No solo me decepcionan las demás iglesias, sino aun la misma obra que funde, pues esta le ha dado la espalda a los programas sociales de ayuda al perdido, y se envuelve en una visión que no es la original, ignorando las enseñanzas y el patrimonio que dio origen a lo que somos, afirmando que “es una visión de Mario”, cuando la misma debe de ser un compromiso de todos.
Me duele ver la apatía hacia los perdidos, hacia los miles de jóvenes que mueren a diario, sin una mano amiga que les ofrezca ayuda. De los miles de niños que sufren del abandono de una paternidad irresponsable, y de una frialdad tremenda hacia el concepto de Señorío de Cristo, de la entrega y compromiso cristiano, y de una iglesia sin visión, que no está dispuesta a darlo todo a cambio de nada (Juan 15:13).
Estoy frustrado y decepcionado al ver como se ha convertido el evangelio en un negocio, donde todo se vende y se compra. Me decepciona ver que la línea que nos separaba del mundo y de los reinos terrenales se ha derrumbado, por lo que ahora la política, las modas y el mercantilismo forma parte del quehacer de las congregaciones, ante la indiferencia e incapacidad de no sabes discernir los valores del reino, olvidamos de que “…el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos; y: Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo”. 2 Timoteo 2:19.
Me decepciona ver a una asociación de pastores que mezclan la verdad bíblica con la levadura de los políticos (Gálatas 5:9, Lucas 12:1), para convertir la iglesia en una plataforma de lanzamiento personal, con el fin de alcanzar poder y riqueza, aliándose con las tinieblas, y haciendo yugo con los incrédulos (2 Corintios 6:14). Me indigna saber que hay pastores corruptos, que le hacen el juego al narcotráfico, al lavando activos, a la venta de bendiciones y portadores de una nueva unción y revelación que mercantilizan y corrompe la sana doctrina. De ver cómo han convertido la seriedad del pulpito cristiano en un circo de payasos y actores, que con palabras fingidas (2 Pedro 2:3) seducen el alma de los incautos, ofreciéndole un evangelio de fantasía y mentiras (2 Pedro 2:18), en donde la gente es atraída no por la verdad del evangelio, que los deba llevar al arrepentimiento y nos confronta con el pecado, sino a un el espectáculo artístico de las estrellas del evangelio, en donde les entretienen y anestesian su conciencia frente al pecado y la realidad social y profética de los últimos tiempos.
Mi corazón desfallece al ver la miseria y el dolor del mundo. Me duele contemplar a esos ministros lustrosos (Jeremías 5:28) que viven como magnates, reyes y empresarios, en medio de una crisis material que abate con hambre a muchos humilde cristianos. De ver el surgimiento de edificios majestuosos en medio de la miseria de los países del tercer mundo. De pastores con sueldos despro-porcionales, en medio de una sociedad empobrecida y decadente (Hechos 3:6). Siento tristeza al ver a hombres de Dios, que proclaman la verdad del evangelio y viven en miseria, persecución y extrema pobreza, marginados por los super-pastores.
Estoy decepcionado de esas megas-iglesias que usan los medio de comunicación para alimentar su imperio, explotar la fe con maratones mercantiles y transmitir un evangelio diferente (Gálatas 1:6), atrayendo a las ovejas de otros rediles a sus espectáculos, contradiciendo lo proclamado por los apóstoles en el Nuevo Testamento, y manoseando la Biblia a su antojo y capricho para hacerle decir lo que no dice.
Me indigna ver como con espectáculos sensacionales, seducen a los hermanos para desviarlo de la sana doctrina, ofreciéndole “vendas mágicas” (Ezequiel 13:20), con mentiras, como los que afirman que “podemos dejar de sufrir” o “hacernos ricos con una mente positiva”.
Me siento hastiado y frustrado de ver como las almas de miles de jóvenes se nos pierden dentro de la misma iglesia, al ser guiadas por hombres corruptos, ciegos que guían ciegos (Mateo 15:14), que han tomado el ministerio para satisfacer su vientre, y vivir del evangelio y no para el evangelio (Filipenses 3:18-19). Contra estos falsos ministros nada podemos hacer, porque tienen el control, el dinero y el poder para aplastar a todos los que proclamen la verdad, de tal forma, que puedo afirmar rotundamente que ya estamos viviendo dentro de la gran apostasía que anunció el apóstol Pablo (2 Tesalonicenses 2:3). Que Dios tenga misericordia de nosotros, y que Jesús venga pronto, porque si no se apura, se podrá quedar sin iglesia (Mateo 24:22).
mariofumero@hotmail.com
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