“…con toda humildad y mansedumbre,
soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en
guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un
Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de
vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de
todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos” Efesios 4: 2-6
|
|
Si una cosa debemos
recocer respecto a la cuenta que tendremos que dar ante el tribunal de
Cristo, es aquella que habla de la responsabilidad individual y
colectiva de haber sido solícitos en guardar la unidad del Espíritu.
No obstante, vale la pena precisar y advertir que lo dicho no se vaya a
confundir con la postura de aquellos que toman este trozo selecto de
las escrituras para promover el ecumenismo.
La unidad del Espíritu de la que menciona el Apóstol Pablo a los
Efesios, en nada se asemeja a la premisa humana de unidad de conciencia
universal o secretismo religioso. La legítima unidad esta en armonía a
lo que Dios enseña en su Palabra y de acuerdo a su perfecta voluntad,
por el contrario, aquella unidad que se desborda desde el puro corazón
del hombre, viola desinteresadamente los principios que la biblia
enseña.
Paradójicamente, el pueblo evangélico que dice guardar la Palabra de
Dios y seguir su voluntad, ha violado histórica y constantemente este
principio de la unidad del Espíritu; levantando pendones
denominacionales y etiquetas sectarias que han dejado como saldo, un
triste espectáculo a mundo incrédulo que se mofa y justifica su posición
desinteresada por la iglesia evangélica. Así es!, porque somos
nosotros, los evangélicos quienes nos hemos dividido y sub dividido en
una forma constante y cronológica.
Nadie observa a una iglesia católica tan dividida como nosotros los
cristianos evangélicos. No se detectan iglesias mormonas, adventistas,
testigos de Jehová u otras falsas creencias religiosas con tantas
versiones y apellidos diferentes como nosotros.
Somos nosotros los que presentamos las más variadas versiones de lo que debería ser la única y unida iglesia evangélica.
Iglesias metodistas, presbiterianas, luteranas, wesleyanas, bautistas,
aliancistas o pentecostales, entre otras, son algunas de las
denominaciones que destacan aún más el horrible espectáculo cuyo
protagonista es el pecado de la división del pueblo de Dios.
Podremos acusar a satanás aquel que siempre ha tenido su mirada y blanco
en nosotros para sembrar la discordia y división entre los hermanos;
es cierto, pero no es menos cierto que la principal causa de esta
condición triste y decadente mana de nuestra propia concupiscencia.
La biblia dice respecto a este tópico:
|
“¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de
vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?” Santiago
4:1
|
Esta pregunta de Dios a
través del apóstol Santiago esta dirigida a los hermanos de la iglesia,
por lo tanto, debemos apropiarnos de aquella reprensión porque nuestro
testimonio delata con suma nitidez la evidente falencia en cuanto a ser
solícitos en guardar la unidad.
Haciendo un somero vistazo en la historia de la iglesia, descubrimos que
las causas de divisionismo y quiebres de unidad dentro del pueblo de
Dios, obedecieron exclusivamente a asuntos de carnalidad y pasiones que
en nada se sustentaban en la sagrada escritura. Visiones subjetivas y
defensa de formas por sobre los principios, han sido siempre el caldo de
cultivo en las divisiones.
Creo oportuno que meditemos en las razones que hemos esgrimido para
entender porque estamos tan separados y porqué tan divididos.
Nadie que haya experimentado alguna vez la separación o división de los
hermanos de una iglesia, puede negar que siempre existen razones
impulsivas, extrañas y espurias, pero que curiosamente casi siempre se
enmascaran en supuestos argumentos bíblicos y sorpresivos “celos” por la
santidad, la doctrina o cosas por el estilo. Eso es lo típico. No es
raro ver pelear a hermanos con biblia en mano y apelando a tal o cual
pasaje de la escritura para defender ideas propias y subjetivas.
La biblia nos habla mucho de este tema y se hace abundante cuando
escudriñamos los relatos de la iglesia del primer siglo, ya que el mal
del divisionismo dentro de los santos, es una realidad que se ve desde
los albores de la iglesia de Cristo.
Respecto al importante tema de la unidad y divisionismo, durante el
ministerio de Cristo ya se deja ver entre los discípulos algunos asomos
de divisionismo y de espíritu sectario tan popular en nuestros días. La
biblia dice:
|
“Entonces respondiendo Juan, dijo:
Maestro, hemos visto a uno que echaba fuera demonios en tu nombre; y se
lo prohibimos, porque no sigue con nosotros. Jesús le dijo: No se lo
prohibáis; porque el que no es contra nosotros, por nosotros es” Lucas
9:49
|
Este pasaje es
extraordinariamente aplicable al tema que estamos tratando, ya que lo
que revela Juan en esa declaración, no es sino, aquel sentir de
exclusivismo que los hombres llevamos dentro de sí. Juan nunca pensó que
alguien, fuera del círculo personal de Jesús, podría también ser usado
por Dios con un propósito definido.
Ante tal sectaria postura de Juan, nuestro Señor y Salvador Jesucristo,
le corrige de inmediato diciéndole que no impidiese que alguien que no
sea de los discípulos directos, pueda “en el nombre de Cristo” actuar
como uno de ellos.
Esta enseñanza del Maestro, tiene una aplicación directa a nuestra
realidad, ya que el espíritu sectario y de exclusividad que abunda en
las denominaciones evangélicas se hace muy evidente, al extremo que
algunos solo validan a hermanos que han sido bautizados dentro de sus
denominaciones y aquellos nuevos hermanos que se desean integrar, los
obligan a re-bautizarse. Pero ¿A donde podemos basar esta exigencia anti
bíblica? Sin duda, es el defectuoso corazón del hombre que siempre
tiende a abanderarse exclusiva y sectariamente con “algo o con alguien”,
y que ese “algo o alguien”, se transforme en la razón de lucha y de
defensa, y que curiosamente no siempre representa los intereses Cristo
céntricos.
En lo personal, no creo conveniente ante la solicitud de guardar la
unidad, este tipo de actitudes o declaraciones que mencionen a su
denominación como ejemplo ante los demás. Eso es sectarismo que debe
erradicarse de nuestro vocabulario cristiano evangélico.
Si debemos identificarnos frente a los demás, solo debería bastar con decir “soy cristiano evangélico!, y punto!!
Otro ejemplo durante el ministerio de Jesús, se evidencia en la actitud
de Pedro cuyo carácter y personalidad difiere diametralmente al de Juan
citado anteriormente.
|
“Volviéndose Pedro, vio que les
seguía el discípulo a quien amaba Jesús, el mismo que en la cena se
había recostado al lado de él, y le había dicho: Señor, ¿quién es el que
te ha de entregar? Cuando Pedro le vio, dijo a Jesús: Señor, ¿y qué de
éste?” Juan 21: 20-21
|
La pregunta de Pedro
radica en aquel deseo exclusivo y hasta egoísta frente a lo que Jesús le
estaba anunciando, aún, cuando la profecía del Señor le estaba
revelando el futuro de Pedro en su camino cristiano.
Pedro en lugar de preguntar sobre el significado de lo que Jesús le
había dicho, estaba mas preocupado de que le iba a acontecer en el
futuro a Juan. Ante esa pregunta, Cristo le responde de una manera
extraordinaria:
|
“Jesús le dijo: Si quiero que él
quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú.” Juan 21: 22
|
La respuesta del Señor,
le enseña a Pedro y a cada uno de sus escogidos, que la preocupación ha
de centrarse en aquel trato personal y directo que el Salvador
establece con cada individuo sin anular al del otro. Si Cristo
determina que alguien va a servirle de tal modo ¿Por qué ha de querer
establecer lo mismo para los demás? , por lo tanto, nuestro deseo no
debe ser la egoísta búsqueda de la exclusividad, como si El Señor
tuviera discípulos preferidos o con categorías, sino que debemos
entender que todos somos hermanos y cada uno de nosotros con un
propósito definido.
El Señor de manera magistral nos enseñó que aparte de él no hay jerarquías ni denominaciones separatistas. Él dijo:
|
“…porque uno es vuestro Maestro, el
Cristo, y todos vosotros sois hermanos” Mateo 23:8
|
El olvidar este noble
principio de la igualdad e importancia de cada uno de los santos, es el
inicio de la ruptura de la unidad y de la solicitud en conservarla.
Pedro y Juan aprendieron muy bien la lección, ya que a pesar de ser muy
distintos entre sí, los vemos trabajando juntos y compenetrados en la obra de la iglesia primitiva.
|
“Pedro y Juan subían juntos al templo
a la hora novena, la de la oración” Hechos 3:1
|
El otro ejemplo lo
encontramos en la relación que sostuvieron Pablo y Bernabé. Trabajaron
juntos, predicaron, sufrieron por la palabra, se gozaron y lloraron, sin
embargo, tan solo bastó una causa específica para que la unidad se
rompiera y la separación se estableciera.
|
“Después de algunos días, Pablo dijo a
Bernabé: Volvamos a visitar a los hermanos en todas las ciudades en que
hemos anunciado la palabra del Señor, para ver cómo están. Y Bernabé
quería que llevasen consigo a Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos;
pero a Pablo no le parecía bien llevar consigo al que se había apartado
de ellos desde Panfilia, y no había ido con ellos a la obra. Y hubo tal
desacuerdo entre ellos, que se separaron el uno del otro; Bernabé,
tomando a Marcos, navegó a Chipre, y Pablo, escogiendo a Silas, salió
encomendado por los hermanos a la gracia del Señor, y pasó por Siria y
Cilicia, confirmando a las iglesias” Hechos 15: 36-41
|
Podemos argumentar que
Pablo tenía la razón o contra argumentar que fue Bernabé, y tal vez
podemos discutir aquellos puntos entre comentarios de eruditos
entendidos u otros antecedentes, pero sí hay algo concreto en lo cual
debemos estar de acuerdo; es en la separación de ellos. El pasaje deja
al descubierto que entre Pablo y Bernabé hubo una discusión y desacuerdo
tal, que gatilló la división.
No obstante a episodios tan tristes como este o como aquellos que siguen
ocurriendo en la actualidad, debemos entender que Dios sigue utilizando
aún nuestras pasiones y desaciertos para cumplir sus objetivos, ya que
nada ni nadie puede oponerse a la decisión del Rey. En lugar de ser dos
predicadores juntos, la separación o división de Pablo y Bernabé,
terminó en multiplicación al integrarse Silas y Juan Marcos. Ya no son
solo dos, sino ahora cuatro.
La multiforme gracia de Dios es inconcebible, ella hace de la nada y de
las miserias del hombre, utensilios de honra útiles para los propósitos
soberanos de Dios.
En una mirada de corto alcance, los seres humanos juzgamos y tomamos el
papel de Dios al catalogar los hechos impropios de los hombres, sin
embargo, con el mismo caso de Pablo y Bernabé descubrimos con una
mirada panorámica, que tal situación de separación de ambos, permitió
el desarrollo y madurez de un Juan Marcos que en un principio fue la
causa de la división, pero que a la postrer fue un fiel y útil
colaborador del mismo Pablo años después.
|
“Toma a Marcos y tráele contigo,
porque me es útil para el ministerio” 2 Timoteo 4:11
|
Las peleas y
separaciones entre hermanos han existido siempre y manan de nuestro
propio corazón pecaminoso. Tan solo basta con recordar a Abel y Cain,
Jacob y Esau, los hermanos de José, los hermanos de Moisés, etc. etc.
Envidias, pleitos, celos o raíces de amargura suelen ser siempre las
causas que producen las separaciones y divisiones de los hermanos.
Pero retomando el asunto de las denominaciones, que no son otra cosa que
un rotulo que acentúa la actitud separatista y sectaria de las
iglesias, hay mucho que comentar.
En la actualidad casi nadie se identifica con el simple apelativo de
“cristiano”, sino que dicho titulo debe ir acompañado de la denominación
que lo patrocina.
Si hasta parece que se mira raro a quien simplemente diga: “soy
cristiano y no pertenezco a ninguna denominación” En la actualidad, eso
es exotismo puro.
Por tal razón, es necesario hacer un breve recorrido por las escrituras
y descubrir las huellas que dejo la iglesia primitiva, pero que el
vanguardismo institucional las ha sepultado.
Cuando nace la iglesia en el siglo primero, los creyentes se
identificaban con Cristo y con el testimonio apostólico, reuniéndose por
las casas con alegría y sencillez de corazón.
|
“Y perseveraban en la doctrina de los
apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y
en las oraciones…y partiendo el pan en las casas, comían juntos con
alegría y sencillez de corazón” Hechos 2: 42.46
|
Los hermanos gozaban de
la experiencia del cristianismo; todo era una aventura, un movimiento y
un desafío diario. Si pareciera ver en el libro de Los Hechos como se
cumplía la magistral descripción de un creyente, que nos dejo nuestro
maestro y teólogo por excelencia, nuestro bendito Cristo:
|
“El viento sopla de donde quiere, y
oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo
aquel que es nacido del Espíritu” Juan 3: 8
|
Los albores del
cristianismo revelan aquella sencillez y espontaneidad, donde los
hermanos iban creciendo y alabando al Señor con alegría, lejos de tanto
ritualismo o extravagancias que abundan en nuestro días. Que ganas de
que eso se vea nuevamente de manera legítima en medio del pueblo de
Dios. Ahora es todo tan sofisticado y tan formalista.
Ellos simplemente, eran llamados Cristianos y la gente los conocía como
aquellos que seguían “el camino”, así de simple!!, La Biblia así lo
enseña:
|
“Y se congregaron allí todo un año
con la iglesia, y enseñaron a mucha gente; y a los discípulos se les
llamó cristianos por primera vez en Antioquía” Hechos 11: 26
|
Nunca la iglesia de
Jesucristo tuvo un rotulo denominacional. Las denominaciones han sido la
expresión mas clara de la carnalidad de nosotros los hombrecitos, los
que siempre queremos poner por sobre los intereses y los principios de
Dios, nuestras formas, tradiciones y costumbres.
Lo sintomático de todo esto, es que siempre cuando analizamos cualquier
iglesia que ostenta una denominación, deja entrever un líder fundador,
el cual tristemente, no es Cristo.
Podremos respetar como legítimos hermanos a Lutero, Calvino, Wesley,
Darby o Hoover, pero jamás podrán ellos sustituir al único que es el
fundador y no solo eso, sino que el fundamento de LA IGLESIA, el cual es
Jesucristo y solo EL.
|
“Porque nadie puede poner otro
fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo” 1 Corintios 3:
11
|
Las denominaciones han
aportado al triste pecado de no ser solícitos en guardar la unidad del
Espíritu. Todas las denominaciones se presentan como superiores a la
otra, y si no es así, entonces ¿Por que estamos tan divididos?
Los bautistas dicen poseer mas conocimiento que el resto, los
presbiterianos dicen que no hay mejor que su organización y la enseñanza
de Calvino, los pentecostales dicen que solo ellos tienen el poder del
Espíritu, los Luteranos dicen que son los legítimos herederos de la
reforma, los metodistas ostentan los resultados extraordinarios de Juan
Wesley y las asambleas de los hermanos libres dicen ser los únicos que
no llevan denominación, pero el solo titulo de “asamblea” se ya se ha
transformado en una. En fin, es una lista interminable que solo
configura un espectáculo impresentable ante un mundo que se mofa y
justifica su desapego por la iglesia evangélica.
Amados hermanos, debemos hidalgamente hacer uno de los más grandes “mea
culpa” que se haya escuchado; reconocer que de alguna u otra manera
todos nosotros hemos fracasado en la noble ordenanza de ser solícitos en
guardar la unidad del Espíritu de la cual tanto enfatizaba el apóstol
Pablo.
Para eso, es menester reconocer que solo somos vasos de barro y que la
excelencia del poder sea de Dios y no de nosotros (2 Cor. 4:7), no
teniendo mas alto concepto de si, que el que debamos tener (Rom. 12:3) y
ponderando siempre que el poder y la vida no esta en el sembrador, sino
que en la semilla.
|
“porque aún sois carnales; pues
habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois
carnales, y andáis como hombres? Porque diciendo el uno: Yo ciertamente
soy de Pablo; y el otro: Yo soy de Apolos, ¿no sois carnales? ¿Qué,
pues, es Pablo, y qué es Apolos? Servidores por medio de los cuales
habéis creído; y eso según lo que a cada uno concedió el Señor. Yo
planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el
que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento” 1
Corintios 3: 3-7
|
Que la gracia de nuestro
Señor y Salvador Jesucristo nos de luz y voluntad para actuar en este
importante tema, Que así sea, Amen. |
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario