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Esta expresión es una de
las tantas del Señor Jesús, que sorprendió a aquellos que las oyeron,
aún a los que querían enredarle bajo preguntas capciosas y
malintencionadas.
Era el turno de los Herodianos, un partido político judío y adicto a
Herodes. Ellos a diferencia de los fariseos, defendían el asunto de la
tributación, sin embargo, ambos grupos se unen con el único y afanado
propósito de sorprender al Señor y lograr acusarle.
Sin duda, es sorprendente como la historia revela que cuando la religión
busca propósitos definidos, no escatima nada a fin de logar sus
mezquinos intereses, realidad que podemos ver en este preciso momento
en la religión actual.
Este episodio relata que los Herodianos tras una máscara de hipocresía,
tentaron al Señor para llevarle a declarar su posición respecto a la
tributación y acusarle, o de traidor a la ley de los hombres o en su
defecto, a la ley de Dios. No obstante, el Señor Jesucristo, cual Dios
soberano que conocía las intensiones de los corazones de los Herodianos,
les responde de una manera aguda y categórica, desactivando por
completo el detonante diabólico que traían, quedando finalmente
perplejos ante tan magistral y extraordinaria respuesta.
Lo trascendental de la respuesta del Señor Jesús cuyo contenido titula
este estudio, es que apunta a establecer el cisma y la separación
necesaria entre dos temas que en esencia son diametralmente opuestos, me
refiero, a Dios y al estado.
No puede haber ni unión, ni sociedad entre ambos caminos e intereses.
Uno conduce a la perdición y el otro a la salvación; uno es temporal y
el otro es eterno; uno proviene de la estructura humana y el otro desde
el cielo.
Ningún estado promueve los intereses puramente divinos y mezclar las
peras con las manzanas es lo más nefando que puede establecerse como
principio de sincretismo y que tristemente es lo que la historia revela
con marcas indelebles en la trayectoria de la iglesia.
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Nuestro Señor Jesucristo
jamás coqueteó con las autoridades como para conseguir sus objetivos,
situación tan habitual en el clero evangélico de la actualidad.
Desde siempre, los hombres de Dios nunca fueron apetecidos por los
gobernantes debido a que eran considerados como cismáticos y negativos,
solo vasta con recordar a Elías y su memorable discurso o al anónimo
Micaias quien anuncia la derrota de Acab (1 Reyes 18 y 22) Ambos siervos
de Dios y odiados por el estado.
De la misma forma, el Señor Jesucristo tuvo que resistir a uno de los
poderes fácticos más agazapados e hipócritas que el estado presenta: El
poder religioso. Si recordamos y repasamos el ministerio del Señor
Jesús, descubrimos que no fue el judío común y corriente que persiguió y
obstaculizó la tarea del Señor; no fue el agricultor, el ganadero o el
curtidor quien se levantó en contra de Jesús; fueron los religiosos que
tergiversaban el mensaje del Salvador, que lo calumniaban e que
incitaban al pueblo a irse en contra de su ministerio.
En una ocasión, vinieron algunos de los fariseos a advertir a Jesús a
que huyera porque Herodes le quería matar. Era Herodes Antipas,
“conocido por su astucia traicionera y por su vileza rastrera” (Com. M.
Henry), que se levantaba como una amenaza al Cristo Profeta, quien como
tal, le envía una misiva categórica y extremadamente aguda:
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“El les dijo: — Id y decid a aquella
zorra: He aquí echo fuera demonios y realizo sanidades hoy y mañana, y
al tercer día termino mi obra.” Lucas 13: 32
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Los fariseos,
acostumbrados a coquetear con las autoridades y de aprovechar coyunturas
políticas, le dicen a Jesús que huyera porque Herodes le quería matar,
no obstante, la respuesta del Señor fue una verdadera bofetada a los
religiosos y un solemne insulto al político de turno. Me parecería muy
extraño oír algún sermón con palabras tan fuertes y categóricas como las
de nuestro Señor Jesucristo, y sobre todo en este tiempo de tanta
dulzura y medias tintas de los predicadores.
Cristo nunca busco el beneplácito de las autoridades. Además, los mismos
religiosos confirmaban que el estatus, conocimiento y alta estirpe de
los gobernantes y del clero, jamás podrían creer en las enseñanzas de
Jesús.
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“¿Acaso ha creído en él alguno de
los gobernantes, o de los fariseos? Mas esta gente que no sabe la ley,
maldita es” Juan 7:48
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Para ellos, los que
seguían y creían en Jesús, eran gente vulgar, sin conocimiento y la
consideraban maldita. Ellos no estimaban las palabras de Jesús y ni
siquiera las analizaban según el mismo Nicodemo les enrostra.
¡Que mensaje menos apetecido! era el que escuchaban los hipócritas
fariseos. No existe el Jesús condescendiente ni diplomático, sino que
aquel cuya lengua incisiva y lacerante hablaba la verdad y solo la
verdad. No le importaba congraciarse con “César” porque su único
objetivo era someterse únicamente a la voluntad de su Padre.
Que distinto a lo que hoy se oye como mensajes neo evangélicos. Hoy no
se debe hablar fuerte para que nadie salga ofendido y el mensaje debe
estar recubierto con una mezcla de dulzura apetecible y diplomática so
pretexto de estrategia evangelística.
Cuando Jesús fue detenido, llegó el gran momento (humanamente hablando)
en que debía comparecer ante el procurador de Roma en Judea llamado
Poncio Pilato.
En esa peculiar entrevista, se revela indiscutiblemente la inocencia
política del Señor frente a las acusaciones que los religiosos le
hacían. Es en ese instante cuando El Señor nos deja una tremenda
enseñanza que con el tiempo se olvidó y que en la actualidad no es
aceptada.
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“Entonces le dijo Pilato: — ¿A mí no
me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y tengo autoridad
para Crucificarte? Respondió Jesús: — No tendrías ninguna autoridad
contra mí, si no te fuera dada de arriba” Juan 19:10-11
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Como podemos ver, frente
a tan seductora oferta que Pilato hacía, El Señor Jesús no claudica
ningún instante ante “César” como para promover un consenso o un acuerdo
ante aquel extremo conflicto. Por el contrario, la respuesta tuvo un
contenido desafiante que se proyectaba como una aguda espada directo
hacia el corazón del procurador:
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“No tendrías ninguna autoridad contra
mí, si no te fuera dada de arriba” Juan 19:10-11
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El Señor Jesús nos legó
un principio extraordinario en su incomprendida retórica frente a Poncio
Pilato:
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“Contestó Jesús: — Mi reino no es de
este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían
para que yo no fuera entregado a los judíos. Ahora, pues, mi reino no es
de aquí” Juan 18:36
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No podía ser de otra
forma. Jesús era Dios hecho carne y su misión era morir voluntariamente y
lo que en esa oportunidad estaba ocurriendo, no era otra cosa sino el
desarrollo de un eterno plan de salvación que estaba llegando a su
máxima escena. Nada ocurrió circunstancialmente ni por arte azaroso;
todo estaba desde antes planeado por el Dios omnisciente:
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“Porque verdaderamente, tanto Herodes
como Poncio Pilato con los gentiles y el pueblo de Israel se reunieron
en esta ciudad contra tu santo Siervo Jesús, al cual ungiste, para
llevar a cabo lo que tu mano y tu consejo habían determinado de antemano
que había de ser hecho” Hechos 4:27-28
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Lamentablemente, la
iglesia actual ha reformado los discursos de su Maestro y ha tomado unas
tijeras mágicas para recortar estos pasajes conflictivos, además que
han desarrollado una habilidad sorprendente con la lija para rebajar
aquellas aristas sobresalientes y cortantes que el hombre no quiere oír
ni hablar. Nos parecería extraño escuchar a algún predicador actual que
sea fiel al mensaje de Cristo y que como dijo Pablo publicar el
tremendo:
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“¿Busco ahora el favor de los
hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si
todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo” Gálatas 1:10
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2. LOS INICIOS DE LA IGLESIA
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Nadie podría negar un
hecho histórico que confirma que los mejores y más gloriosos momentos de
la iglesia del Señor Jesucristo, fueron los tiempos de persecución y de
clandestinidad.
Desde que el Señor Jesucristo establece la Iglesia con la llegada del
Espíritu Santo en el día de Pentecostés, los hermanos comienzan una dura
lucha de persecución por parte del poder religioso y más tarde por el
poder político. La fuerte convicción de la fiel esposa del Cordero,
jamás menguó y jamás transó su fidelidad a Cristo para congraciarse con
los poderosos de este siglo.
Las consecuencias de tan fiel actitud y amor a su Señor, le costó
sufrimiento, persecución y muerte. Esteban es apedreado por “el delito”
de predicar a Cristo, lo mismo le ocurre a Jacobo tiempo después, los
apóstoles son azotados en cárceles y puestos en instrumentos de torturas
por las “inaceptables fechorías” de anunciar todo el consejo de Dios.
Todo el tiempo en que la iglesia permaneció reuniéndose en forma ilegal,
entre las catacumbas y cloacas de Roma, la fidelidad a Cristo y su
palabra eran la columna que sostenía a este pueblo espiritual, cuyo
único sustento era la oración y la bendita esperanza del regreso de su
amado Señor.
Cuan distinto es el escenario de hoy. Ahora la iglesia ha vendido su
imagen al estado y al mundo, bajo el pretexto de evangelizar. Hoy se
nos ha olvidado que la iglesia de Cristo siempre fue ilegal y que todo
cambió para mal, el día en que se buscó la aprobación de “cesar” y su
reconocimiento como institución.
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LA IGLESIA SE CASA CON EL ESTADO
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El glorioso momento de
la iglesia, llegó a su fin cuando ésta deseó “legalizarse”. Bajo esta
premisa, la persecución terminaría y con el apoyo del estado se podría
realizar una expansión evangelizadora sin precedentes.
El emperador Constantino en el siglo lV, bajo el pretexto de haberse
convertido a Cristo, declaró al cristianismo como la religión oficial
del imperio.
Los “altos personeros” y directores de la iglesia, accedieron a tal
noble oferta que el estado les estaba haciendo, contrae matrimonio con
“Cesar” y olvida su desposorio con el Cordero. Es el triste período de
la Iglesia de Pérgamo que no en vano lleva aquel nombre que justamente
significa Casamiento.
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“Yo conozco tus obras, y dónde moras,
donde está el trono de Satanás” Apocalipsis 2:13
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El extraordinario
ejemplo y noble huella que la Iglesia de Esmirna había dejado en tiempos
de persecución y de constante tribulación, era opacado por Pérgamo
quien obtiene “la personalidad jurídica” y da pie un franco descenso
espiritual. No obstante, nuestro bendito Salvador y Señor Jesucristo,
siempre reservó un remanente fiel que se mantuvo lejos del estado. En
otras palabras, comenzaban los tiempos en que la iglesia moraba donde
estaba el trono de Satanás.
Se considera que el período de la iglesia de Pérgamo se sitúa a
comienzos del siglo cuarto. Constantino el Grande era en esta época el
“César” de Roma quien con sus pretensiones “cesaropapistas” (Iglesia –
Estado) consiguió que de una intensa persecución a los cristianos, se
estableciera un supremo favor, y ello hasta el punto en que se veía el
mismo emperador de Roma presidiendo los concilios de la iglesia.
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3. CONSOLIDACIÓN DEL NICOLAITISMO
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“Pero tienes esto, que aborreces las
obras de los nicolaítas, las cuales yo también aborrezco. Y también
tienes a los que retienen la doctrina de los nicolaítas, la que yo
aborrezco” Apocalipsis 2:6 /15
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Al leer estos pasajes
del Apocalipsis, la pregunta que surge es: ¿Cuál es la obra de los
nicolaítas que tanto aborrece Dios?
Hay algunos tratados que intentan sugerir que los nicolaítas eran una
secta que estaba invadiendo a las iglesias cristianas con costumbres
antinomianas y que profesaban el libertinaje. No obstante, muchos
tratados históricos y responsables que han abordado este tema, descartan
tal aseveración.
Para entender la obra de los nicolaítas, es necesario en primer lugar definir el origen de la palabra.
Nicolaíta proviene del griego NICO que significa dominio o conquista
sobre otros y LAOS que significa pueblo, gente común, seglar o laico. De
ahí podemos analizar la composición NICOLAOS que viene a ser algo así
como DOMINIO SOBRE EL PUEBLO.
En segundo lugar, es importante considerar el mensaje a las siete
iglesia de Asia menor detallado en Apocalipsis capítulos 2 y 3.
Históricamente se ha interpretado que el mensaje a las siete iglesias,
denota el estado espiritual que ha vivido la iglesia a través de la
historia, desde los apóstoles hasta la venida del Señor.
La mención de los nicolaítas, Dios la hace en dos iglesias, Éfeso y
Pérgamo. En el caso de Éfeso, es un reconocimiento al rechazo de la obra
de los nicolaítas, pero en Pérgamo es una dura reprensión a acoger la
doctrina de los nicolaítas. Esto nos permite inferir que en esa iglesia,
se había consolidado aquella corriente de pensamiento.
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¿Cuál es la obra o doctrina de los nicolaítas?
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La carta a Éfeso
representa el inicio de la iglesia desde el día de Pentecostés, mientras
que la carta a Pérgamo nos muestra la decadencia espiritual de la
iglesia. Éfeso significa “Deseada”, pero Pérgamo significa “Casamiento”
La deseada iglesia de Cristo había decaído hasta llegar al punto de
olvidar su compromiso con su Señor y definitivamente “contraer
matrimonio” con otro. La pregunta que brota inevitablemente es ¿Con
quien se casó la iglesia de Pérgamo?
Para responder esta pregunta, es imprescindible considerar lo que El Señor le dice a esta iglesia:
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“Yo conozco tus obras, y dónde moras,
donde está el trono de Satanás” (Apoc. 2:13)
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La Biblia es sumamente
clara en precisarnos que el trono de Satanás no esta en el cielo ni en
el infierno, sino que en el mundo. El Señor Jesucristo lo dijo con plena
claridad:
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“No hablaré ya mucho con vosotros;
porque viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí” Juan
14:30
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Considerando esto, ya
podemos saber con quien se casó la iglesia de Pérgamo. Ella no considera
que debe estar alejada del mundo y a salir de él. Ella mora en el
mundo y mora donde esta el trono del mismo diablo.
Pérgamo tipifica al compromiso que la iglesia asumió con el estado y
con el mundo. Las convicciones se habían echado por tierra a fin de
agradar al mundo por sobre los mandatos del Señor.
Muchos ubican el período de esta iglesia aproximadamente por el año 320
dC en pleno gobierno de Constantino, quien por primera vez
institucionaliza el concepto de césaro - papismo, osea la presencia de
un líder político y religioso, que en la actualidad se conoce como papa.
La obra y doctrina de los nicolaítas, consistió en jerarquizar a la
iglesia, destruyendo el armazón horizontal, para levantar uno
piramidal. Esa es la obra y doctrina que tanto aborrece El Señor.
Así nace el clero ( Nico ) y el laicado ( Laos ). Una casta clerical
con privilegios especiales, fuerte vínculo con el césar y un evidente
dominio sobre el resto del pueblo (laicos)
Los nicolaítas comenzaron a dividir al pueblo de Dios en dos grupos. Los
Clérigos que eran personas “apartadas”, doctas, espirituales y con
privilegios, y los laicos que correspondían al resto del pueblo.
Desde aquel tiempo comienza esa estructura piramidal dentro de la
iglesia, aún no teniendo asidero en las santas escrituras. La sencillez
de la iglesia, se vio paulatinamente reemplazada por una institución
organizada con jerarquías y con moldes seculares y paganos extraídos del
romanismo. En otras palabras, era el nacimiento de la iglesia de Roma.
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Desde siempre la
organización del hombre ha buscado una estructura piramidal. Recordemos
la experiencia de la torre de babel (Génesis 11) o el de la misma
solicitud del pueblo en el tiempo de Samuel, cuando se revela un
desprecio por la teocracia y un anhelo por la monarquía según el molde
mundano.
La Jerarquía es un mal enquistado en el corazón del hombre. Es un molde
conforme a la naturaleza pecaminosa. Así lo revela la necia solicitud de
la madre de los hijos de Zebedeo (Mateo 20:20-28) ante lo cual nuestro
Señor Jesucristo responde:
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“Entonces Jesús, llamándolos, dijo:
Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los
que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no
será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será
vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será
vuestro siervo” Mateo 20:25-27
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Tal como lo declara
nuestro Señor Jesucristo en el pasaje citado, la jerarquía produce un
enseñoramiento y El no quiere eso de su pueblo. Las jerarquías son
propias del hombre caído y no de la voluntad de Dios.
A Dios jamás le han agradado las jerarquías, de ahí que su sentir
frente a la doctrina de los nicolaítas es considerado como aborrecible.
La revelación de la escritura nos muestra que el anhelo de Dios es estar
en medio y no sobre su pueblo. Ciertamente el pecado lo arruinó todo;
cuando Adán y Eva desobedecieron, se creó una gran brecha que mas tarde
vino a eliminar nuestro amado Salvador y Señor Jesucristo.
Cuando observamos la casta sacerdotal en el antiguo pacto, parecería que
Dios hubiera instituido una jerarquía eclesiástica. El sumo sacerdote
era superior al sacerdote. Uno puede entrar al lugar santísimo, pero el
otro solo hasta el altar del incienso. No obstante, debemos considerar
que el sacerdocio nunca fue la imagen misma de las cosas conforme al
pleno agrado de Dios, sino que sombras, emblemas y símbolos de lo que
había de venir.
Cristo terminó con eso, rasgando el velo del templo y abriendo el lugar
santísimo para darle acceso directo a Dios, a cualquier pecador que
transita por medio del sacrificio de la cruz del Gólgota.
En el nuevo testamento, la instrucción de los ministerios y dones del
Espíritu Santo expresados en las cartas de Pablo a los Romanos,
Corintios o Efesios, y lo dicho por el apóstol Pedro en su primera
epístola, de ninguna manera enseñan la jerarquía en la iglesia, por el
contrario, se enfatiza la igualdad de importancia en cada uno de los
miembros de la asamblea. Es decir, se deja en claro que tanto el obispo
como el que sirve a las mesas, tienen la misma importancia, y nos son
parte de un escalafón jerárquico como lo vemos en la actualidad.
Nuestro Señor Jesucristo lo enseñó con tanta precisión, veamos:
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“...aman los primeros asientos en las
cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en
las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí. Pero vosotros no
queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y
todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la
tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos. Ni seáis
llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo. El que es
el mayor de vosotros, sea vuestro siervo” Mateo 23:6-11
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El texto es
suficientemente decidor. Dios no desea las jerarquías entre los
hermanos. Los fariseos eran una casta que se arrogaba el privilegio de
servir a Dios y de sentirse mejores o más importantes que los demás.
Cristo condenó abiertamente aquella postura hipócrita y que no dista
tanto de lo que pasa en la actualidad en la iglesia evangélica. Parece
que pasajes tan categóricos como el citado, se han extinguido de los
púlpitos así como por encanto.
Hoy, el término “ministro” es como un grado jerárquico, y la
feligresía actúa frente a los tales como si fueran algo así como seres
angélicos. Esto es el legado del nicolaítismo. El clero por sobre los
laicos.
El apóstol Pedro, tan manipulado por la iglesia de Roma, jamás actuó
como los “ministros” de la actualidad, menos como el papa del Vaticano.
Recordemos como corrigió aquella recepción dada en la casa de Cornelio:
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“Cuando Pedro entró, salió Cornelio a
recibirle, y postrándose a sus pies, adoró. Mas Pedro le levantó,
diciendo: Levántate, pues yo mismo también soy hombre” Hechos 10:25-26
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La actitud de Cornelio,
es propia al de todo ser humano que no tiene conocimiento de Dios. Es la
clásica actitud religiosa que pretende hacer “dioses” de los hombres.
Desde tiempos remotos, el hombre ha elevado a los altares a individuos
que han demostrado rasgos de piedad y de espiritualidad, y no me refiero
exclusivamente a la iglesia de Roma, sino que a antiguas religiones y
culturas paganas como el budismo, el zoroastrismo, el Islam, etc. etc.
Lo triste e increíble, es ver que la iglesia evangélica también muestras
aristas muy similares a esta costumbre humana y que Dios aborrece.
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La jerarquía dentro de la iglesia evangélica
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Muchos de los
“ministros” de la iglesia actual no conforme con la herencia del
nicolaítismo al dividir la membresía entre clero y laicos, han
subdividido los ministerios en rangos jerárquicos.
Por ejemplo, ahora el obispo es superior al pastor. Esto, no solamente
es un insulto a la enseñanza bíblica, sino que un atentado al intelecto.
En la Biblia, los términos anciano, pastor u obispo indican
absolutamente el mismo oficio, y nunca expresan un rango jerárquico. Es
una presunción anti bíblica enseñar que entre los ministerios existe un
escalafón jerárquico. Esto revela la búsqueda de algunas personas
vanidosas que desean estar sobre los demás. Es muy frecuente encontrar a
conocidos pastores, y que ahora se proclaman obispos, como si aquello
los elevara de rango.
Veamos los que enseña Pedro al respecto:
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“Ruego a los ancianos que están entre
vosotros... Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros” 1Pedro
5:1-2
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Las palabras de Pedro
son exageradamente claras. Los ancianos u obispos (es exactamente lo
mismo) no están sobre la grey como lo reclama el nicolaítismo, sino que
“ENTRE” ellos. La función del pastor no es establecer una dictadura
hegemónica e infalible, sino que servir entre los hermanos. Si aún no es
suficiente este argumento, sigamos leyendo a Pedro:
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“no como teniendo señorío sobre los
que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey” 1Pedro 5:3
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La palabra señorío ya
había sido advertida por el Señor Jesucristo en Mateo 20:25-27, y es una
característica propia del mundo y no de la que debiera existir entre
los hermanos.
Recordemos la instrucción dada por Dios a Moisés respecto a la construcción del altar:
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“No subirás por gradas a mi altar,
para que tu desnudez no se descubra junto a él” Éxodo 20:26
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La palabra jerarquía
denota una estructura escalonada y ascendente, que sitúa a personas u
otras cosas en un orden según su importancia. El texto de Éxodo, nos
revela que Dios prohíbe al hombre subir por gradas en su altar y
elevarse por sobre los demás, porque lo único que quedará al descubierto
es su desnudez.
Es eso lo que justamente pasa cuando un individuo se pone por sobre
sus semejantes; las deficiencias y bajezas quedan al descubierto. Cuando
la lupa es fijada en los hombres, solo podremos observar
imperfecciones, pero si la fijamos en la persona de Cristo, solo
descubriremos impecable perfección. El nicolaítismo pretende eclipsar al
único que debe estar sobre nosotros: a nuestro Señor Jesucristo.
Las gradas son la clásica estructura de los templos evangélicos de la
actualidad. Muy semejantes a las capillas y catedrales romanistas,
exhiben imponentes altares y ostentosos sitiales (Luis XV) para el clero
por sobre la altura de los laicos. ¿Por qué ocurre esto? La respuesta
es simple; es el legado del nicolaítismo dentro de la iglesia.
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El clero y sus distintivos especiales
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No conforme con la
organización dividida entre el clero y los laicos, los seguidores del
pensamiento nicolaíta, también incorporaron a sus formas, el uso de
atuendos que los distinguían de lo seglar.
Se instituye el uso de sotanas, pectorales y de cuello clerical al más
puro ejemplo de la iglesia de Roma. Ellos dicen que aquellas vestimentas
los distinguen como “siervos de Cristo”, pero en el fondo no es más que
una cómoda conservación de costumbres religiosas y a veces, una
vanidosa satisfacción de sentirse distintos a los demás.
Los fariseos ya tenían esta costumbre de distinguirse de los demás
utilizando atuendos extravagantes, y justificaban aquella forma de
vestir, interpretando literalmente pasajes de la torá. El Señor
Jesucristo habló categóricamente al respecto:
|
“Antes, hacen todas sus obras para
ser vistos por los hombres. Pues ensanchan sus filacterias, y extienden
los flecos de sus mantos; y aman los primeros asientos en las cenas, y
las primeras sillas en las sinagogas..” Mateo 23:5- 6
|
Recuerdo una
inauguración de un templo evangélico cuyos asientos estaban divididos
entre el clero y los laicos. Obispos y pastores en los primeros
asientos, diáconos y “el resto” en la galería....¿no es eso justamente
lo que El Señor objeta en el texto citado anteriormente?
Un conocido hermano español, dijo una vez: “No existe mas grande título para alguien, que el de hermano”
No obstante, hoy el título de solo “hermano” no satisface, y los nombres
deben ir precedidos por prefijos tales como reverendo, obispo, doctor u
otro término que lo diferencie de los laicos.
Lo curioso de todo esto, es que a las mismas membresías o “laicos”,
pareciera que les fascinara esta forma de organización, pues de ellos
mismos salen expresiones tales como: “mi obispo”, “mi pastor”,
“ministro”, etc., etc., y sus comportamientos no distan mucho de lo que
ocurre en el mundo católico.
|
Por favor no mal interpretar...
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Esta observación que es
comprobada y avalada por la historia de la iglesia y también por hombres
sencillos y fieles al Señor, no persigue el restar importancia a los
ministros ni a los diversos ministerios. Por el contrario, nuestra
convicción es que el cuerpo de Cristo que es la iglesia, se compone de
miembros con diversas funciones, todas con el mismo valor y todas
sometidas entre sí. Nadie es mas importante ni nadie es inferior a otro
(1 Corintios 12:1-31).
Los pastores cuidan el rebaño, los maestros enseñan, los evangelistas
predican la buena nueva, los diáconos sirven, y todos se someten
recíprocamente sin necesidad de que exista una jerarquía nicolaíta.
El llamado es a reivindicar el sentir de la iglesia de Éfeso; aborrecer
la obra de los nicolaítas y desaprobar el enseñoramiento de algunos que
piensan que porque ejercen tal o cual oficio en las iglesias, son
mayores que los demás.
Esta reprobación y advertencia, ya estaba analizada en detalle por el apóstol Juan en su tercera epístola, veamos:
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“Yo he escrito a la iglesia; pero Diótrefes, al cual le gusta tener el
primer lugar entre ellos, no nos recibe. Por esta causa, si yo fuere,
recordaré las obras que hace parloteando con palabras malignas contra
nosotros; y no contento con estas cosas, no recibe a los hermanos, y a
los que quieren recibirlos se lo prohíbe, y los expulsa de la iglesia” 3
Juan 9-10
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Juan acusa
categóricamente a este Diótrefes, revelando su altanería y soberbia
osadía al pretender ponerse por sobre los demás. La iglesia de Cristo,
siempre ha tenido que ver el surgimiento de hombres que luego de un
tiempo se ensoberbecen e implantan una hegemonía destructiva y
totalmente alejada de la voluntad de Dios. Esa es la repudiable actitud
del nicolaítismo que tanto mal ha traído al pueblo de Dios.
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4. LA LEGALIZACIÓN DE LA IGLESIA
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¿Para qué sirve la personalidad jurídica?
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En primer lugar es
necesario definir el término. Personalidad jurídica es un término
legal para identificar una empresa, o sociedad en el que hay desde uno a
dos o más socios, ante la ley una sociedad anónima, limitada o de otra
índole. Esta persona jurídica recibe todos los derechos que marca la ley
y se le atribuyen además todas sus responsabilidades. Es decir, no
solo debemos observar los derechos frente a la ley, sino que los
insoslayables deberes u obligaciones.
La mayoría de las iglesias evangélicas han obtenido por parte del estado
la personalidad jurídica y en situaciones extremas han de obedecer a
los designios que “cesar” les imponga.
Todos los argumentos que se presentan en torno a la necesidad de obtener
el permiso del estado para funcionar como iglesia, apuntan
principalmente a la legalización de propiedades, corporaciones y
herencia de bienes que pueda tener tal o cual iglesia. Lamentablemente
esta situación hace que las iglesias pierdan en situaciones extremas,
toda libertad y autonomía respecto al tenor de la predicación y por
consecuencia a la fidelidad hacia la Palabra de Dios. En otras
palabras, una iglesia que pueda gozar de personalidad jurídica, podría
en cierto momento verse en la triste necesidad de callar, tranzar o
actuar de la manera que el estado le señale y le obligue, de lo
contrario, se corre el riesgo de que la personalidad jurídica sea
cancelada.
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El doble filo de la personalidad jurídica
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Recuerdo el caso
emblemático de una situación de pleito que hubo en una iglesia
evangélica de Santiago. Se levantaron serias acusaciones en contra del
pastor de aquella congregación, y por el hecho de tener personalidad
jurídica, los miembros y el directorio de tal corporación, se vieron en
la obligación de llevar el caso a los tribunales ordinarios y el
testimonio de Cristo quedó en el suelo. El apóstol Pablo habló acerca de
esto, veamos:
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“Osa alguno de vosotros, cuando tiene
algo contra otro, ir a juicio delante de los injustos, y no delante de
los santos?” 1 Corintios 6:1
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Dios condena el ventilar
los problemas de la iglesia delante de los incrédulos. La personalidad
jurídica en una iglesia, obliga a aquello.
Por otra parte y con la eventual aprobación del proyecto de ley en
contra de la discriminación, el estado podría cancelar la personalidad
jurídica y sancionar duramente a cualquier predicador o entidad que
hable, por ejemplo, en contra del homosexualismo debido a que el tenor
del artículo dice así:
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Artículo 1°.- Las disposiciones de esta ley tienen
por objeto prevenir y eliminar todas las formas de discriminación que se
ejerzan contra cualquier persona.
Artículo 3°.- Para efectos de esta ley se entenderá por discriminación
toda distinción, exclusión, restricción o preferencia arbitraria, por
acción o por omisión, basada en la raza, color, origen étnico, edad,
sexo, género, religión, creencia, opinión política o de otra índole,
nacimiento, origen nacional, cultural o socioeconómico, idioma o lengua,
estado civil, orientación sexual, enfermedad, discapacidad, estructura
genética o cualquiera otra condición social o individual.
En caso que la Corte declare que se cometió actos de discriminación
arbitraria, a los que se refiere el artículo 3° de esta ley, respecto de
una persona natural o jurídica, el imputado podrá ser sancionado con
multa de 50 a 100 UTM. Si tales actos discriminatorios fueron cometidos
en el ejercicio de una actividad privada, en la que se presten servicios
de utilidad pública, el responsable también podrá ser sancionado con la
multa establecida en el inciso anterior (Artículo 8º)
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Evidentemente que de
aprobarse este proyecto de ley, la iglesia se verá obligada en moderar
su discurso frente a las demandas de minorías sexuales, de lo contrario
se arriesgan a costosas multas que inclusive podrían incluir la
cancelación de el decreto de personalidad jurídica que tantas
corporaciones evangélicas ostentan con orgullo.
Con este simple argumento, vemos que la personalidad jurídica no es otra
cosa que la “licencia o permiso” que “César” le ha concedido a tal o
cual corporación cristiana y le ha enmarcado dentro de los límites que
la ley establece. Si se aprueba alguna ley cuyo tenor atenta contra los
principios cristianos, la corporación que posee personalidad jurídica,
deberá ceñirse irrestrictamente a aquel deber de cumplirla a{un
contraviniendo los estatutos de la Escritura.
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5. PERDIDA DEL CARÁCTER PEREGRINO
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La Biblia nos enseña lo siguiente:
“Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido,
sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que
eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra”
Hebreos 11:13
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Este grupo de hombres y
mujeres del antiguo pacto, nos deja un extraordinario ejemplo. Ellos
sabían del redentor y de la salvación eterna, pero no conocieron la
imagen misma de las cosas. Solo vieron sombras, símbolos y emblemas que
hablaban del Mesías. No obstante, se consideraban extranjeros y
peregrinos en la tierra.
Un hecho muy sintomático, lo reflejaba la construcción del tabernáculo.
Toda esa casa de oro, tenía un sorprendente contraste; el piso era
solamente la tierra del desierto. Y no podía ser de otra forma; era una
tienda portátil que debía continuar su marcha junto a un pueblo
peregrino deseoso de llegar a aquella tierra prometida.
Cuanto más nosotros, que hemos recibido la revelación del antiguo pacto y
vemos el testimonio vivo en las Escrituras de la imagen misma de las
cosas. Es nuestro Señor Jesucristo; nuestro Redentor que vendrá pronto a
terminar nuestro peregrinaje para ya no ser más extranjeros, sino que
para poseer nuestra anhelada patria celestial.
Lamentablemente es un tiempo en que, de una u otra manera, la iglesia
ha ido perdiendo aquel carácter peregrino. Hay un fuerte sentir de
apego a esta tierra, de echar raíces y de formar imperios y fortalezas.
Es como que hemos olvidado que nuestro Cristo vendrá pronto en las nubes
a buscarnos, tanto así, que los mensajes de la venida de Cristo, se han
extinguido en forma increíble. De ahí que la necesidad de pedir permiso
a “César” para funcionar, se torna una búsqueda imperiosa y afanada de
la mayoría de las iglesias locales; es como que nos hemos olvidado de
que la verdadera iglesia siempre ha sido ilegal en el sentido de que no
necesita licencia para predicar el evangelio.
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6. COQUETEANDO CON LA POLÍTICA, CON
LOS POLÍTICOS Y CON CÉSAR
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De más esta decir que la
iglesia que gobierna en nuestros días es la descrita en el libro de
Apocalipsis como la de la Laodicea.
Sin duda que estamos en tiempos en donde prevalece la opinión de hombres
por sobre la de Dios., y no me refiero al ámbito secular, sino que a la
iglesia. Las reuniones de membresías son más democráticas que
teocráticas. Ya parece que a nadie le interesa saber lo que Dios dice en
su Palabra, y todo es resumido a una base de subjetivismos y caprichos
humanos.
Laodicea era una ciudad muy opulenta, se la conocía por su banca
industrial, por la manufactura de lana en la fabricación de hermosas
vestiduras, y por la escuela de medicina que producía un medicamento
para los ojos (colirio). Laodicea era una ciudad rica y la iglesia
también lo era.
La iglesia de Laodicea se jactaba de su prosperidad económica, y
aquello, la hacia una comunidad arrogante y altiva. Es como si se
hubiesen olvidado de que todo proviene de Dios. Sus miembros decían que
tenían de todo y que de nada tenían necesidad, sin embargo, reciben un
solemne mensaje de nuestro Señor Jesucristo:
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“Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío
o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te
vomitaré de mi boca” Apocalipsis 3:15-16
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Esta arrogante
cristiandad, liderada por hombres soberbios que quieren asemejarse cada
vez más a los ministros de la madre de las rameras, no pierde ocasión
para coquetear con cuanto político se les presente. Ellos anhelan ser
reconocidos y que sus corporaciones se vistan de popularidad y todo, so
pretexto de evangelizar, cuando bien sabemos que no es mas vanidad,
ansias de poder y de dinero.
Argumentan que así como en este momento existen capellanes católicos de
las fuerzas armadas y de orden, por que no pueden existir capellanes
evangélicos en los cuarteles. ¿Es que acaso estos infatuados desean
tanto ir a bendecir armas y material bélicos, tal cual lo hacen los
sacerdotes con su agua bendita? Pero ¡que indolente a la Palabra de Dios
se han vuelto los autoproclamaos siervos de Cristo!
Quieren que se les reconozca; su labor, su esmero, su dedicación a
tratar en escuelas, con drogadictos o alcohólicos y que salga a la luz
pública a fin de jactarse frente a los hombres cual fariseos de antaño.
Se han olvidado de lo que el mismo Señor dijo con tanta vehemencia:
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“¡Ay de vosotros, cuando todos los
hombres hablen bien de vosotros! Porque así hacían sus padres con los
falsos profetas” Lucas 6:26
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A penas un político los
piropea, ellos se rinden ante él y lo promueven como el “candidato
evangélico” y ordenan a sus membresías a que voten por ellos porque
según dicen, son los que van a reivindicar el nombre de la iglesia
evangélica en esta nación. ¡Qué insulto al Señor! El Señor no necesita
de ningún hombrecito para reivindicar el nombre de la iglesia, la cual
es santa, pura y sin mancha.
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La ruina de la iglesia
deja entrever su obsesionada búsqueda de asemejarse cuanto sea posible a
su madre la iglesia de Roma. Desde la construcción de sus templos, los
atuendos clericales, la liturgia, los ademanes y la actitud cínica
frente a César. Eso es justamente lo que ocurre con el anual Tedeum
evangélico.
Lo que aparentemente se presenta como una reunión de acción de gracias,
no es más que una burda imitación de la liturgia romanista, llena de
toda vanidad y esterilidad.
SI por lo menos les predicaran el evangelio a todos los inmorales y
corruptos que con tanta pompa son recibidos en lo que ellos llaman “casa
de Dios”; tal vez ahí podríamos decir: “que bueno es el Tedeum”. Sin
embargo, lo único que se escucha son largas listas de lisonjas y de
piropos dirigidos a “César” para congraciarse y postular a algún favor o
beneficio adicional.
La Biblia jamás no ha llamado a orar con las autoridades, la instrucción
apostólica dista mucho de lo que el clero evangélico presenta. Veamos:
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“Por esto exhorto, ante todo, que se
hagan súplicas, oraciones, intercesiones y acciones de gracias por todos
los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia,
para que llevemos una vida tranquila y reposada en toda piedad y
dignidad” 1 Timoteo 2:1
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Nunca se usa la
preposición “con” como para justificar la liturgia romanista del Tedeum.
Es una presunción antí bíblica y que no se sostiene.
Por otra parte, la Biblia nos enseña que nosotros, los hijos de Dios
somos embajadores. A veces olvidamos que somos embajadores de Cristo en
este mundo, y bien sabemos que un embajador no puede inmiscuirse en la
política contingente del país en que está, por más que desee aquello. Si
un embajador delibera como extranjero en términos políticos, es
expulsado y considerado persona “Non grata”
Nuestra postura frente a Dios debe ser tanto o más rigurosa que la que
plantea el protocolo internacional. Somos proclamados embajadores de
Dios cuya patria es la celestial, la por venir y no es el mundo (2
Corintios 5:20)
Que falta nos hace reivindicar la condición de peregrino dentro del
pueblo de Dios y de sentir la convicción de que nuestra verdadera patria
es la celestial.
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo” Filipenses 3:20
Amados, aún queda camino por recorrer y esperemos que sea pronto la
venida de nuestro Señor y Salvador. Es cierto que estamos en un mundo
hostil, lleno de peligros, de aflicción y de tentaciones, pero no es
menos cierto que Cristo viene pronto a levantarnos de este mundo de
maldad para ponernos en los lugares celestiales. Que así sea. Amén.
¡Maranata!
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