DIOS SÍ PROSPERA A ALGUNOS EN LA IGLESIA
Esto nos lleva a otro punto. Aunque Dios no promete que cada cristiano prospere económicamente, es evidente que Dios si escoge esto para algunos de sus hijos. Como Gayo, Dios escoge confiar a algunos de sus hijos una prosperidad material. Pero la razón por la que lo hace es, otra vez, no para que acumulen tesoros en la tierra, o para que usen lo que Dios les ha dado para egoístamente mejorar su nivel de vida y vivir en lujo, sino para que ellos, como Gayo, puedan usar lo que Dios les ha dado para ayudar a otros y contribuir a la obra del Señor. Y por eso, el Apóstol Pablo dijo al joven predicador Timoteo: “A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos; atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna” (1 Tim.6:17-19). Pablo no le dice que reprenda a los que son ricos sólo porque son ricos, ya que no es un pecado en sí mismo ser rico, pero él le dice a Timoteo que les mande a no ser orgullosos por sus riquezas, a no confiar en sus riquezas, sino que sean ricos en buenas obras, dando generosamente. Esta es la razón por la cual Dios escoge a prosperar económicamente a algunos en la Iglesia—para que puedan ser generosos con lo que tienen y ayudar a los pobres, las viudas y huérfanos, para que den a los necesitados, y financiar a los obreros del Evangelio y misioneros.
La esencia del segundo más grande mandamiento es esta: amar a nuestro prójimo como nosotros (Mat.22:39). Los que son económicamente prósperos en la Iglesia, por la voluntad soberana de Dios, son llamados a mostrar con su dinero y bienes materiales que aman a sus prójimos como a sí mismos. Lo que hacen con su dinero demuestra cuanto aman a sus prójimos. Si están viviendo en lujo excesivo y costoso más allá de lo que es razonable según el estándar de vida promedio, y ven que otros hermanos o misioneros tienen necesidad pero no les dan, entonces eso prueba que ellos se aman más a sí mismos que a otros. “Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad” (1 Juan 3:17-18). De hecho, de los que vienen a Cristo y se convierten, aquellos que poseen cosas del mundo que son extravagantes y excesivamente lujosas son mandados a vender sus abundancias y distribuirlas entre los pobres y necesitados en la Iglesia. Esto es exactamente lo que el Señor le dijo al hombre rico (Mar. 10:17-25) y a todos los discípulos (Luc.12:33). Si rehusaban deshacerse de las cosas extravagantes de este mundo por Cristo, entonces no eran dignos de ser seguidores de Jesús (Luc.14:33). El no querer dejar los lujos extravagantes y abundancia demuestra que aman a las cosas de este mundo, ya que no quieren deshacerse de tales cosas por amor a Cristo. “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él” (1 Juan 2:15). Esto no significa que Dios quiera que vivamos sin que nuestras necesidades sean suplidas, porque Dios sí promete suplirlas, lo que pasa es que el Señor quiere que obedezcamos la verdad en amor y que demos a los hermanos que verdaderamente están en necesidad de nuestra abundancia, para que haya igualdad entre los hermanos (2 Cor.8:14) y amor evidente mostrado a todos los santos (Luc.10:30-36).
EL DINERO ES LA IDEA DE DIOS
Es verdad que Jesús con frecuencia hablaba del dinero y las cosas materiales, pero lo que los predicadores de prosperidad no te van a decir es que cuando Él hablaba de este tema casi siempre hablaba en contra de ello, esto es, en contra de desear estas cosas en cualquier forma, porque el Señor Jesús sabía que la “raíz de todos los males es el amor al dinero” (1 Tim.6:10). Él sabía que el dinero compite por el corazón y los afectos y la devoción del hombre en una forma que ninguna otra cosa lo hace y, debido a eso, Él advirtió constantemente que era una trampa lista para atrapar el alma de cualquier hombre en cualquier momento. Él sabía que el deseo por el dinero y las cosas materiales causaría que muchos de Sus supuestos seguidores tropiecen y caigan y, al final, pierdan sus almas. ¿Entonces significa esto que Jesús aborrece el dinero en sí mismo? No. El dinero fue la idea de Dios. Él es el que creó el mundo y todo dentro de ello y decretó que el sistema monetario opere en esta tierra. Por lo tanto sí, el dinero es Su idea. ¿Entonces por qué lo decretó? Por esta razón: para probar los corazones de los hombres y especialmente los corazones de Su pueblo. Dios nos da dinero para probarnos y ver si vamos a estar dedicados al dinero o dedicados e Él. Dios puede dar a algunos creyentes una abundancia de dinero, no para que sean egoístas y lo gasten todo en sí mismos, pero para que por la forma que gasten su dinero puedan mostrar al mundo que Dios es su Dios y no el dinero. El diseño de Dios es que tengamos la oportunidad de magnificarlo por usar lo que Él nos ha dado en una forma que glorifica Su nombre y demuestre Su amor. Entonces, querido cristiano— ¿Muestras tú al mundo por la forma que gastas tu dinero que Dios tiene el primer lugar de devoción en tu vida? ¿O muestras que lo de mayor importancia en tu vida eres tú y tus comodidades y deseos egoístas?
LA AVARICIA ES IDOLATRÍA
La Palabra de Dios está llena de advertencias contra la avaricia [o codicia] en el Antiguo y el Nuevo Testamento; sin embargo, a pesar de estas advertencias claras, muchos de los que dicen ser “cristianos” viven estilos de vida que no pueden ser definidos de ninguna otra manera, salvo “codiciosos.” De hecho, aunque ellos no digan que son codiciosos, muchos de ellos admitirán abiertamente que sí lo son por la misma definición de la palabra. La palabra “codiciar” significa literalmente “desear o apetecer una cosa.” Significa lo mismo en hebreo y griego, los idiomas que fueron usados para escribir el Antiguo y el Nuevo Testamento. Entonces, cuando uno que profesa ser cristiano ve un coche bonito pasando por la calle y expresa su deseo de tener uno para sí mismo, está codiciando. Cuando uno que profesa ser cristiano dice que quiere más dinero o cosas materiales para almacenar para sí mismo o su familia, y verdaderamente desea tales cosas en su corazón, entonces está codiciando. Codiciar algo, significa que lo deseamos tener. Esto insinúa que no estamos contentos con lo que tenemos, que no estamos completamente satisfechos con el Señor y lo que Él nos ha dado, y que necesitamos algo más para satisfacernos. Por lo tanto, viendo la definición de este término, vemos que muchos de nosotros en la Iglesia somos culpables de codiciar—en querer un mejor auto, una casa mejor, una cuenta de banco más grande, en querer aumentar nuestro valor económico. Esto es en verdad un pecado en los ojos de Dios, y no es cualquier pecado, sino uno extremadamente peligroso. La Palabra de Dios nos manda a poner a muerte este pecado y nos da unas advertencias solemnes contra ello: “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia” (Col.3:5-6). Aquí el pecado de la codicia (avaricia) está agrupado en el mismo nivel que la fornicación, la lascivia y el practicar inmoralidad. Somos ordenados a matar cualquier deseo codicioso que encontremos en nosotros. Esta “ira” es la destrucción y el castigo eterno en el Infierno. Así de serio es el pecado de la codicia en los ojos de Dios. No importa si alguien dice que es “cristiano”, no importa si alguien es un predicador, no importa si tienen un ministerio grande con mucha gente; si tienen un corazón codicioso van a experimentar la ira de un Dios Santo contra este pecado. Dios aborrece la codicia tanto como aborrece la fornicación y el homicidio. Y nota que las Escrituras dicen: “…y avaricia, que es idolatría.” Llama la avaricia “idolatría”. Esto es específicamente significante porque la idolatría es un pecado que Dios en particular aborrece. El Señor nos dice que Él es un Dios celoso y que no compartirá Su gloria con nada y nadie. Él exige nuestra entera y absoluta devoción y lo provocamos a celos cuando deseamos algo en lugar que Él. Los que desean aumentar su valor económico y ansían las cosas de este mundo son idólatras ante los ojos de Dios. Muchos cristianos admiran a estos famosos predicadores con grandes ministerios que están viviendo en lujo y en extravagante opulencia, que dicen abiertamente que quieren más dinero y constantemente piden dinero al público. Muchos cristianos los miran como grandes hombres de Dios, pero el verdadero Dios del Cielo los mira como idólatras provocándole a celos por promover y aferrarse a las riquezas.
Una Escritura particularmente informativa acerca de este tema se encuentra en Hebreos 13:5: “Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré.” Esto nos manda a tener nuestra conducta libre del deseo para el dinero o cosas materiales y, al contrario, nos manda a estar “contentos con lo que tenéis.” En otras palabras, o somos uno o el otro; o somos contentos con lo que tenemos, o somos avaros. No hay una posición intermedia, no podemos servir a Dios y las riquezas. Solo podemos estar contentos en Jesús, y en el amor de Dios, porque el Señor nos ha prometido nunca dejarnos o desampararnos. Nuestra satisfacción, gozo, placer y felicidad deben estar solamente en Él y no en las cosas de este mundo. Dios no quiere que estemos miserables en nuestra pobreza (si Él ha designado esto para nosotros); ¡en lugar, Él quiere que nos gloriemos y gocemos en esto porque, aunque tengamos poco o mucho, estamos contentos con conocerle! ¡De hecho, esto fue escrito a los cristianos hebreos que recién habían sufrido la pérdida de sus bienes materiales! El autor de esta carta les dice: “…el despojo de vuestros bienes sufristeis con gozo, sabiendo que tenéis en vosotros una mejor y perdurable herencia en los cielos” (Heb.10:34). Ellos podían sufrir la pérdida de todas las cosas y tomarlo con gozo sin codiciar, sabiendo que tenían una posesión más grande en el Cielo esperándolos, siendo contentos con el amor de Cristo en sus corazones. El Apóstol Pablo escribió a los corintios, diciendo: “Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis. Porque ¿qué razón tendría yo para juzgar a los que están fuera? ¿No juzgáis vosotros a los que están dentro?” (1 Cor.5:11-12). El nos dice claramente que no debemos tener compañerismo con uno que profesa ser cristiano que es codicioso. Es un pecado tan serio que excluye a uno de poder congregarse con la Iglesia. Observemos esto y diremos que debe haber alguna forma de reconocer si alguien es codicioso. Debe haber una base legal para juzgar (tomar un juicio justo basado en el fruto evidente en la vida de alguno, comparándola con lo que dice la Palabra de Dios). Obviamente, somos llamados a reconocer aquellos en la Iglesia que desean tener más dinero o ingresos económicos—que constantemente desean más, que están viviendo vidas extravagantes con abundantes riquezas—y advertirles duramente con la Palabra de Dios, y si no se arrepienten, debemos terminar nuestro compañerismo con ellos. ¿Por qué no se practica esto en la Iglesia hoy en día? ¿Por qué aprueban el pecado de la avaricia e incluso lo promueven desde el púlpito con numerosas solicitudes a la gente que den, den y den? ¡Lejos de ser expulsada de la Iglesia, la avaricia es a menudo promovida en la Iglesia!
Estos predicadores de prosperidad dicen que son los verdaderos siervos de Dios. ¿Pero a que “dios” sirven? Solo porque dicen que sirven al Señor e invocan el nombre de Jesús no significa que verdaderamente han sido enviados por Dios. “Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz. Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras” (2 Cor.11:14-15). En Éxodo 32, los hijos de Israel tomaron todo su oro e hicieron un ídolo. Hicieron un becerro de oro para ellos mismos y dijeron: “Este es tu dios, Israel, que te ha sacado de la tierra de Egipto.” Hasta lo llamaron “Jehová” (Exo.32:5). Pero a pesar de que lo llamaron “Jehová” y lo adoraron como el dios que les libró de Egipto, solo era un ídolo y el furor de Dios se encendió contra ellos. Esto es exactamente lo que está sucediendo en una gran parte de la Iglesia hoy en día. Los predicadores de prosperidad y los líderes engañados han tomado el dinero y el oro y han formado un dios para sí mismos y sus congregaciones, y han clamado por todo el mundo: “¡Este es tu dios, Iglesia! Dicen que sirven al Dios verdadero, “Jehová”, pero en realidad sirven a un ídolo de oro y materialismo. Están sirviendo a otro dios, el dios de las riquezas. Ellos sirven a “otro Jesús” y tienen “otro espíritu” y predican “otro evangelio”, y justo como el Apóstol Pablo dijo, la gente los recibe bien (2 Cor.11:4).
EL ORIGEN DEL EVANGELIO DE LA PROSPERIDAD. Si la Palabra de Dios no enseña este mensaje moderno de la prosperidad económica y del vivir cómodo y abundante, entonces de donde vino este mensaje? Bueno, podemos decir que tiene dos orígenes: uno es sobrenatural; el otro es natural.
El origen sobrenatural de las doctrinas de la prosperidad económica viene de las profundidades del Infierno. Es una “doctrina de demonios” enviada para engañar al pueblo de Dios con el fin de alejar sus corazones de la devoción entera hacia el Señor y hacerles poner sus afectos en las cosas terrenales, sofocando su espiritualidad y causando que se prostituyan con ídolos de avaricia. Fue diseñada por las huestes del Infierno para ser un tropiezo y traer reproche sobre la Iglesia, porque cuando muchos de los incrédulos ven a predicadores promoviendo las doctrinas de prosperidad y las ideas de la abundancia terrenal, les causa a alejarse de la Iglesia e incluso blasfemar el camino de la verdad (2 Ped.2:1-2). Está diseñada para plantar semillas de avaricia en los corazones de las personas que están buscando a Dios, y a través de la avaricia condenar sus almas, porque ningún avaro heredará el Reino de Dios (1 Cor.6:9-10). Este es un truco perfecto de las huestes de Satanás, porque es tan engañoso y sutil. El pecado de la avaricia puede estar escondido en las profundidades del corazón de una persona, aún si no son materialmente ricos en esta tierra. Y alguien puede estar entregado a la codicia sin saberlo, tratando de servir a Dios y las riquezas al mismo tiempo, estando bajo la ira de Dios aún mientras profesan amarle. El origen natural de las doctrinas de la prosperidad económica viene de la mitad de los 1900s. El origen principal puede ser atribuido a un predicador famoso llamado Kenneth Hagin (fundador del Instituto Bíblico Rhema que aún hoy sigue promoviendo esta doctrina). Él fue el primero en popularizar la doctrina y fue unas de las razones principales que esta doctrina se propagó por todo el mundo, debido a que él estaba en una posición muy influyente dentro la iglesia carismática. Él afirmaba tener revelación especial de Dios en este tema, y muchos otros temas también—incluso diciendo cosas tan heréticas como que Jesús sufrió en el Infierno y que ahí fue torturado por Satanás. Kenneth Hagin fue un “padre espiritual” a otros predicadores famosos que más adelante tendrían unos de los más grandes ministerios de la tele en el mundo. Él enseñó a estos predicadores las doctrinas de la prosperidad, y ellos sucesivamente se pondrían delante de enormes audiencias y por la televisión difundirían la idea que Dios quiere que estemos económicamente prósperos y ricos.
Estos predicadores todavía están en la televisión cristiana promoviendo estas doctrinas y una gran parte del mundo los admira porque tienen ministerios grandes y supuestamente “exitosos.” Ahora, donde haya satélites transmitiendo la televisión cristiana a las casas de cristianos y pastores, puedes casi suponer que alguien en ese hogar cree en las doctrinas de la prosperidad. A través de los medios de estos predicadores muy influyentes y de la emisión internacional en la tele, estas falsas doctrinas se han difundido por todo el mundo e infiltrado mucho de la iglesia. Es interesante notar que, en lugares en el mundo donde no hay programas cristianos en la tele, no encontrarás ningún cristiano que cree en las doctrinas de prosperidad; esto muestra que los que creen en esto lo reciben de la tele y de los predicadores apóstatas y no de la Palabra de Dios.
Es interesante notar también que antes de que el proponente principal de estas enseñanzas, Kenneth Hagin, falleciera, se arrepintió públicamente de promover tanto las doctrinas de prosperidad. Escribió un libro en sus últimos días en el cual abiertamente reconoció su error en promover la prosperidad económica al nivel que lo hizo. Mando copias a los predicadores que él había discipulado que todavía estaban enseñado esto en la tele, y les dijo que había estado equivocado y que ellos tomaron su mensaje a un extremo y cayeron en las trampas de la avaricia y necesitaban dejar de hacer esto. Desafortunadamente, ellos no le hicieron caso, y todavía están en la tele promoviendo tales falsas doctrinas. Cuídense de los canales “cristianos” de la tele—son los más grandes promotores de falsas doctrinas en la faz del mundo, hay tantas falsas enseñanzas sobre el dinero y prosperidad que es mejor no verlos. También, necesitamos reconocer que nadie creyó, inventó ni promovió las doctrinas de la prosperidad económica hasta el Siglo 20. ¡Esto significa que esta doctrina estaba ausente por casi 2.000 años de historia cristiana! Por casi 2.000 años, ha habido muchos hombres de Dios y predicadores y maestros en la Iglesia que escribieron comentarios extensivos y predicaron innumerables sermones; sin embargo, no hay siquiera un rastro de evidencia que ellos jamás creyeron ni mencionara tales doctrinas. No existían en la Iglesia. Y podemos decir con toda seguridad que si no se ha encontrado una doctrina o práctica en la Iglesia por 2.000 años, es una “nueva cosa” y por lo tanto debe ser falso, porque no habrá una “nueva cosa” en la Iglesia ya que el canon de la Escritura está completo y el Libro de Dios es un libro cerrado. Todas las doctrinas ya están establecidas en la Palabra completada (2 Tes.2:15, Apoc.22:18-19). Habrán revelaciones y profecías continuas en la Iglesia en cuanto a las cosas temporales (como una palabra acerca de la voluntad de Dios para un individuo, una advertencia en una visión o un sueño, comprensión sobrenatural de misterios divinos confirmados por la Palabra de Dios como acerca de los eventos de los últimos tiempos y como específicamente ocurrirán, etc.) pero las doctrinas de la Escritura son completas y enteras y nunca habrá nada que se añada o se quite de ellas. Si no se puede encontrar la doctrina en 2.000 años de la Iglesia cristiana, entonces tiene que ser falso.
Además, hay volúmenes y volúmenes de obras de los líderes en la Iglesia temprana de los 2dos y 3ros Siglos. Ellos fueron pastores y predicadores de la Iglesia primitiva que fueron ancianos durante los tiempos inmediatos siguiendo lo que está registrado en el Nuevo Testamento (sus obras se encuentran en los volúmenes de los “Padres Ante-Nicenos”). Estos líderes de la Iglesia temprana en realidad hablan bastante acerca de la prosperidad económica, pero nunca en una manera favorable. Hablaron de la abundancia económica en la vida de un cristiano, no tanto como una bendición, sino como un lazo. Ellos lo vieron más como una trampa que una bendición porque los que tienen una abundancia de finanzas y valor económico en este mundo se encuentran en muchas más tentaciones a amar al mundo y vivir en el placer egoísta que aquellos que no tienen tanto. Aquellos que tienen mucho se encuentran en muchas tentaciones a acumular tesoros en esta tierra para sí mismos, a vivir egoístamente y en comodidad, y encuentran más difícil negarse a sí mismos, tomar sus cruces, y seguir a Jesús en el camino angosto de la adversidad porque tienen tanta tentación a disfrutar de sus bienes en lugar de renunciarlos como Jesús nos mandó (Luc.14:33) y disfrutar solamente de Dios.
LA VERDADERA PROSPERIDAD NO ES DE ESTE MUNDO
Mientras el Nuevo Testamento de nuestro Señor Jesucristo no promete prosperidad terrenal y la abundancia económica a cada persona que es salvo, ¡si promueve la prosperidad celestial y la abundancia espiritual a cada creyente! “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo” (Ef.1:3). Esto es mucho mejor que las meras riquezas temporales y materiales en la tierra. Nuestras vidas se están gastando en esta tierra y pronto se acabarán. Estaremos en la eternidad donde sólo lo que es eterno permanecerá. Lo verdaderamente importante son las riquezas eternas. Debemos enfocarnos en recibir, no la prosperidad terrenal, sino la celestial, acumular tesoros en el Cielo, y ser ricos en todas las cosas espirituales en Cristo Jesús. “Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (Mar.8:36).
NECESITA HABER ARREPENTIMIENTO DONDE EL ERROR HA SIDO PROMOVIDO
Si tú, querido hermano, eres culpable de buscar las cosas de la tierra, sabes lo que tienes que hacer. Algunos pastores que han promovido estas doctrinas en sus iglesias necesitan arrepentirse y renunciar sus falsas doctrinas en frente de sus congregaciones y empezar enseñando la verdad. Algunos que fueron entregados a la avaricia necesitan confesar sus pecados y bajarse de sus posiciones de liderazgo porque es una descalificación que un Anciano en la Iglesia sea “codicioso de torpes ganancias” (1 Tim.3:3). Tendrán que pagar un costo alto y requiere mucha humildad confesar sus errores públicamente, pero el Señor les recompensará si lo hacen. Viene un tiempo cuando tienes que contar el costo, y determinar si vas a obedecer al Señor y poner las cosas bien, o si vas a rebelarte y aferrarte a tus tradiciones y dogmas y rechazar la Palabra de Dios, y al final ser rechazado por el Señor mismo. ¿Entonces cuál será? ¡Escoge hoy día a quién vas a servir, a Dios o las riquezas! ¡No puedes servir a ambos!
APÁRTATE DE LOS FALSOS MAESTROS
El Apóstol Pablo llama las falsas enseñanzas de los predicadores de prosperidad “disputas necias de hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia; apártate de los tales” (1 Tim 6:5). Pablo dice que estos hombres toman la piedad como fuente de ganancia. Ellos dicen que mientras más piadoso seas, más es la ganancia que vas a obtener. Dicen que si verdaderamente tienes fe y eres piadoso, serás próspero económicamente. ¡Pero esto es necio y corrupto según el Apóstol! ¡Y las Escrituras nos mandan a apartarnos de tales predicadores! ¿Te has alejado de estos falsos maestros? ¿O sigues escuchando sus enseñanzas y absorbiendo sus divagaciones impías que tuercen y adulteran las Escrituras? ¿Obedecerás la Palabra de Dios y saldrás “de en medio de ellos” (2 Cor. 6:17)?
El Apóstol continúa: “Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición” (1 Tim. 6:6-9). Somos llamados a estar contentos con nuestra situación, aún si no tenemos nada menos que la ropa que tenemos puesta y el alimento necesario para comer. Pero lo que quieren enriquecerse se apartan de la fe y caen en tentación y muchas codicias necias y se hunden en la destrucción. Ni siquiera dice que son ricos; dice que solamente desean ser ricos. Sin embargo estos predicadores de prosperidad admiten abiertamente que quieren más, que desean tener más abundantes finanzas y posesiones terrenales. Verdaderamente, por la admisión, por sus propias palabras, son privados de la verdad. El Apóstol Pedro nos advirtió de los falsos maestros en los últimos tiempos: “Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado, y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. Sobre los tales ya de largo tiempo la condenación no se tarda, y su perdición no se duerme.” (2 Ped.2:1-3). Examinemos lo que él está diciendo, un versículo a la vez, comparándolo con los predicadores de prosperidad que se han infiltrado en la Iglesia: Pedro dice que hubo falsos profetas en los antiguos tiempos, y que habrá falsos maestros entre nosotros. Entonces por esta declaración necesitamos prestar atención y reconocer que hay falsos maestros entre nosotros. Pedro dijo claramente que lo habrían, entonces significa lo hay. Por lo tanto, tenemos que entender que las Escrituras nos prometen que están con nosotros y nos advierten que necesitamos reconocerlos para no ser engañados por su astucia. Pedro dice que ellos encubiertamente introducen herejías destructoras, negando el Señor. Ya hemos visto que este “evangelio” de avaricia y prosperidad es una herejía destructiva debido a que hace que las personas codicien las cosas terrenales en sus corazones y provoca el celo de Dios, y las Escrituras dicen que el pecado de la avaricia es uno que condenará y excluirá a una persona del Reino de Dios. Esta herejía del “evangelio” de avaricia ha entrado secretamente dentro de la Iglesia porque viene disfrazado como algo bueno, vestido con terminología bíblica y Escrituras citadas fuera de contexto. Está encubierto porque el error es oculto a los ojos de la mayoría de las personas; no reconocen que es una herejía y encubiertamente los engaña. Estos falsos maestros no niegan al Señor en decir claramente: “Yo niego al Señor”—eso sería muy obvio. Ellos niegan al Señor por negar Sus verdaderas enseñanzas y por enseñar cosas que son contrarias a las que Él enseñaba. Al negar Su verdad, lo están negando a Él con sus enseñanzas y prácticas. Aunque profesan servirle con sus labios sus corazones están lejos de Él. Profesan amar al Señor con sus palabras pero lo niegan en sus corazones por amar las cosas de este mundo. Pedro dice que muchos seguirán sus disoluciones y por causa de ellos, las personas blasfemarán el camino de verdad. ¿No estamos viendo esto cumplido ante nuestros ojos? No hay pocos que siguen a estos predicadores de prosperidad, sino muchos— ¡multitudes sobre multitudes de personas! Y por sus divagaciones constantes que dicen que debemos ser ricos o económicamente prósperos, los que no son cristianos blasfeman el cristianismo y dicen: “Solo quieren dinero.” Pedro dice que estos falsos maestros, en su avaricia, nos explotarán y harán mercadería de nosotros con palabras fingidas. Esto es exactamente lo que los predicadores de prosperidad están haciendo. Son motivados por avaricia y un deseo de tener más dinero, y con esta motivación hacen solicitud tras solicitud para que sus audiencias les den más donaciones. Predican sermones enteros acerca de por qué debemos dar más dinero a sus ministerios. ¡Ellos ven a las personas en sus congregaciones como mercadería y dan grandes discursos acerca de por qué deben darles más dinero! Inventan truco tras truco para tratar de motivar a las personas que les den. ¡Es el colmo del engaño!
¡Por último, Pedro dice que su perdición no se duerme! Si aquellos que están usando las cosas de Dios para la ganancia financiera, y que están explotando el pueblo de Dios con discursos ingeniosos y palabras engañosas— ¡si estas personas no confiesan su pecado, se arrepienten, y permiten que la sangre de Jesús les limpie de toda avaricia, sin duda serán consumidos por la maldición del mismo hoyo de donde vienen sus falsas doctrinas! El Apóstol Pedro no está jugando con la falsa doctrina y la herejía, e incluso habla con un lenguaje inconfundible y severo contra estas cosas porque sabía que iban a engañar a muchas personas sinceras.
El profeta Isaías dijo: “Sus atalayas son ciegos, todos ellos ignorantes; todos ellos perros mudos, no pueden ladrar; soñolientos, echados, aman el dormir. Y esos perros comilones son insaciables; y los pastores mismos no saben entender; todos ellos siguen sus propios caminos, cada uno busca su propio provecho, cada uno por su lado.” (Isa.56:10-11). Este es el estado de estas iglesias donde los predicadores de prosperidad están pastoreando. Son tan ciegos e ignorantes que no pueden ver que el peligro se acerca ni reconocer los trucos sutiles del enemigo para engañar a la gente. Estos predicadores son perros mudos que no pueden ladrar; no dan ninguna advertencia que viene el peligro, no predican contra el pecado, advirtiendo a la gente que huya de la ira venidera. Raras veces predican acerca del Juicio o del Infierno. En lugar, están en un sueño espiritual y ellos mismos no están preparados para la venida del Señor. Les encanta dormir, les encanta su comodidad, prosperidad y vidas lujosas. Son perros comilones que nunca pueden tener suficiente mientras constantemente explotan a la gente para que contribuyan más y más a sus ministerios, acumulando más tesoros en la tierra y aumentando sus estilos de vida lujosos con más abundancia en el transcurso del tiempo. Ellos son pastores que no pueden entender las verdaderas cosas de Dios y que no están buscando el bienestar de las almas del rebaño al cual están predicando, sino que buscan constantemente sus propios intereses y ganancias egoístas. Esto es algo grave y terrible en la Iglesia moderna. Esto debe causar, por temor a Dios, que nos apartemos de aquellos que están pervirtiendo los caminos de verdad. Nos debe romper el corazón, y movernos a orar y esforzarnos a librar a nuestros hermanos de este engaño de los últimos tiempos. No nos atreveremos a comprometer nuestra postura contra este “evangelio” de avaricia cuando las Escrituras están tan claramente contra ello. Si lo hacemos, entonces nosotros también estamos en peligro de ser engañados, porque si fallamos en recibir y actuar según la luz que nos ha sido dada, aún lo que tenemos nos será quitado (Luc.8:18).
HABLEMOS LA VERDAD EN AMOR
o debemos hablar contra los falsos maestros con un espíritu malicioso; debe ser a través de un amor genuino por el Cuerpo de Cristo y para la verdad y la gloria de Dios. La Palabra de Dios nos manda a contender “ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Jud.3). Necesitamos amar a nuestros hermanos y hermanas tanto como para advertirles del peligro en que ellos están si están aceptando estas falsas doctrinas. ¿Si no les advertimos, como podemos decir que los amamos? ¿Amarás las almas de sinceros hombres y mujeres tanto como para tomar una postura firme contra estas falsas doctrinas y alejarte de sentarte bajo predicadores que promueven tales cosas? ¿Apagarás los programas de la tele donde estos predicadores están promoviendo sus doctrinas heréticas? ¿Y amarás a las personas tanto como para ir a ellos en humildad, con la Palabra de Dios como tu autoridad, y mostrarles el error de promover la ganancia financiera en el nombre de Cristo? Puede traer una espada entre tus relaciones con las personas, puede traer una espada entre tú y tu iglesia, o tú y tu pastor— ¡pero nunca comprometamos la verdad por el bien de tratar de preservar la supuesta unidad! La unidad genuina está basada en la verdad y nunca comprometerá la verdad en una doctrina esencial a fin de preservar una paz falsa. Jesús dijo: “No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa. El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí.” (Mat. 10:34-38). ¿Tomarás la espada de la verdad, que es la Palabra de Dios, y lucharás en amor contra estos demonios que se han infiltrado en la Iglesia? No siendo contencioso, ni teniendo un espíritu vengador, sino en verdadero y sincero amor y compasión corregir lo que es falso y dejar los resultados al Señor. No necesitamos preocuparnos de que si nos hacen caso o no, porque sólo somos llamados a ser fieles a la verdad. El Señor tiene el resto en sus manos. Hay que confiar en Él, obedecerle, y “limpiar la levadura entre nosotros” (1 Cor.5:7).
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