Dr. César Vidal Manzanares
“Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonaran maestros conforme a sus propias concupiscencias y apartaran de la verdad el oído y se volverán a las fábulas” (2 Timoteo 4, 3-4)
“Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida; inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor a la verdad para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia (2 Tesalonicenses 2, 7-12).
Si hubiera que resumir en una sola palabra el objetivo que perseguían Westcott y Hort al elaborar su texto del Nuevo Testamento griego, posiblemente no existiría otra más adecuada que apostasía. La elaboración de un texto que sustituyera al Textus Receptus y que sirviera de base a las nuevas traducciones de la Biblia era importante, pero sólo como algo instrumental, como un elemento funcional. El objetivo -y sobre ello fueron bien explícitos como hemos tenido ocasión de ver- era lograr que los cristianos dejaran de aceptar la Biblia como Palabra de Dios con autoridad, inerrante e infalible. Una vez que se consiguiera este objetivo, los demás pasos se producirían por pura lógica.
Primero, las personas irían abandonando la creencia en las doctrinas enseñadas en las Escrituras. Después, pasarían a depender de una autoridad espiritual extrabíblica, la misma que se manifestaba en los círculos ocultistas que tanto complacían a Westcott y a Hort. El resultado final sería una apostasía. En las siguientes páginas, desearía señalar los siete pasos que, presumiblemente, pueden conducir a esa apostasía. El autor de estas líneas desconoce si los alarmantes signos a los que asistirnos en el día de hoy son un conjunto de señales anunciadoras de la próxima Venida de Cristo, o si estamos contemplando los inicios de la apostasía a que hace referencia 2 Tesalonicenses 2, 3.
Tampoco desea especular sobre el tema. Sí cree, sin embargo, que es su deber compartir, humilde pero firmemente con sus hermanos, algunas señales de especial gravedad en la vida de la iglesia, y hace referencia a ellas por varias razones. Una es que, efectivamente, aparecen contempladas en los escritos no sólo de Westcott y Hort, sino también de conocidos ocultistas pasados y presentes. Otra es que, lamentablemente, de manera más o menos extendida, todas, absolutamente todas ellas se están ya produciendo en diversas partes del mundo. Aunque por razones de orden estos pasos aparecen descritos de manera consecutiva, desearía aclarar que su realización, en buena medida al menos, esta siendo simultánea y de una forma sincrónicamente concatenada.
1.El descenso del papel de las Escrituras en la iglesia: No es desconocido el interés que el Diablo tiene en atacar la Palabra de Dios y por ello el primer paso hacia la apostasía esta relacionado obviamente con la disminución del papel de la Biblia dentro de la iglesia. Aunque en los últimos quince años el crecimiento del número de evangélicos en el mundo ha sido espectacular, lo cierto, sin embargo, es quehoy en día el porcentaje de personas que lee con regularidad las Escrituras es considerablemente menor. En los próximos años es muy posible que asistamos a un proceso de una mayor degradación en este terreno.
Progresivamente, en las iglesias el punto de atención estará colocado no en las Escrituras, sino en la emoción, la espectacularidad, el carisma de los dirigentes y los resultados de crecimiento numérico. Lejos de comprobar con la Escritura si todas las supuestas revelaciones vienen de Dios (1 Corintios 12, 1-3; I Juan 4, 1-3), lejos de contrastar con la Biblia las enseñanzas siguiendo el ejemplo de los judíos de Berea (Hechos 17, 11-13), la iglesia está descansando cada vez más en la filosofía hueca del liberalismo teológico o en la espectacularidad vacía de buen número de famosos predicadores cuya enseñanza choca directamente con la Palabra de Dios. Desde el momento en que acepte -en uno o en otro sentido- colocarse más bien bajo la autoridad de hombres que bajo la de la Escritura, desde el momento en que renuncie o pase por alto el examinar toda enseñanza a la luz de la Biblia, la iglesia se ha situado en un camino que sólo puede conducir, más tarde o más temprano, a su aniquilación espiritual.
2. La creación de entidades macroevangélicas: Este proceso de desplazamiento de las Escrituras está transcurriendo en paralelo con el de la creación de federaciones de entidades religiosas evangélicas en distintos países. Lejos de ser grupos unidos por finalidades meramente espirituales, los mismos se edifican -y se seguirán edificando- por razones fundamentalmente de poder humano con la meta de convertirse en los interlocutores de las autoridades políticas de cada nación. Precisamente porque ése es su objetivo, en su seno irán admitiendo a personas cuya teología es liberal y no bíblica, y a grupos que no son evangélicos como los adventistas del séptimo día o las iglesias ortodoxas.
Seguirán así el esquema ya existente del Consejo Mundial de iglesias pero, esta vez, en cada país. Como sus proyectos se encontrarán con la oposición de los cristianos más conscientes del peligro, progresivamente tenderán a convertirse en colectivos más fuertes y ambiciosos.
Pretenderán aislar a aquellos cristianos que denuncien sus acciones y controlar situaciones como la entrada de misioneros en el país, el registro y legalización de las iglesias o los tratos con la administración estatal. Su objetivo es, en apenas unos años, haberse convertido en entidades que controlen la vida espiritual de las iglesias evangélicas en un país concreto y que imposibiliten la labor de los que no se dobleguen ante ellos. Para cuando lo logren -o incluso antes- el daño que habrán causado será inmenso porque, de manera casi inconsciente, los creyentes se habrán acostumbrado a convivir en el seno del mismo ente que adventistas, ortodoxos o liberales teológicos, y a mirar con malos ojos a los hermanos más fieles a la Palabra.
3. La utilización de un texto bíblico común: En paralelo a las situaciones descritas en 1 y 2 se seguirá realizando una propaganda poderosa a favor del abandono de traducciones tradicionales de la Biblia y de la aceptación mayoritaria de versiones lamentables como la VP. Se buscará la aceptación generalizada de un texto que pueda ser común no sólo a evangélicos y católicos sino también a liberales teológicos, miembros de sectas e incluso a los seguidores del judaísmo, del islam o de la Nueva Era. El texto de la Biblia habrá quedado ya tan diluido y mutilado, sus notas abogarán de manera tan explícita por una interpretación liberal y humanista que no habrá dificultad especial en lograr esta meta.
4. La colaboración con Roma: Para cuando eso suceda la colaboración con Roma estará firmemente asentada. No se tratará de que haya personas que contrasten directamente la enseñanza bíblica con la católica sino de algo muy diferente. Aparte de las versiones de la Biblia conjuntas realizadas por expertos católicos y protestantes, se producirá también la colaboración en proyectos comunes de carácter teológico y exegético. No ser recibido por un obispo o quedar al margen de ciertas celebraciones públicas será interpretado incluso como un motivo de tristeza.
5. La unión organizativa con otras religiones: En paralelo habrá ido avanzando considerablemente la colaboración con otras confesiones religiosas. Los representantes de las federaciones evangélicas -en las que estarán adventistas y ortodoxos entre otros- se reunirán paulatinamente con judíos y musulmanes para tratar asuntos comunes y establecer una estrategia común. Mediante interpretaciones torcidas de la Escritura se afirmará que no es preciso predicar el Evangelio a ninguno de estos colectivos ya que todos creen en un solo Dios único. Progresivamente esta apertura hacia judíos y musulmanes se irá ampliando a otras confesiones religiosas. Por otro lado, las prácticas típicas del ocultismo y de la Nueva Era -que ya están infiltradas en buen número de iglesias- estarán muy generalizadas.
6. La caída de la moralidad cristiana: Al mismo tiempo que tienen lugar los hechos descritos en los apartados anteriores se irá produciendo un alarmante retroceso de la integridad cristiana no sólo entre los miembros del pueblo cristiano sino también entre sus dirigentes. Cada vez resultará más común la práctica de relaciones sexuales ilícitas justificándolas con traducciones torcidas de las Escrituras o con argumentos tan poco sólidos como el de señalar que puesto que conservan el gozo después de cometer esos actos los mismos no pueden ser pecado. Entre los dirigentes irá produciéndose un interés cada vez más acusado por el poder, la apariencia y la riqueza olvidando cosas tan esenciales como el servicio, la humildad y el apego a la Palabra. Estas conductas serán muy evidentes y acarrearán descrédito al mensaje del Evangelio pero muchos preferirán guardar silencio por temor a ser objeto de represalias, a perder su lugar en el ministerio o a experimentar perjuicios económicos. Por otra parte, los que se opongan abiertamente a las mismas serán tachados de legalistas y fanáticos. Se les acusará también de causar descrédito al Evangelio por no mantener la boca cerrada a la vista del pecado.
7. La proscripción de los creyentes fieles: Mientras sucede todo lo anterior la situación de los creyentes que deseen ser fieles a Dios y a Su Palabra se irá haciendo progresivamente difícil. Primero, se utilizarán las federaciones de entidades religiosas evangélicas para irlos aislando de tal manera que se desanimen e incluso muchos lleguen a rendirse o bien sometiéndose y callando ante el mal o bien incluso apartándose asqueados de aquellas conductas. Después se recurrirá a sembrar la calumnia contra ellos acusándolos de legalistas, de fanáticos, de ignorantes o de faltos de amor. Cualquier conducta se considerará buena con tal de acabar con un testimonio que evidencia el sendero de apostasía que han ido adoptando diversas iglesias. En la lucha contra los creyentes fieles se llegará incluso a recurrir a la ayuda que puedan prestar las sectas o las autoridades políticas. Como hemos señalado antes, todos y cada uno de los extremos indicados en las líneas anteriores no son fruto de la imaginación del autor ni de la especulación teológica. De hecho, están produciéndose ya en diversas partes del mundo con una tendencia a la generalización realmente preocupante.
La misión del pueblo de Dios no es, sin embargo, la de amedrentarse por estas dificultades. Por el contrario, la tarea urgente del pueblo de Dios es desenmascarar al Diablo y sus obras, y clamar bien alto en contra de situaciones como las apuntadas. En lugar de que cunda el desánimo, los creyentes que deseen ser fieles a Dios por encima de agradar a cualquier hombre y organización deben actuar con más denuedo que nunca fundados en las Escrituras y sometidos al Señorío de Cristo. Para ellos resultarán imperativas las siguientes consideraciones:
- 1. Deben someterse humildemente a su Señor a sabiendas de que eso puede significar la persecución más directa (2 Timoteo 3, 10-17)
- 2. Deben unirse más que nunca conscientes de que son miles los que no han doblado su rodilla ante Baal y orando para que otros hermanos vean la luz y tomen una actitud igualmente bíblica (1 Reyes 19, 18; Apocalipsis 18, 4-5)
- 3. Deben aferrarse a la Palabra de Dios decididos a dar a la misma el papel que le corresponde en la vida de la iglesia como única regla inerrante de doctrina y conducta (2 Timoteo 3, 16-17)
- 4. Deben negarse a transigir con los principios bíblicos puros y sin mácula del Evangelio por más que esto pueda afectar a intereses humanos (Santiago 4, 4)
- 5. Deben oponerse a toda unión organizativa con grupos o personas cuya teología no sea plenamente bíblica o cuya finalidad no sea meramente espiritual (I Corintios 10, 19-22)
- 6. Deben denunciar proféticamente todos y cada uno de los pasos que llevan a la apostasía (II Timoteo 4, 1-5) 7. Deben esperar día a día la victoria final de su Señor (II Tesalonicenses 1, 3-10).
No hay comentarios:
Publicar un comentario