Tratar de buscar una forma de adoración conforme
a las enseñanzas bíblicas, y al corazón de Dios, no es una tarea fácil
en un mundo tan desequilibrado por la manipulación. No obstante deseo presentar ambas realidades; espontaneidad y
manipulación. Para ello relataré, de forma dramatizada, lo que era un
culto en la época apostólica, y lo que es un culto en nuestros tiempos,
partiendo de los parámetros existentes en la mayoría de las iglesias, lo
cual, por desgracia, sigue un mismo patrón de culto, una clonación del
estilo de Marcos Wit y el concepto errado de la restauración del tabernáculo de David.
EL CULTO ESPONTÁNEO DE LOS HECHOS
Eran
aproximadamente las siete de la noche del final del sábado. En un lugar
cualquiera de las afueras de la ciudad de Efesio, un grupo de
discípulos se disponían a celebrar su culto regular. Estaban esperando
la visita del apóstol Pablo,
que en esos momentos se encontraba en la sinagoga, lugar a donde iba a
discutir, como tenía por costumbre, las Sagradas Escrituras con los judíos ortodoxos en el día sábado. Todos
se iban acomodando en una vieja casona. Estaban sentados en el suelo y
en los dinteles de las ventanas. Uno de los presentes comenzó a entonar
el Salmo 32.–“Bienaventurado
aquel cuyas iniquidades son perdonadas, y borrados sus pecados.
Bienaventurado el hombre á quien no imputa Jehová la iniquidad, Y en
cuyo espíritu no hay superchería.
Mientras callé, envejeciéronse mis huesos en mi gemir todo el día.
Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; Volvióse mi verdor
en sequedades de estío. Mi pecado te
declaré, y no encubrí mi iniquidad. Confesaré, dije, contra mí mis
rebeliones á Jehová; Y tú perdonaste la maldad de mi pecado…”- De pronto su voz se silenció. En la puerta, alumbrada por una lámpara de aceite, apareció la sombra de un hombre delgado, alto, era el apóstol Pablo.-La paz sea con vosotros- replicó.-Amen,- contestaron todos, y se levantaron para recibir a Pablo.
Una
algarabía se formó en el aposento; abrazos, besos y bendiciones.
Después de un rato se acomodaron de nuevo. De entre la multitud salió
una voy femenina entonando un cántico espiritual, al cual varios
acompañaron. Nadie dirigía, pero todos se entregaban a la adoración. Los
líderes o ancianos se mezclaron entre el pueblo, animaban a los
asistentes a la alabanza. Cuando uno terminaba, otro tomaba la palabra,
para compartir testimonios. Después de cada intervención, un susurro de
alabanza envolvía el aposento, después el silencio, de pronto uno se
puso en pie hablando en lenguas, al terminar, otra vez el silencio, y
pasado unos segundos un hombre mayor, de piel trigueña, comenzó a dar la
interpretación de las lenguas. Al terminar todos comenzaron a adorar al
Señor, unos se pusieron de rodillas con el rostro en tierra, otros de
pie, algunos lloraban. El ambiente parecía de algarabía. El Señor se
movía en medio del grupo haciendo maravillas. Uno de los jóvenes se
levantó y cayendo de rodilla delante de Pablo le pidió que orara por él.
Transcurrió un largo tiempo que para los presentes fue imperceptible, porque no tenían un reloj que los programara, porque en esta época no había reloj. Testimonios,
salmos, oraciones y cánticos espontáneos aparecían dentro del grupo. Se
saludaban y se ministraban unos a otros y después comenzaron a tomar de
nuevo sus asientos. Uno de los más ancianos comenzó a compartir sus
experiencias con Jesús.
- Hijitos, yo no vi al Maestro mientras estuvo en la tierra, pero pude contemplar sus milagros por medio de su siervo Pedro.
Aquel día sentí dentro de mí algo tan especial, un fuego que todavía
está ardiendo. Nunca podré olvidar las Palabras que me contaron, cuando
el maestro refirió que el que pierda su vida por él la encontraría.
¡Cuánto desearía ser un mártir por Jesús!
Pero hoy tenemos con nosotros la visita del siervo Pablo. Él ha sufrido
los vituperios y los azotes por predicar el dulce nombre de Jesús. Yo
deseo que él nos comparta su experiencia y su encuentro con Jesús en el
camino de Damasco.-
Una algarabía de gozo le dio la bienvenida al apóstol y después un silencio sepulcral llenó el salón. Pablo comenzó a relatar su testimonio, de como Jesús le
llamó en el preciso momento que iba en persecución de los cristianos.
Todos estaban atentos a las palabras del apóstol. Querían imprimirlas en
sus mentes y guárdalas en sus corazones. Allí no había púlpitos, ni
equipo de sonido, ni instrumentos,
ni un grupo musical que presidiera el culto, ni los presentes tenían
Biblias, pero había una sed de la Palabra y una espontaneidad maravillosa, y con sencillez y amor fraternal recibían
las enseñanzas del apóstol. Al terminal Pablo de hablar, alzaron la voz
unánime en oración y comenzaron a abrazarse y besarse unos con otros.
Era una fiesta, nadie quería marcharse, y pasaba el tiempo. Entrada la
media noche todos seguían allí, esperando más, cantando himnos y salmos,
sin que nadie los motivara. Era un gozo que no quería acabar.
EL CULTO MANIPULADO DEL PRESENTE
Es
un día domingo, en cualquier lugar de nuestro planeta, en el año 2012.
El reloj va a marcar las 10 de la mañana y en un suntuoso edificio se
reúne la iglesia para celebrar su culto dominical. Un grupo de músicos ponen a punto los instrumentos, y según la gente va llegando, se van sentando. Uno de los músicos toma el micrófono y comienza el culto:
- Hermanos,
pongámonos de pie y demos un fuerte aplauso al Señor. Venimos a adorar
al que Vive, Aleluya. Todos demos un grito de guerra- y de forma inmediata el grupo de alabanza, comienza a cantar un coro. El local se envuelve del sonido de los instrumentos, apenas se puede escuchar la voz del pueblo, porque el ambiente es dominado por los decibelios de
potencia de los parlantes y los instrumentos junto a las voces del
grupo de alabanza que están al frente. Todos se ponen de pie para
cantar. La gente sigue llegando. Al terminar, el que preside dice:
-¿Cuántos trajeron las manos? A ver movámoslas, magnífico, ahora aplaudamos…así, si tiene a Jesús de una vueltecita- Y de forma rítmica el pueblo palmea mientras los músicos comienzan otra canción. Al terminar, el que preside comienza a articular gritos de guerra y jubilo, y la gente lo acompaña eufóricamente.
-¿Cuantos están contentos?- pregunta el que dirige- pues- ahora dígale al que está al lado “estoy contento porque tengo al Señor”- Y unos a otros empiezan a decirse la consigna proclamada desde el púlpito.
Ha transcurrido 20 minutos y mientras el culto de adoración continua, la gente sigue llegando. Todos están de pie.
-Hermanos, cantemos arremolinar, y cuando lo hagamos demos unas vueltecitas- y según cantan una gran mayoría dan vuelta como remolino, según lo hace el que dirige. -¿Hay gozo?- pregunta, y el pueblo contesta al unísono –Si…– Pues cantemos, porque este es el día que hizo Jehová, Aleluya-.
Cuarenta
y cinco minutos transcurren entre aplausos, gritos de guerra,
expresiones de júbilo y exhortaciones. Después pasa un hermano para
promover la ofrenda.
-
Hermano, es tiempo de ofrendar y diezmarle al Señor. Es el tiempo de
probar a Dios para ser prósperos. Vamos a dar hasta que nos duela…-
y durante 10 minutos está exponiendo las razones por las cuales hay que
diezmar y ofrendar, a cambio, el Señor les promete prosperidad y riquezas.
Terminada la colecta de la ofrenda, pasa un cantante cristiano y después de exhortar a la gente a aplaudir y
expresar júbilo, comienza a cantar himnos. Transcurren 20 minutos de
especiales, después vuelve el grupo a entonar coros suaves, llamados de
adoración. Cantaron aproximadamente 15 minutos y después pasó el predicador. Mientras el orador proclama el mensaje, los músicos salieron afuera, y algunos de los presentes comienzan a irse para sus casas, el espectáculo (show) había
terminado. Después del mensaje, la congregación canta un coro y cada
cual emprende el camino hacia su hogar. El pastor da otro pequeño sermón
y se despide el culto, y todos salen de prisa, para no perder el bus o
llegar a tiempo a sus casas para ver el partido de fútbol o la novela.
Así termina el culto dominical.
LOS ELEMENTOS BÍBLICOS DEL CULTO
Hemos
ilustrado en dos narraciones: Un culto primitivo y uno moderno. ¿Con
cuál se queda Ud.? Todos desearíamos el primero, pero en realidad domina
el segundo, y es que los nuevos esquemas de adoración han atrofiado y dañado nuestro sentido de espontaneidad. Cuando se vive en un ambiente donde todo es manipulado, programado y esquematizado difícilmente se puede tener libertad para adorar. Hemos querido perfeccionar tanto la alabanza, que nos hemos hechos esclavos de una liturgia más expresiva pero a la vez más atada a estereotipos de conductas, muchas de ellas carentes de sentido teológico. Es triste sentirse como una marioneta dentro de un grupo: has esto, di esto, expresa esto, canta esto, salta, arremolínate, grita, etc.
¿QUÉ ES ADORACIÓN?
La adoración es un todo. Es una actitud de reverencia, respeto y veneración a alguien que está por encima de todo y en todo. Dios merece toda adoración: “«La
honra y adoración que se le rinde en razón de lo que Él es en Sí mismo y
de lo que Él es a aquellos que se la dan». Se presupone que el adorador
tiene una relación con Dios, y que hay un orden prescrito del servicio o
de la adoración. Los israelitas habían sido redimidos de Egipto por
Dios, y por ello, como pueblo redimido podían allegarse al lugar por Él
señalado para adorar en seguimiento de Sus instrucciones. Así, dice el
salmista: «Venid, aclamemos alegremente a Jehová; cantemos con júbilo a
la roca de nuestra salvación…Porque
Jehová es Dios gran-de, y Rey grande sobre todos los dioses…Venid,
adoremos y postrémonos; arrodillémonos delante de Jehová nuestro
Hacedor. Porque Él es nuestro Dios; nosotros el pueblo de su prado, y el
rebaño de su mano» (Sal. 95:1-7) ”.
Cuando
venimos delante del Señor para adorarle, lo debemos de hacer con
sinceridad de corazón, para expresar lo que sentimos. No podemos vivir
fingiendo algo que no sea cierto. Tal actitud se llama hipocresía. Si a
la hora de adorar me siento triste, en pecado, cargado o afligido, lo
debo expresar, y si fuera posible, compartirlo con algún hermano maduro
en la fe para que me pueda ministrar. La adoración envuelve un todo, es cantar cuando estoy alegre, llorar cuando estoy triste, orar cuando
me siento angustiado, alabar cuando estoy agradecido, testificar cuando
me siento inspirado y ministrar dones cuando el Espíritu se mueve en mí ser.
¿Qué es adorar? “Es
avivar la conciencia con la santidad de Dios, alimentar la mente con la
verdad de Dios, purificar la imaginación con la belleza de Dios, abrir
el corazón al amor de Dios, rendir la voluntad al propósito de Dios ”.
Los nuevos esquemas de cántico carecen de contenido teológico, algunos
coros no tienen mensajes claros o doctrinales, e incluso, están
impregnados de errores y expresiones heréticas. Se ha despreciado la
herencia histórica con frialdad, y se han introducidos ritmos y esquemas
mundanos que convierten el culto más que un acto de rendición, en una fiesta bailable, en donde las emociones dominan sobre el mover del Espíritu.
Debemos
saber motivar sin tener que manipular. Es tan difícil diferenciar una
de otra, pero motivar es; instar, exhortar, despertar la conciencia
hacia una acción. Manipular es imponer, obligar y determinar la acción
sin opción a una iniciativa propia. Espero que el Señor nos lleve a una
adoración, sin manipulación, y con una verdadera expresión de libertad
en el pueblo de Dios. Seamos sinceros en nuestra relación con Dios, lo
mismo que con los hermanos en el culto. Esto es lo que enseña la
Palabra.
Mario E. Fumero
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