Existe una idea fija en la mente
de los creyentes de hoy, y es que los verdaderos creyentes que
buscan a Dios no pueden ser engañados por el diablo. Esta es otra
más de las mentiras de Satanás por medio de la cual busca llevar
a los hermanos a una falsa posición de seguridad. La misma historia
de la iglesia nos demuestra que esta idea es falsa, pues cada
“dardo del error” que ha tenido su amaro fruto, tuvo su origen
en la mente de los devotos creyentes que eran ciertamente “honestos”
y buscaban al Señor. Ellos han sido los primeros que admitieron
las falsedades del maligno, que les indujo a practicar el error
“con apariencia de piedad”.
Los espíritus mentirosos han aprovechado
la oportunidad que ellos les han dado al querer obedecer LITERALMENTE
la palabra de Dios, empujándolos a niveles de una verdad desequilibrada
con las consiguientes prácticas erróneas. Lamentablemente estos
estimados cristianos se han aferrado solamente a la “letra” dejando
de lado las mismas palabras de las Escrituras, donde en 2 Corintios
3:6, dice: …el cual asimismo nos hizo ministros competentes
de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la
letra mata, más el espíritu vivifica. Muchos de los que han
sufrido por su ciega adhesión a estos “mandatos bíblicos” se creen
que han sido verdaderos mártires por Cristo.
Después del avivamiento de Gales, el
cual fue una verdadera obra de Dios, hubo una “segunda generación”
de creyentes que resbalaron y cayeron bajo el engaño de los poderes
del diablo, precisamente por no haber sido capaces de distinguir
sus obras de falsificación de las verdaderas obras de Dios. En
los últimos años ha habido muchos otros “movimientos” con un gran
número de seguidores que cayeron en el engaño por medio de los
dardos de los espíritus mentirosos, simuladores de obras de piedad
que no eran tales y ante las cuales estos “honestos” hijos de
Dios quedaban deslumbrados. Estos creyentes deberían haberse arrepentido
para volver a “su buen sentido” y escapar del lazo del diablo,
del cual estaban cautivos. No debemos olvidarnos que una imitación
no es el original, pero puede llegar a parecerse de modo tal que
engañe aún a los más conocedores.
¿Por qué un creyente puede ser engañado
por Satanás? Por varias razones. 1)= Cuando un hombre se convierte
en hijo de Dios por la regeneración del Espíritu al haber creído
en la obra expiatoria de Cristo, no recibe de una sola vez todo
el conocimiento espiritual acerca de Dios, de sí mismo, o del
diablo.
2)= La mente que está oscurecida por
naturaleza y que permanece bajo un velo creado por Satanás sólo
puede ser renovada y dicho velo destruido en la medida que
la luz de la verdad penetre en ella y de acuerdo a la medida
que el creyente sea capaz de asimilarla.
3)= El “engaño” tiene que ver con la
mente y significa un pensamiento erróneo admitido en la mente
bajo el engaño de que es verdadero. Puesto que el engaño se basa
en la ignorancia y no en el carácter moral, un cristiano que sea
“verdadero” y “fiel” hasta la medida del conocimiento que posee,
está, por lógica, abierto al engaño en la esfera donde es ignorante
en cuanto a las “estratagemas” del maligno. Esto significa lisa
y llanamente que: estamos expuestos a ser engañados por el diablo
a causa de nuestra ignorancia.
4)= El pensamiento de que Dios protegerá
a un creyente de ser engañado por el enemigo por el hecho de que
sea fiel y verdadero es, en sí mismo, un engaño, porque tal pensamiento
hace que el creyente se ponga fuera de su posición de guardia
y vigilancia y porque además deben haber ciertas condiciones de
su parte para que esta protección divina se haga efectiva. Dios
no hace nada de lo que el hombre puede hacer, sino más bien por
medio de su cooperación con Él. Dios ya ha dado al creyente conocimiento
suficiente por medio del cual puede prevenirse de ser engañado.
5)= Si no fuera así el Señor no hubiera
advertido a sus discípulos las muchas veces que lo hizo, según
lo registran las Escrituras. El conocimiento de que es posible
caer víctima del engaño del maligno mantiene la mente abierta
a la verdad y a la luz de Dios y es una de las condiciones primordiales
para que el mismo Señor nos guarde, mientras que una mente cerrada
a la luz y la verdad es una garantía de que será engañada por
Satanás en la primera oportunidad que este tenga.
Mirando retrospectivamente la historia
de la iglesia y prestando atención a las muchas “herejías” que
han aparecido podemos localizar el origen del período de engaño
con alguna gran crisis en la cual el hombre, dejando sus facultades
inactivas, se “abandonó” a la influencia del Espíritu Santo sin
saber que al hacerlo de una manera impropia se estaba exponiendo
a los poderes del mundo invisible.
El peligro de una actitud tal es que
mientras el creyente utilice sus facultades racionales de juzgar
lo recto y lo errado podrá seguir obedeciendo la voluntad de Dios
desde un principio firme. Ahora bien, cuando se abandona a “las
influencias espirituales” empieza a obedecer a una “persona invisible”
y somete sus facultades y razonamiento en ciega obediencia a lo
que cree que viene “de parte de Dios”; la voluntad humana rendida
que busca llevar a cabo la voluntad de Dios a cualquier costo
y sin la cooperación de sus facultades, como su razonamiento y
su inteligencia queda sujeta a los poderes del mundo invisible.
El creyente cae entonces en un terreno donde cree que todo lo
“sobrenatural” tiene que venir de Dios y donde carece de entendimiento
y conocimiento para discernir lo falso de lo verdadero. Este es
uno de los riesgos más grandes y más graves que pueda correr un
hijo de Dios. Habría que analizar profundamente en casos así si
ese paso de rendimiento a “obedecer al Espíritu” ha sido dado
en armonía con lo que dice al respecto la Palabra de Dios, pues
habiendo sido testigos de la manera como tantas almas han resbalado
y hasta naufragado en ese intento, es difícil pensar que una actitud
completamente escritural sea causa de un peligro tan inminente.
(Hechos 5: 32)= Y nosotros
somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo,
el cual ha dado Dios a los que le obedecen.
Este es el versículo en el que se basan
los que defienden la posición de “obedecer al espíritu”. Fue usado
por pedro ante el concilio de Jerusalén, pero todo el pasaje necesita
un estudio cuidadoso para poder interpretarlo correctamente. Pedro,
también dijo en el Sanedrín, tal como se lo lee en Hechos 5:29,
que …hay que obedecer a Dios antes que a los hombres, y
luego dirá lo que ya vimos: …Y nosotros somos testigos… y también
el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen.
¿Qué quiere decir Pedro con estas palabras al Sumo Sacerdote:
¿Obedecer al Espíritu u obedecer a Dios? La distinción es importante
y el orden de las palabras sólo puede interpretarse correctamente
cotejando este pasaje con otras partes de las Escrituras, de donde
se desprende la enseñanza que hemos de obedecer al Dios trino
en los cielos por medio del Espíritu Santo que mora en
nosotros. El colocar al Espíritu Santo como el objeto de
la obediencia, antes que Dios, el Padre, a través del Hijo, por
medio del Espíritu, crea el peligro de llevar al creyente a fiarse
u obedecer a un “espíritu” dentro o alrededor de él en vez de
al Dios de los cielos. El creyente, unido al Hijo de Dios, debe
obedecer a Dios. Entonces, ¿Cuál es la función del Espíritu Santo?
Ser el medio a través del cual Dios es adorado y obedecido.
El Espíritu Santo no debe ser el centro
u objeto del pensamiento o la adoración. Ni siquiera Él mismo
se ha colocado en ese lugar. Las escrituras nos dicen con toda
claridad en Juan 16:13: Pero cuando venga el Espíritu de verdad,
él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia
cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber todas
las cosas que habrán de venir. Será un maestro, conforme a
Juan 14:26: Más el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el
Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y
os recordará todo lo que yo os he dicho. No dará testimonio
de sí mismo, sino de otro, tal como vemos en Juan 15:26: Pero
cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el
Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio
acerca de mí. Glorificará a otro, no a sí mismo, según Juan
16:14: El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo
hará saber. En suma y síntesis: su obra será la de guiar a
las almas a una unión con el Hijo y al conocimiento del Padre
de los cielos.
Si una persona que no tiene conocimiento
sólido de lo que dicen las Escrituras sobre la obra de la Trinidad
intenta “obedecer al espíritu” como propósito supremo, el engañador
tratará por todos los medios de falsificar la guía del Espíritu
y hasta, si es posible, su misma presencia.
Es en ocasiones como estas cuando la
ignorancia del creyente en cuanto al mundo espiritual, la obra
de los poderes de las tinieblas y las condiciones sobre las cuales
Dios obra en y a través de él, le dan al enemigo la gran oportunidad
que estaba esperando. El peligro es real para cualquier creyente,
a menos que esté preparado e instruido como lo estuvieron los
apóstoles después de pasar tres años junto al Señor, recibiendo
enseñanza directa de Él. El peligro principal radica en ubicarse
en el terreno de la “guía sobrenatural” cuando no se es capaz
de discernir la verdadera voluntad de Dios de las falsas manifestaciones
del enemigo, que pueden expresarse en forma de: profecías, lenguas,
sanidades y otras experiencias espirituales conectadas con la
obra del Espíritu Santo.
Aquellos que tienen sus ojos espirituales
abiertos para entender el combate, que presentan las fuerzas malévolas
del reino espiritual, se darán cuenta que muy pocos creyentes
pueden decir sin temor a equivocarse que están realmente obedeciendo
únicamente a Dios en sus vidas. Los factores que intervienen en
la vida del creyente son muchos; su propia mente, espíritu o voluntad,
y además las repetidas intrusiones de los poderes de las tinieblas.
Todas estas cosas más las opiniones y los consejos no siempre
acertados de otros cristianos, hacen bastante difícil, (Si bien
no imposible), que el creyente viva obedeciendo únicamente a Dios
en todo momento.
Hay un discernimiento que es un don
espiritual y que capacita al creyente para discernir o distinguir
los espíritus, pero este ejercicio también requiere un conocimiento
o doctrina para distinguir entre la doctrina que es de Dios y
las doctrinas o enseñanzas de los malos espíritus. Hay creyentes
que mediante el don de discernir los espíritus pueden detectar
qué clase de espíritu es el que está obrando. Luego existe una
prueba de los espíritus, la cual es doctrinal. En el primer caso
el creyente puede saber por el espíritu de discernimiento, que
hay uno o más espíritus mentirosos en una reunión o en una persona,
pero sin embargo no tiene el entendimiento necesario para probar
las doctrinas que presenta un maestro de la Biblia. En ambos casos
necesita conocimiento, ya sea para distinguir un espíritu mentiroso,
(Aunque todas las apariencias sean contrarias), como para saber
con certeza que la enseñanza impartida proviene de Dios.
En la obediencia personal a Dios el
creyente puede detectar si está obedeciendo a Dios en algún “mandamiento”,
juzgando los frutos o consecuencias que este tiene y poniéndolo
en armonía con el carácter de Dios. Para ello ha de ponerlo frente
a estas verdades: a) Dios siempre tiene un propósito en sus mandamientos,
y b) Él nunca ordenará algo que no esté en armonía con su carácter
y su palabra.
Para discernir mejor la obra y los
métodos de los malos espíritus es necesario un examen cuidadoso
de las teorías, expresiones y conceptos modernos que tienen que
ver con las cosas de Dios y su manera de obrar en el hombre. Sólo
la verdad de Dios puede proporcionar la protección necesaria para
el conflicto con los espíritus malignos en esferas celestiales.
Todo lo que sea en algún grado el producto
o resultado de la mente del “hombre natural”, no serán sino armas
inútiles en esta colosal batalla, y si nos confiamos en “las verdades”
que dicen los demás, o en las que nosotros pensamos, Satanás usará
estas mismas cosas para engañarnos. Puede que trate de “construirnos”
una teoría o doctrina sobre esas cosas y por medio de ellas encubrir
sus mentiras y llevar a cabo sus funestos propósitos.
Por tanto no podemos nunca llegar a
apreciar la importancia de que haya creyentes que tengan la mente
abierta y ejercitada para examinar todas las cosas que tienen
que ver con las verdades de Dios y el mundo espiritual. Cualquier
interpretación errónea de la verdad tendrá consecuencias muy peligrosas
tanto para nosotros mismos como para los demás, principalmente
en estos tiempos difíciles que la Iglesia de Cristo está atravesando.
Puesto que en los “últimos tiempos” Satanás vendrá con engaños
en forma de doctrina los creyentes hemos de examinarlo todo cuidadosamente
para saber si viene de los emisarios del engañador.
El apóstol Pablo urge a los creyentes
a examinar una y otra vez las cosas espirituales. 1 Corintios
2:14 dice: …Pero el hombre natural no percibe las cosas que
son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las
puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. Este
examen o juicio espiritual se menciona en conexión con las cosas
que son del Espíritu de Dios, mostrando de esta manera cómo Dios
mismo honra la personificación inteligente de este hombre que
Él ha regenerado en Cristo. Él mismo es quien invita a “juzgar”
o “examinar” sus propias obras por medio de su espíritu, de manera
que aún las “cosas que son del Espíritu” no han de recibirse sin
antes ser examinadas y “discernidas espiritualmente”, para asegurarse
que vienen de Dios. Por eso cuando en los días de hoy se dice
que no es necesario que el creyente entienda o pueda explicar
las cosas de Dios se está afirmando algo que va en contra la misma
declaración del apóstol que vimos en 1 Corintios 2:14. El creyente
debe rechazar aquellas cosas que en su juicio espiritual no puede
aceptar, hasta el tiempo cuando sea capaz de discernir con claridad
cuales son las cosas de Dios.
No sólo el creyente debe discernir
o juzgar las cosas del espíritu o del reino espiritual, sino que
también debe juzgarse a sí mismo: 1 Corintios 11:31 dice: Si,
pues, nos examinamos a nosotros mismos, no seríamos juzgados.
Esto es: no tendríamos necesidad de que el Señor tuviera que
traer a la luz las cosas en las que nosotros hemos fracasado al
discernirlas por discriminación. La palabra “examinar” en el original
significa hacerlo “a través de una investigación”.
(1 Corintios 14: 20)= Hermanos, no seáis niños
en el modo de pensar, sino sed niños en la malicia, pero maduros
en el modo de pensar. Así escribió el apóstol a los corintios
cuando les explicaba cuál era la manera de obrar del Espíritu
Santo para con ellos. En su mente el creyente tiene que ser “maduro”
y examinar o poner a prueba, todas las cosas. El creyente
de hoy ha de tener sus facultades mentales maduras y bien despiertas,
tal como se lo expresa en Filipenses 1:10: Para que aprobéis
lo mejor, a fin de que seáis sinceros e irreprensibles para el
día de Cristo.
De acuerdo con estas directivas de
la palabra de Dios y en vista de los días tan críticos que estamos
viviendo cada expresión, “visión” o teoría que sostenemos concerniente
a las cosas espirituales ha de ser examinada con todo cuidado
y puesta a prueba. Esto debe hacerse con el deseo abierto y honesto
de querer conocer la verdad de Dios, así como cada declaración
que llega a nuestro conocimiento de parte de las experiencias
de los otros, y que puede arrojar luz en nuestro camino. Cada
crítica, justa o injusta, debería examinarse para ver cual es
su verdadero terreno si aparente o real, y lo mismo debe hacerse
con cada aspecto de la iglesia de Dios para saber si está fundamentado
sobre la palabra o falsas concepciones. El conocimiento de la
verdad es esencial para la lucha con los espíritus mentirosos
de Satanás. Hemos de asimilar este conocimiento de la verdad misma
de las Escrituras; una verdad sin mutilaciones, sin diluciones,
sin adiciones ni cambios de ninguna especie.
Hay un principio fundamental que tiene
que ver con el poder libertador de la verdad en cuanto a las mentiras
y los engaños del diablo. La liberación de creer a la mentira
debe de venir por creer a la verdad. Nada sino la verdad puede
destronar a la mentira. Juan 8:32 nos dice: …y conoceréis la
verdad y la verdad os hará libres… Esta declaración se aplica
a cada aspecto de la verdad, en general, así como también a la
verdad que enseñaba el Señor en ocasión de pronunciar estas palabras.
Si el hombre ha de ser salvo, la primera
verdad que tiene que conocer es la del Evangelio. Cristo es el
Salvador, pero Él salva usando medios o instrumentos, si el creyente
necesita libertad debe pedirla al Hijo de Dios. ¿Cuál es la manera
de liberar de Cristo? Por medio del Espíritu Santo y a su vez
el Espíritu lo hace tomando como instrumento la verdad. Es decir
que la libertad es el don del Hijo por medio del Espíritu obrando
a través de la verdad.
Los que te describiré a continuación,
son los tres estados fundamentales de captación de la verdad:
1)= Percepción de la verdad por medio del entendimiento. 2)= Percepción
de la verdad para su uso y aplicación personal. 3)= percepción
de la verdad para su enseñanza y comunicación a los demás. La
verdad que parece no haberse asimilado permanece, sin embargo,
latente en la mente y en la hora de necesidad emerge de pronto
al plano de la experiencia.
La gran necesidad de todos los creyentes
es la de buscar la verdad para su liberación progresiva de las
mentiras de Satanás. Si los que oyen la verdad la resisten o se
rebelan contra ella podemos entonces dejarla bajo la responsabilidad
y el cuidado del Espíritu de Verdad. Aun en aquellos casos en
que la persona se ha resistido a la verdad, ésta, por lo menos,
ha tocado su mente, y en cualquier momento puede fructificar y
emerger a la esfera de la experiencia.
Hay tres actitudes de la mente en cuanto
al conocimiento: 1)= La asunción de saber algo. 2)= La neutralidad
hacia ello: “todavía no lo sé”. 3)= La certeza de un conocimiento
real. Estos tres puntos, por ejemplo, se aplican a lo que la gente
opinaba del Señor Jesucristo. Algunos decían: “es un falso profeta”,
con una presunción de conocimiento; otros decían: “no sabemos”,
asumiendo una posición de neutralidad hasta que supieron quién
era, pero Pedro dijo: “Sabemos…” Y él era quien tenía el conocimiento
verdadero.
Cuando los creyentes escuchan por primera
vez la posibilidad de que los espíritus engañadores falsifican
las doctrinas y las obras de Dios casi siempre preguntan: ¿Cómo
sabremos quién es quien? En primer lugar, para ellos es suficiente
saber que tales falsificaciones son perfectamente factibles, luego,
a medida que van madurando, deben buscar luz de parte de Dios
y aprender a conocerse a sí mismos de una manera como ningún otro
puede hacerlo. Sin embargo, a pesar de que algunos de ellos son
bastante crecidos espiritualmente todavía se preguntan: “¿Cómo
podremos saberlo?” Lo que deberían hacer como primera medida es
mantenerse neutrales hacia todas las manifestaciones sobrenaturales
que les sean concedidas.
Entre muchos creyentes hay un deseo
exagerado o erróneo en cuanto a saber más, pues piensan que el
conocimiento de por sí es suficiente para salvarles. Creen que
deben de tener una actitud de pro o de contra hacia lo que no
pueden decidir si es de Dios o del diablo, deseando saber en forma
inmediata e infalible quien es quien para poder aclarar su posición.
Uno de los efectos devastadores de esa ansiedad desmedida es una
impaciencia, preocupación y turbación que ocasiona una baja importante
en la moral del creyente. Cuando se trata de buscar una “bendición”
es importante cuidar de no destruir otra. Al buscar conocimiento
en cuanto a las cosas espirituales el creyente no debe perder
su calma y descanso en la fe, puesto que Satanás podría aprovechar
esta ventaja para robar al creyente el poder moral durante el
tiempo en que él trata, afanosamente, de triunfar sobre el enemigo.
Asimismo, hay conceptos erróneos con
relación a la sangre de Cristo. Lo que la Biblia dice al respecto,
se puede resumir en: 1) La sangre de Cristo nos limpia de todo
pecado si “andamos a la luz” y “si confesamos nuestros pecados”.
2) Nos abre acceso al Padre por el poder que tiene para limpiar
el pecado. 3) La sangre es el terreno donde se afirma la victoria
contra Satanás, porque nos limpia de todo pecado confesado y porque
en el Calvario Satanás sufrió su aplastante derrota. Pero mucha
atención: Las Escrituras no dicen en ninguna parte que cualquiera
puede ponerse “bajo la sangre de Cristo” aparte de su voluntad
y de su condición individual ante Dios. Y le doy un ejemplo:
Si alguien invoca la sangre de Cristo en una reunión y una sola
persona le está dando terreno a Satanás, el haber clamado por
la sangre no impedirá que el diablo obre sobre el terreno a que
tiene derecho en esa persona. Mucha es la gente que, creyendo
estar a cubierto, se ha encontrado con amargas realidades sencillamente
por no haberse tomado el trabajo de escudriñar debidamente.
El otro concepto a ver es el de esperar
“que el Espíritu descienda”. La expresión de “esperar en el Señor”
del Antiguo Testamento ha sido aplicada equivocadamente en el
Nuevo Testamento. Tanto que en muchos sitios, lamentablemente,
luego de esperar meses y hasta años, los que han “descendido”
fueron espíritus engañadores. ¿Qué pasó? LO que la Biblia dice
al respecto, se puede resumir así: 1) Los discípulos esperaron
diez días, pero la Biblia no dice que lo hayan hecho de manera
pasiva, sin hacer nada. Es notorio que estuvieron, por lo menos,
orando. 2) La orden de esperar dada por el mismo Señor no fue
llevada a cabo en la presente dispensación después de la venida
del Espíritu, puesto que en ningún momento, ni en los Hechos ni
en las epístolas, los apóstoles pidieron a los discípulos que
“esperaran” al Espíritu, sino que usaron la palabra “recibir”
en cada caso. Y la palabra griega usada para RECIBIR tiene la
fuerza del término Asir, es decir: que es todo lo contrario a
una actitud pasiva.
Otro de los peligros es el inventar
o preconcebir ciertas frases para describir alguna experiencia
especial y el uso de palabras no claras entre los hijos de Dios
más recientes, tales como “posesión”, “iluminación”, “control”,
“rendirse a” y otras en relación a las cosas espirituales. Lo
que sucede es que su interpretación en la mente de muchos creyentes
resulta distorsionada. Esto los predispone a cierta condición
en la cual los espíritus malignos entren a “controlar” a aquellos
que se “rindan” a los poderes del mundo espiritual y que por falta
de madurez y conocimiento no sepan discernir entre las obras de
Dios y las del diablo.
Algunos conceptos preconcebidos sobre
la manera en que Dios obra también pueden dar una oportunidad
a los espíritus malignos, así como, por ejemplo, cuando un creyente
se ve impulsado o compelido a actuar y dice que lo hizo porque
Dios lo estaba “guiando”. También hay quienes afirman que si Dios
puede traer a nuestra memoria o nuestro “recuerdo” todas las cosas,
no necesitamos usar en absoluto nuestra memoria. Otros pensamientos
que pueden ponernos en la condición pasiva que los espíritus malignos
buscan para obrar a su antojo son, por ejemplo, las siguientes:
1)= “Cristo vive en mí” Yo ya no vivo
en absoluto. 2)= “Cristo vive en mí”; he perdido mi personalidad,
porque ahora Cristo está en mí en una forma personal. 3)= “Dios
obra en mí”; yo no necesito obrar ni actuar en absoluto, sino
solamente rendirme y obedecerle. 4)= Yo no ejerzo mi voluntad,
Dios la ejerce en mi lugar. 5)= “Dios es el único que puede juzgar”,
por tanto no debo usar mi facultad de juicio. 6)= “Yo tengo la
mente de Cristo”, así que ya no tengo más mi propia mente ni la
uso para nada. 7)= “Dios me habla”, de manera que ya no debo “pensar”
ni “razonar”, sino sólo “obedecer” lo que Él quiera que yo haga.
8)= “Yo espero en Dios”, y no debo actuar hasta que Él me mueva.
9)= “Dios me revela su voluntad por medio de visiones”, de forma
que no necesito tomar decisiones ni usar mi razón o mi conciencia.
10)= “Con Cristo estoy juntamente crucificado”, y por lo tanto,
estoy muerto y debo “practicar” esa muerte, entregándome a una
pasividad total en pensamiento, sentimientos, emociones, etc.
Para poder llevar a la práctica estos
variados y confusos conceptos acerca de la verdad el creyente
se ve obligado a anular toda acción personal de su mente, juicio,
razonamiento, voluntad y actividad, porque supone que la “vida
divina” está fluyendo a través de él. Sin embargo, la verdad es
otra muy distinta. Dios necesita la completa liberación de las
facultades del hombre y la activa cooperación de su voluntad para
llevar a cabo en el terreno de la experiencia todas estas verdades
espirituales. En vista de todo lo comentado, ¿Cuál será, entonces,
la condición o condiciones para estar a salvo del engaño de los
espíritus malignos? 1) El conocimiento de que existen. 2) Aceptar
de que pueden engañar a cualquiera, aún a los más crecidos. 3)
Tener un entendimiento cabal del terreno que necesitan a los fines
de no dárselos. 4) Tener un conocimiento inteligente de Dios y
de cómo cooperar con Él para que el poder del Espíritu Santo obre
en nuestras vidas.
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