sábado, 7 de julio de 2012

Ladrones de la esperanza

Confundir a Dios con un ele- gante banquero, que no solo presta dinero, sino que lo regala a manos llenas con solo humillarse delante de él y confesarse pecador, es hoy por hoy, la doctrina más atractiva y con el mayor número de simpatizantes, que asisten a los templos buscando milagros financieros para salir de sus necesidades. ¿Quién tiene la culpa de semejante falacia? ¿Cómo corregir esta infernal enseñanza?

Ni Dios es banquero, ni la iglesia un banco, tal como lo venden muchos exaltados predicadores de la prosperidad financiera, arguyendo que la pobreza se fundamenta en que usted no le paga a Dios. Si usted retiene lo que es de Dios, jamás prosperará, agregan con voz de presentadores de marcas. Por TV, radio e internet el cansado mensaje de desprenderse del dinero para obtener riqueza espiritual y multiplicar su capital, es repetitivo y empacado con diversos versículos bíblicos. —Tenga por seguro que si usted le da a Dios, Él le multiplicará lo que posee...

Y muchos humildes creyentes dejan el pan de cada día con la esperanza de un mañana mágico.

“Cosecha financiera” le llaman, a programas donde tú debes sembrar para recibir, utilizando cheques, tarjetas de crédito y hasta transferencias bancarias, por medio de lo cual siembras, para tu prosperidad. Campañas mundiales son lanzadas para pescar “sembradores financieros”, que como en los casinos de las Vegas Nevada, terminan hasta sin camisa por apostar a una falsa ilusión. Venden a Cristo en un extraño combo de promesas, con oraciones de liberación, sin diferenciarse de los falsos adivinadores que con voces aflautadas en la radio, oran atrayendo incautos, para sus baños espirituales y venta de artilugios esotéricos.

El cliente, o creyente sin conocimiento, diría el profeta Oseas, paga a Dios el diez por ciento de sus ingresos religiosamente, como si estuvieran amortizando un préstamo bancario, con el miedo de que Dios se aparezca como un vengativo cobrador, que violentamente añade cargos por mora al ocurrir retrasos. ¿En quién está el pecado, en el que cobra en nombre de Dios o el que paga por protección de Dios?

“El Otro evangelio” le llaman algunos a este moderno y confuso evangelio del dinero. Los líderes y guías espirituales tocan las llagas en el corazón de los creyentes, tocan sus dolores y angustias, sus tristezas y sus depresiones, pero también sus bolsillos vendiendo una paz que cuesta centenares y miles de dólares. Pseudoevangelistas como elegantes presentadores de televisión declaran: “Dios dio lo mejor de lo Suyo en el Calvario. ¡Él me dijo, no te atrevas a venir ante mí si no das lo mejor de ti! Para cosechar una perpetua cosecha usted necesita sembrar una perpetua semilla”. El consuelo espiritual que muchos buscan ansiosamente, se presenta con un empaque color verde dólar en este otro evangelio, de antiverdades bíblicas.

Luego de desembolsar su dinero, como si fuera un tributo salvífico, el creyente da la vuelta, retorna a su mundo cumpliendo con la ley del mínimo esfuerzo en lo relacionado al evangelio de Cristo, puesto que se siente en paz con Dios ya que paga religiosamente la norma de Malaquías del AT, que pone los pelos de punta: “¿Acaso un hombre puede defraudar a Dios? ¡en los diezmos y las ofrendas me han defraudado!...” y los predicadores desde los púlpitos siguen gritando ¡ladrones, ladrones le están robando a Dios! Si la salvación no se vende, ni se compra, realmente ¿quiénes son los ladrones…?

El autor es escritor.
fbescritor@gmail.com

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