lunes, 3 de septiembre de 2012

¿DIOS VENDE EL EVANGELIO?


Por: Rafael Hernandez




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MATEO 10:8
Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia.

En cierta ocasión, vi un vaso con esta frase escrita:
'Jesús is Lord o Jesús es Señor'
Una familia lo había comprado. ¿Qué fue lo que les convenció a comprar ese vaso?
El nombre de Jesús.
La palabra de Dios no registra ni nos da permiso para usar el nombre de Jesucristo para comprar o vender.
El nombre que es sobre todo nombre no es para vender mercancía. El nombre del Santo Dios no es una característica opcional que se puede agregar a un producto para venderlo.
Lamentablemente hoy se usa el nombre de Jesucristo para vender:
Platos, vasos, cucharas, manteles, marcos para placas de automóvil, banderas,
letreros, calendarios, floreros, juguetes, libros, forros, lápices, libretas, peines,
cinturones, camisetas, blusas, equipo atlético, anillos, prendedores, globos, calcomanías,
relojes, bolsas, tarjetas de crédito, chequeras, y cientos de otros productos.
“Vender” significa cambiar algo por dinero.
¿Esto hacía Jesucristo? ¿Mandó Jesús a los apóstoles a vender su mensaje?
Claro que no.
El mandó, “De gracia recibisteis, dad de gracia.”
(Mateo 10:8)

El contexto de la Biblia entera es el de predicar el mensaje de Dios sin cobrar.
Uno de los frutos malos de los falsos profetas es hacer comercio con las cosas sagradas de Dios. Balaam buscaba ganancias económicas por medio de sus profecías.

Pero tenemos como buen ejemplo al apóstol Pablo.
¿Creen que no tenía gastos cuando llevaba la palabra de Jesucristo a un mundo perdido y hostil?
¿Quién pagó sus pasajes en las naves?
¿Quién pagó sus comidas y alojamiento?
¿Quién pagó sus gastos legales?
¿Quién pagó sus gastos médicos?
¿Pues entonces, hubiera sido justo que Pablo cobrara a sus oyentes para cubrir esos gastos?
De ninguna manera. Sin embargo Pablo dijo:
“Yo traigo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús.” (Gálatas 6:17)
No solamente pagaba sus propios gastos, sino que soportaba la persecución y las cadenas.
¿Cree usted que Jeremías cobraba por hablar la Palabra de Dios a los príncipes rebeldes
de Israel? Antes bien, pagó con lágrimas ese privilegio.
Cristo nos mandó que en su nombre diéramos su palabra al mundo.

Por otra parte, si nosotros escogemos usar la tecnología moderna de la radio y la televisión en lugar de predicar con la boca solamente, tenemos que pagar los gastos de esa tecnología, y no cobrárselos a los oyentes.
¡Fuera con la idea de pedir dinero para cubrir nuestros gastos por predicar el "evangelio" usando los medios de comunicación!
No hemos aprendido a negarnos a nosotros mismos todavía y llevar la cruz.


¿Qué significa ser un discípulo?
“Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.”
(Lucas 14:33)
Ser discípulo es sinónimo “renunciar”, no de “rembolsar”.
Pablo y los otros discípulos nunca trataron de colectar dinero por medio de la venta del mensaje del evangelio.
El símbolo de la cruz es la antítesis del símbolo de la moneda.
El versículo “Id y predicad el evangelio” se ha cambiado en “Id y vended el evangelio”.
Las Escrituras no son propiedad privada nuestra, y vender lo que no nos pertenece es deshonestidad.
El vender es la manera de distribuir información terrenal.
El dar es la manera de distribuir la revelación de Dios.
Es un principio bíblico, y no lo estoy inventando.
¿Se pueden vender las cosas santas de Dios por dinero? ¡No!
Los vasos santos son quitados de uso común y reservados para el uso del Señor.
“Santo” significa dedicado a Dios o apartado para Dios.
Lo que ha sido apartado ya no puede ser un objeto de comercio.
El nombre del Señor es santo, sus títulos son santos, y su Palabra es santa.
Todos los que creen en la completa inspiración divina de las Escrituras deben estar de acuerdo que es un documento “santo”.
No se puede añadir nada ni quitar nada de la Santa Escritura, y tampoco se puede añadir un precio.
Los cristianos deben tener cuidado de no imitar las costumbres de los idólatras.
Ya que el negocio de la idolatría es la venta de objetos “santos”.
¿Se pueden vender los dones de Dios?
El apóstol Pedro dijo que no se pueden comprar ni vender, “Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero.”
(Hechos 8:20)
Pedro está refiriéndose a los dones relacionados a la predicación del evangelio, a la salvación que Dios ofrece, y, en particular, el don del Espíritu Santo y los ministerios que resultan del Espíritu Santo. Estas cosas no se obtienen a cambio de dinero, y el pensar que se les puede comprar o vender es un error muy serio que se llama “maldad”.
Pedro continua diciendo, “No tienes tú ni parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón.”
(Hechos 8:21-22)
¿Qué diría Pedro acerca de la venta de los ministerios que los hombres reciben por la obra del Espíritu Santo, hoy en día?
Las Escrituras son dones de Dios.
El evangelio es un don.
El sacrificio de Cristo es un don.
La salvación es un don.
Los varios ministerios y habilidades que Dios da a sus siervos son dones.
Ninguno de estos debe ser vendido.


Martín Lutero protestaba en contra de la iglesia romana de su tiempo porque se vendían “indulgencias”, o sea, el perdón de pecados.
Lutero entendió que no se puede vender el perdón, puesto que es un don que ya fue pagado por Jesucristo en la cruz.
Por ejemplo, si alguien recibe el don espiritual de la enseñanza, ¿podrá entonces vender sus enseñanzas? ¿Debe cobrar al público por oírlas?
¿Qué diferencia hay entre la venta del perdón de pecados por la iglesia católica, en el tiempo de Lutero, a la venta del evangelio que hacen muchos pseudo-ministros en la actualidad?
Alguien podrá decirme:
Pablo dijo que, El Señor ordenó “a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio.”
(1 Corintios 9:14)
Entonces, ¿Quiso decir el Señor que deben vivir del dinero que ganan por vender el evangelio? ¡NO! porque en Mateo 10:8 Jesús mismo ordeno: De gracia recibisteis, dad de gracia.
Ellos tenían que dar el evangelio gratuitamente, y vivir de lo que la gente les daba en ofrendas voluntarias. Esto es lo que practicaba el mismo Señor Jesús.
Obviamente este método funciona porque nunca oímos una palabra negativa de Jesús y los apóstoles, quejándose de “escasez de fondos”, como oímos a menudo de los ministerios de hoy.
Si predicamos el evangelio por dinero, damos al mundo la impresión de que el Señor Jesús no es mayor que los otros maestros religiosos, y que sus seguidores no son diferentes que los de las otras religiones que sacan ganancias de la venta de accesorios religiosos.
Ese no es el testimonio que el Padre Celestial quiere que se dé acerca de su Hijo Jesucristo.

PREGUNTO:

¿Por qué no vendió Moisés su mensaje a los ancianos de Israel? ¿Por qué no cobro Elías al pueblo para ver el enfrentamiento en el Monte Carmelo, contra los profetas de Baal?
¿Por qué no vendía Juan el Bautista su bautismo?
¿Por qué cuando Felipe le predicó al eunuco rico, tesorero de la reina de Etiopía, no le pidió ofrenda?
El vender el mensaje o pedir dinero en nombre del evangelio constituye el “amor al dinero”, lo que la Biblia llama raíz de todos los males. Esto ilustra la condición trágica en la que se encuentran muchos evangelistas en nuestros tiempos, imaginándose tener la unción, cuando en realidad son “miserables, pobres, ciegos y desnudos” (Apocalipsis 3:17)

Déjenme preguntarles también:
Si algunos cristianos han recibido el don para ministrar al Señor y a la iglesia en alabanza, ¿Deben cobrar por ministrar? Si lo hacen, lo que venden ya no es alabanza y ya no es adoración, ya no es música santa, porque ha sido contaminada, y necesita ser removida del templo de Dios.
“Y dijo a los que vendían palomas:
Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado.”
(Juan 2:16)
La “casa de mi Padre” no se refiere solamente al edificio de piedra del templo, si no a todas las actividades que se llevan a cabo adentro.
Los sacerdotes y levitas habían sido instruidos por Moisés a comer los sacrificios santos y las ofrendas del pueblo de Israel, no a cambiar esos sacrificios por oro, plata, joyas o dinero.
Cada sacrificio a Dios debe costar algo al ministro que lo ofrece, y no producir una ganancia económica a su favor.
Pero muchos hombres hoy en día se hacen pastores y otros se dedican a cantar para no trabajar con sus manos y vivir de las ofrendas y diezmos de sus seguidores.
El Rey David dijo, “...porque no ofreceré
a Jehová mi Dios holocaustos que no me cuesten nada.”
(2 Samuel 24:24)
Por eso, David compró la era y los bueyes que habían sido usados para la agricultura y los dedicó a Jehová. Y ya que lo había dedicado a Jehová, no los volvió a vender.
La “enseñanza” o el don que se vende y que produce ganancias económicas para el ministro, el tal ha perdido su recompensa delante de Dios; igualmente el músico que pone precio a la alabanza.
Respecto a esto un pastor me decía: Nosotros mismos somos los culpables, porque les hemos hecho creer a los evangelistas y cantantes, que son estrellas, y que entre más populares son, se merecen todo.
Así es, y es muy trágico todo esto, sin embargo hay pastores que les llegan al precio a estos miserables cantantes:
Volar en primera clase.
Limosina y chofer privado.
Hotel de cinco estrellas.
Suite presidencial.
Manjares delicados.
Y por supuesto, una jugosa y apetitosa “ofrenda de amor”.
Claro, todo esto muy pero muy aparte, de los $5.000 o más, estipulados de ante mano en el contrato.
Ahh y se me olvidaba, sin contar lo recaudado por el material de música o mensajes grabados o escritos en libros, además de otras curiosidades.
Claro esto les conviene a muchos pastores, porque, así atraen mas gente a sus espectáculos y por consiguiente mas plata de la que se llevara el “evangelisto” y la estrella de música.


¿Se acuerdan de Yuri?
Bueno, se le ocurrió un día decir que era cristiana, e inmediatamente muchos ministerios "cristianos" la contrataron, se embolso unos cuantos miles de dólares y se regreso a lo suyo, y por supuesto sigue diciendo que es cristiana y muchos pastores la siguen invitando a sus iglesias.
El Señor Jesús dijo:
“De cierto os digo que ya tienen su recompensa.”
(Mateo 6:5,16)

Cualquier ganancia material que se saca de la venta del ministerio del Espíritu Santo es la única recompensa que habrá; no va a haber recompensa en el Cielo.
Al seguir las costumbres de la iglesia de Roma, hemos permitido que el evangelio sea diseñado, empaquetado, anunciado como producto a la venta, vendido y prostituido.
Por consiguiente, hemos cosechado una iglesia muy tibia y materialista.
Y los que ganan más dinero con esto, son los que seguramente están menos dispuestos a cambiar.
Es responsabilidad de cada “lider” desarraigar de raíz la venta de los dones de Dios de cada templo cristiano.
El Señor es misericordioso y nos está dando tiempo.
“Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro,
y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra.” (2 Crónicas 7:14)


Todo lo que se hace en la iglesia debe ser para la edificación de los demás, no para suplir nuestras propias necesidades económicas.
Pero ¿qué estamos viendo en las iglesias, hoy?
Para asegurarse de que su ministerio sea ampliamente recompensado, algunos ministros de la palabra y de música hacen un contrato verbal o escrito por adelantado, antes de ir a ministrar.
Si a esos mercaderes les fuera quitado el incentivo económico, el pueblo de Dios pronto vería cuáles maestros y cuáles músicos realmente han sido llamados por Dios a ministrar.
Esto sería como un repicar de campanas, anunciando la muerte de mucha música y enseñanza.
Porque al desaparecer la ganancia económica, también desaparecerían los falsos ministros.
“Así que el asalariado huye, porque es asalariado,
y no le importan las ovejas.” (Juan 10:13)
Los hombres y mujeres que ministran en el nombre de Jesús no van a los lugares donde se les ofrece más dinero.
Ellos van adonde el Espíritu Santo los guíe.
Ellos van para ministrar, no a ganarse un salario.
El Señor mismo suplirá sus necesidades a través de sus propias manos, como a Pablo, quien hacía tiendas, o por medio de la generosidad de otras personas que quieren “cooperar con la verdad”. Como se explica:
3 Juan 7-8 “Porque ellos salieron por amor del nombre de Él, sin aceptar nada de los gentiles.
Nosotros, pues, debemos acoger a tales personas, para que cooperemos con la verdad.”
Este sistema bíblico de personas que “cooperan con la verdad” funciona si no se está haciendo un corto circuito, a causa de la venta de los dones de Dios.

Tenemos como mal ejemplo en las escrituras a Giezi, el siervo de Eliseo, quien cayó en el error de buscar ganancias a través del ministerio de los dones de Dios. Eliseo sabía que no debía de aceptar el “regalo” de Naamán, y lo rehusó. Pero Giezi corrió tras Naamán para
poder ganar algo del ministerio de Eliseo.
El profeta reprendió duramente a su siervo con estas palabras:
“¿Es tiempo de tomar plata, y de tomar vestidos, olivares, viñas, ovejas, bueyes, siervos y siervas?” (2 Reyes 5:26)
¿Cuántos “Giezis” ahora mismo están tratando de sacar ganancias de los dones de Dios?
Tengamos cuidado del juicio de Dios que recibió Giezi y toda su descendencia para siempre: La lepra de Naamán.
Si hacemos lo que Giezi hizo, entonces somos la “descendencia de Giezi”,
y vamos a recibir el juicio de Dios. Acaso ¿Es liviano este pecado?

Otro mal ejemplo:
Los hijos del sacerdote Elí trataron de recompensarse cuando demandaban de la gente, la carne cruda de los animales que eran sacrificados al Señor algo que no les correspondía.
(1 Samuel 2:12-17)
Este pecado se llamaba “menospreciar las ofrendas de Jehová” y fue considerado un pecado “muy grande”.
Así es el pecado de los siervos de Dios que no se contentan con las ofrendas voluntarias del pueblo de Dios, y tratan de “tomar” más de lo que el Señor les ha ordenado en las Escrituras.
Puesto que los hijos de Elí no se arrepintieron, Dios los entregó en manos de los filisteos para juicio y levantó a un sacerdote fiel llamado Samuel.
¿Pueden ustedes imaginarse qué tan rico hubiera sido Jesús si hubiera cobrado por los servicios que hacía? Las sanidades de Jesús eran un ministerio del Espíritu Santo.
Jesús era un ministro de la sanidad quien daba sus servicios gratuitamente y vivía por fe en el Padre que provee abundantemente para los que buscan primero el hacer justicia.
Mateo 6:33 dice: Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas
cosas os serán añadidas.
¿Podía Pedro haber cobrado a la gente por el pan y los peces que Jesús multiplicó? Creo que no.
Si en realidad el ministerio o la enseñanza o la alabanza de alguien es un DON sobrenatural que recibió por la fe en Jesucristo, debe darlo gratuitamente.

La comunicación de los beneficios bíblicos como la salvación, el perdón, y la sanidad, deben ser gratis.
Por ejemplo, si el presidente de la república mandara a un representante a llevar un regalo a la reina de Inglaterra, ¿Debe cobrar ese representante a la reina por el presente? ¡Claro que no!
Pueblo de Dios, si el Rey Jesús nos ha mandado con dones para nuestros semejantes, ¿cómo vamos a justificar el hecho de que estamos cobrándoles?
La recompensa que se recibirá por dedicarse al ministerio del Señor vendrá conforme a la ley expresada en Lucas 6:38 “Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando
darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir.”
La palabra clave es DAR.
La cantidad que los siervos de Dios DAN determinará la recompensa que recibirán de Dios. El sabe lo que sus siervos necesitan, sabe cuánto vale su ministerio, y les suplirá sin falta.
Eliseo no necesitaba la plata de Naamán, Abraham no necesitaba la riqueza del Rey de Sodoma,
Pedro no necesitaba el dinero de Simón el mago, y Jesús no necesitaba la riqueza que le ofreció Satanás. Pablo se sostenía haciendo tiendas, no vendía copias de su testimonio.
No cobraba por predicar o por orar o por hacer visitas personales.
No cobraba por bautizar o por oficiar en la Santa Cena.
Aun su ministerio musical en la cárcel de Filipos fue gratis.
Pablo era un seguidor de aquel que vino a “DAR su vida”. (Mateo 20:28)
El Reino de Dios es un reino de dádivas, no un negocio exitoso.
No es pecado tener un negocio siempre y cuando sea honesto, Pedro ganó dinero con pescar peces, pero no con pescar a los hombres.
Jesús indicó que hay una diferencia entre la mercancía del mundo y el servicio espiritual cuando dijo, “Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios.” (Mateo 22:21)

Lo que estamos diciendo es que existe un muro de separación entre la Iglesia y la Tienda.
Los cristianos pueden vender las mismas cosas que vende la gente no convertida.
Jesús era carpintero y probablemente vendía muebles de madera, puertas, arados y cosas parecidas. Pablo hacía tiendas y las vendía.
Pero el mensaje de Jesús viene de arriba.
No es de este mundo, y no debe ser vendido como si fuera mercancía del mundo.
Se pueden vender conocimientos terrenales, pero no los espirituales.
Si alguien considera que su enseñanza es del Espíritu Santo, entonces que no la venda.
Esta sabiduría es la de arriba.
Pero muchos predicadores hoy en día, terminan su mensaje "ungido" pidiendo dinero y los más descarados lo piden antes.
Lo que procede del mundo tiene un valor terrenal que se mide con dinero, pero lo que procede de arriba tiene un valor espiritual, y no se vende.
El sistema del capitalismo sirve para la fabricación y distribución de bienes materiales como casas, comida y máquinas.
Pero Jesús no escogió el capitalismo como el vehículo para propagar su verdad.
Tampoco escogió cualquier otro de los sistemas que los no convertidos han desarrollado para organizar, regular y promover.
La Verdad no es propiedad privada de ningún hombre que se puede poseer y vender en el mercado.
Jesús no vende franquicias para montar negocios.
Jesucristo nunca firmó un contrato en que le concedió a ningún hombre los derechos para vender su doctrina.
Ningún sistema económico terrenal puede mejorar el método del Espíritu para difundir el mensaje de salvación.
Lo único que podemos hacer legítimamente es unir nuestra voz
a la del Espíritu en la invitación que está haciendo a la humanidad:
“Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven.
Y el que oye diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.”
(Apocalipsis 22:17)

Ministros del Señor Jesucristo y pueblo de Dios en general recuerden:
¡No debemos vender los dones gratuitos de nuestro Dios!

Que el Altísimo Les Continúe Bendiciendo.

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