jueves, 10 de mayo de 2012

¡No hay disfraz que alcance! Qué vergüenza:


¡No hay disfraz que alcance!
Qué vergüenza:

La abundancia de versículos, las oraciones piadosas y la aparente unción de lo Alto no logran esconder el verdadero espíritu que mueve a muchos líderes: la avaricia
¡No hay disfraz que alcance!
Existe una tendencia en los religiosos a vivir profundas contradicciones éticas en su vida. Por ejemplo, en el caso de los fariseos, amaban la ley pero olvidaban la misericordia. Judas se opuso al desperdicio de un perfume de alto precio; él, sin embargo, fue un ladrón. El joven rico conocía la ley, pero era demasiado avaro como para permitir que Jesús se sentara en el trono de su corazón. Por ello, el apóstol Pablo exhortaba a no enseñar lo que no se es capaz de vivir. Sin embargo, hoy, mayormente en el liderazgo, se sigue repitiendo la misma historia, pero ahora en torno al dinero. A este afán la teóloga Ruth Padilla ha llamado el evangelio de la avaricia. 
Sé lo que es vivir en la pobreza, y lo que es vivir en la abundancia. He aprendido a vivir en todas y cada una de las circunstancias, tanto a quedar saciado como a pasar hambre, a tener de sobra como a sufrir escasez. Filipenses 4:12


Conocemos de primera mano los siguientes versículos bíblicos: 
No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido destruyen, y donde los ladrones se meten a robar. Más bien, acumulen para sí tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los ladrones se meten a robar. Mateo 6.19–20
Manténganse libres del amor al dinero, y conténtense con lo que tienen, porque Dios ha dicho: No te dejaré ni te desampararé. Hebreos 13:5
Sé lo que es vivir en la pobreza, y lo que es vivir en la abundancia. He aprendido a vivir en todas y cada una de las circunstancias, tanto a quedar saciado como a pasar hambre, a tener de sobra como a sufrir escasez. Filipenses 4:12
Muy a pesar de tanta claridad bíblica en torno a las finanzas, se ha instalado en el corazón de algunos líderes un amor tan fuerte por el dinero que dan una imagen equivocada del reino de los cielos. Lo grave es que carecen de respaldo bíblico, pues acomodan la Escritura a su conveniencia para que, por unos cuantos dólares, puedan «abrir ventanas de prosperidad», maldecir a los pobres, enviar al infierno a los que no pueden dar, repartir sanidades y milagros a cambio de dinero, cancelar por completo las deudas o efectuar pactos semanales. Todas estas no dejan de ser «soluciones de varita mágica». 
No ofrecen ninguna enseñanza que exhorte a la gente al compromiso de seguir a Cristo, a la santidad de carácter y a la obediencia a Dios. Solo exponen la evidencia de ser guiados por su engañoso corazón, el cual ha olvidado por completo que aquel que aspira a ser líder de la Iglesia de Jesucristo, entre otras normas, no debe ser amigo del dinero (1Timoteo 3:3), ya que, «por codiciarlo, algunos se extraviaron de la fe y se han causado muchísimos sinsabores» (1 Timoteo 6:10). 
Bíblicamente no existe argumento alguno a favor de tan graves declaraciones. Y en nada coincide con el mensaje y la persona del Jesús de la Biblia, nuestro modelo perfecto.
Es bueno buscar el equilibrio en torno a este tema tan manipulado. Por ello, quisiera sentar algunas bases pertinentes a este respecto. 
Creo que...
•     diezmar y ofrendar son acciones resultantes de la madurez de un cristiano.
•     Dios bendice, según su voluntad, a aquel que da de manera secreta, voluntaria y alegre.
•     existe un solo motivo legítimo para dar: el amor (1Corintions 13).
•     para el crecimiento del reino de los cielos, Dios utiliza a los miembros de su Iglesia de manera integral, con el aporte de su tiempo, bienes materiales y talentos (1Corintions 4:2).
•     la prosperidad integral supera al concepto del materialismo.
•     la mala administración produce tanto daño como la doctrina de la avaricia o la súper prosperidad.
•   la palabra prosperidad se ha satanizado, a pesar de que el concepto de prosperidad es bíblico, relevante e integral. Lo que debemos señalar es que la doctrina de la avaricia sí es pecado. Prosperidad y avaricia son dos conceptos enteramente diferentes. 
Misión en riesgo
El que ha recibido el llamado a ser pastor o guiar de alguna manera, también ha recibido la misión de enseñar y predicar todo el consejo de la Palabra de Dios. El énfasis desmedido en motivar al pueblo a que dé dinero lo deja en estado de desfallecimiento por la carencia de la Palabra. Ese notable desequilibrio en algunos expone su deseo de lucrar con el evangelio, otra moda más que resulta muy conveniente para quienes la siguen. Ya bien lo declaró Jeremías: «Los profetas profieren mentiras, los sacerdotes gobiernan a su antojo, ¡y mi pueblo tan campante! Pero, ¿qué van a hacer ustedes cuando todo haya terminado?» (5.31 NVI) La versión de Reina y Valera traduce: «¡Y mi pueblo así lo quiere!»
Lucrar con la desgracia ajena
Existen dos situaciones que generan altos niveles de angustia, por las que la gente se vuelve muy vulnerable: deudas y enfermedad. A ellas apelan en las campañas y les resulta muy eficaz. La gente es capaz de cometer cualquier acción con tal de salir de las deudas que los asfixian o de estar sanos. Y es precisamente a estos dos blancos a las que apuntan las ofertas de mercado: ¡Sanidad y libertad de deudas por US$30, US$40 ó US$100 dólares. 
Escuché a un predicador animar, en una campaña de recolección de ofrendas en Houston, Texas: «Solo escriba cinco peticiones en un papel y envíe US$100». ¿Lo puede creer? Nos consuela el hecho de saber que ¡Dios es vengador del pobre y afligido! Sin embargo, qué gran aflicción queda para aquel que ha olvidado que «quien ama el dinero, de dinero no se sacia. Quien ama las riquezas nunca tiene suficiente. ¡También esto es absurdo!» (Eclesiastes 5:10). Curiosamente los problemas de dinero no se resuelven con dinero, sino con un cambio de mentalidad. 
Testimonio dañado
No debemos extrañarnos, entonces, de que el ateísmo crezca argumentando que el cristianismo ha convertido a Dios en un billete de US$100. ¡Al alcance de cualquiera que pueda pagarlo! Por eso pregunto, junto a Pablo, «¿quién le ha dado primero a Dios, para que luego Dios le pague?» (Romanos 11:35) Esta actitud mezquina es la misma que asumieron los cambistas, quienes, a la entrada del templo, estorbaban y abusaban de aquellos que buscaban a Dios, pues los obligaban a pagar un impuesto para acercarse a él; la misma actitud de Simón, el mago, quien, con dinero, procuró comprar el don de Dios (Hechos 8:19). ¿Cuál dios estamos presentando al mundo? ¿El dios de mi bolsillo o el Dios de la Biblia?
Fórmula defectuosa
Por más que examine la ecuación sigo perdido. Me explico: si a la persona que está endeudada le piden US$50 para salir de todas sus deudas, esto me lleva a la ecuación US$50 = 0 deudas. Si fuera correcta debería funcionar para todos. Si esto funciona para el pueblo, ¿por qué no funciona también para el que exhorta a dar? Esto quiere decir que si el canal televisivo, la radio o iglesia que ha asumido deudas, puede perfectamente dar unos $50 a cualquier otro ministerio, entonces ¿TODAS sus deudas quedarían canceladas? De manera que las campañas de recolección de ofrendas ya no tendrían ningún sentido. ¿O será que la ecuación no funciona para líderes prominentes? ¿Solamente aplica para ovejas? Debería entonces incluir al final la siguiente leyenda: «¡Aplican restricciones!»
Conclusión
Queda claro que Dios está llamando a un arrepentimiento genuino de este proceder, el cual debería incluir apartarse de la mentira y la manipulación para enmendar a quienes se han dañado con la doctrina de la avaricia. Mientras Dios siga siendo el dueño de esta historia habrá esperanza de que la Iglesia, como un cuerpo, se vuelva a él, deje su mal proceder y avance fundamentada en la verdad bíblica.
Marco A. Vega

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