Aunque sus
peticiones van dirigidas al
trono de la gracia para recibir la ayuda oportuna.
En la iglesia primitiva no se hacía ese énfasis en los
diezmos. Hubo una
ocasión inmejorable para haber zanjado la cuestión de una
vez, fue en el
Concilio de Jerusalén y que se narra en Hechos 15. Cuando
llegaron a las
conclusiones, después de múltiples intervenciones,
determinaron escribir
una carta a los hermanos de las iglesias gentiles en estos
términos:
“Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que
se
convierten a Dios, 20sino que se les escriba que se aparten
de las
contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y
de
sangre. 21Porque Moisés desde tiempos antiguos tiene en cada
ciudad
quien lo predique en las sinagogas, donde es leído cada día
de
reposo. 22Entonces pareció bien a los apóstoles y a los
ancianos, con
toda la iglesia, elegir de entre ellos varones y enviarlos a
Antioquía
con Pablo y Bernabé: a Judas que tenía por sobrenombre
Barsabás, y
a Silas, varones principales entre los hermanos; 23y
escribir por
conducto de ellos: Los apóstoles y los ancianos y los
hermanos, a los
hermanos de entre los gentiles que están en Antioquía, en
Siria y en
Cilicia, salud. 24Por cuanto hemos oído que algunos que han
salido de
nosotros, a los cuales no dimos orden, os han inquietado con
palabras, perturbando vuestras almas, mandando circuncidaros
y
guardar la ley, 25nos ha parecido bien, habiendo llegado a
un acuerdo,
elegir varones y enviarlos a vosotros con nuestros amados
Bernabé y
Pablo, 26hombres que han expuesto su vida por el nombre de
nuestro
Señor Jesucristo. 27Así que enviamos a Judas y a Silas, los
cuales
también de palabra os harán saber lo mismo. 28Porque ha
parecido
bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna
carga
más que estas cosas necesarias: 29que os abstengáis de lo
sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de
fornicación; de las
cuales cosas si os guardareis, bien haréis. Pasadlo bien”
(Hch. 15).
¡Que curioso! Ninguna referencia a la obligatoriedad de
imponer el diezmo.
Cuando Jesús censura en Mateo, 23:23 la actitud de los
fariseos que
diezman la menta, el eneldo y el comino, olvidándose lo más
importante de
la ley: la justicia, la misericordia, y la fe, y luego dice,
“esto era necesario
hacer, sin dejar de hacer aquello”, lo hace en el contexto
de la ley de
Moisés, se dirige a judíos que viven bajo el régimen viejo
de la letra. Y no
hay mas textos en el Nuevo Testamento para apoyar la
doctrina de los
diezmos, excepto en Hebreos 7 que ya hemos comentado.
Con este trasfondo, me pregunto ¿por qué ha venido a ser la
predicación de
imponer el diezmo uno de los pilares esenciales del mensaje
que se
predica? La respuesta que me doy a mismo es que hemos vuelto
a levantar,
en buena medida, el antiguo edificio religioso, el legalismo
rancio, el viejo
régimen de la letra, y para sostenerlo necesitamos la
obligatoriedad del
impuesto religioso.
Ese mismo sistema eclesiástico se revuelve contra los que
piensa que lo
amenazan y busca la manera de “matarlos”. Así ocurrió con
Jesús. Una de
18
las acusaciones que permitió llevarlo a la cruz fue que
destruiría el viejo
templo y levantaría uno nuevo en tres días, aunque el
hablaba del templo
de su cuerpo. Así está escrito:
Y los principales sacerdotes y los ancianos y todo el
concilio,
buscaban falso testimonio contra Jesús, para entregarle a la
muerte,
60y no lo hallaron, aunque muchos testigos falsos se
presentaban.
Pero al fin vinieron dos testigos falsos, 61que dijeron:
Este dijo: Puedo
derribar el templo de Dios, y en tres días reedificarlo...
65Entonces el
sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: ¡Ha
blasfemado!
¿Qué más necesidad tenemos de testigos? He aquí, ahora mismo
habéis oído su blasfemia. 66¿Qué os parece? Y respondiendo
ellos,
dijeron: ¡Es reo de muerte! (Mateo, 26).
Tengamos cuidado no sea que creyendo edificar la iglesia de
Dios estemos
levantando un edificio espurio, como tantos lugares altos
que se levantaron
en la antigüedad.
Para finalizar, y con la intención de que no haya equívocos
en cuanto a mi
posición en este tema, diré que estoy en contra de imponer
el diezmo como
si fuera un impuesto obligado por ley para los creyentes,
pero estoy a favor
de apoyar en todos los sentidos a aquellos amados hermanos
que hacen
una buena labor de edificación del pueblo de Dios, y de
tenerlos en alta
estima por causa de la obra que realizan.
Estoy en contra de la presión y la coacción para presionar a
los hermanos
con cargas pesadas de llevar, pero estoy a favor de la
generosidad con los
que padecen necesidad.
Estoy en contra de imperios económicos eclesiásticos que
enriquecen a unos
pocos esquilmando a la grey de Dios, pero estoy a favor de
invertir
generosamente en la extensión del Reino a todas las naciones
a través de
hombres y mujeres íntegros, de fe y amor por los perdidos.
Si tu tienes la práctica de dar el diezmo sigue haciéndolo,
pero sitúalo en
sus justos términos, no es una demanda para conseguir el
favor y la
aceptación de Dios, tal vez será una forma de disciplina en
tu dar, pero
recuerda que todo tu ser y todo lo que tienes es propiedad
de Dios. Sigue al
Espíritu y se abierto para saber cuándo, donde y cuánto
debes sembrar con
libertad.
Creo en pedir a Dios para todas nuestras necesidades, y que
El suple de
múltiples maneras todo lo que nos falta en cada momento para
llevar a
cabo la misión que nos ha encomendado.
Tuyo en Cristo
VIRGILIO ZABALLOS
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