El
Movimiento de la prosperidad tiene sus raíces en una secta pagana, el
gnosticismo, que rivalizó con la cristiandad durante los tres primeros
siglos de la era cristiana.
Existieron
varias sectas gnósticas. Todas sostenían una forma de dualismo que
enseñaba que lo material era malo y que lo espiritual era bueno. Sin
embargo, la Biblia enseña que Dios creó ambas dimensiones y las llamó “bueno.”
Algunos
gnósticos enseñaban que había dos dioses; uno malo que gobernaba la
dimensión material, y uno bueno por encima del espiritual. Todos, sin
embargo, sostenían que entre las dos dimensiones existía una serie de
leyes espirituales que permitían controlar ambos reinos.
Ciertos
grupos gnósticos, según ellos espiritualmente superiores, se creían
dotados con una “gnosis” especial o “conocimiento por revelación” que
les permitía aprender a manipular esas leyes místicas para su beneficio…
Incluso para controlar sus propios destinos espirituales.
Una
de las metas de los gnósticos era alcanzar la divinidad y convertirse
en una especie de “dios” creativo. Esto debía acontecer “liberando” el
espíritu del reino material a través del “conocimiento” especial de las
fuerzas místicas que gobiernan el universo.
Ireneo,
uno de los padres del tercer siglo que combatió el gnosticismo, en su
libro En contra de las herejías, hace el siguiente comentario acerca del
orgullo espiritual característico de los gnósticos: “Ellos se
consideran a sí mismos tan ‘maduros’ que nadie se les puede comparar en
la grandeza de su conocimiento, ni siquiera Pedro o Pablo ni cualquiera
de los otros apóstoles…” (I, XIII, 6). Ireneo añade que “… ¡Tal persona
se infla tanto que camina pavoneándose con un semblante despreciativo y
el aire pomposo de un gallo!” (III, XV, 2).
Los
paralelos entre el gnosticismo antiguo y el Movimiento de la
prosperidad son muy impactantes para ser ignorados. Pero, ¿cómo se
transportó el gnosticismo al siglo veinte? Por esta información, estamos
profundamente agradecidos y en deuda con Judit Matta, autora de La
respuesta cristiana a las herejías gnósticas carismáticas.28
Judit
es la experta más notable en los Estados Unidos en lo que tiene que ver
con el origen gnóstico del Movimiento Palabra de fe. Ella se graduó en
el seminario teológico Talbot y fue una estudiante de primera clase.
Indica
Judit que en 1875, Mary Baker Eddy publicó Ciencia y salud,
produciéndose el lanzamiento de la secta Ciencia Cristiana, o Ciencia de
la mente. La Primera Iglesia
de Ciencia Cristiana fue fundada en Boston en 1879. Eddy había adaptado
muchos de los primeros conceptos gnósticos en sus escritos, que
incluían la negación de la realidad de la enfermedad y la materia.
Uno de los primeros convertidos a la Ciencia Cristiana y miembro de la Iglesia Madre
desde 1903 hasta su muerte en 1908, fue el Dr. C.W. Emerson. Este
fundó, a fines de siglo, una escuela preparatoria para jóvenes en Boston
llamada Escuela Emerson de Oratoria.
Uno
de los primeros estudiantes de la escuela Emerson fue un joven de
nombre E.W. Kenyon, que recogió algunos de los conceptos gnósticos y más
tarde los incorporó en sus propios escritos.
Kenyon
murió en 1948, pero la antorcha gnóstica no murió con él, sino que fue
tomada por otro joven y entusiasta predicador, hambriento de lo
sobrenatural, de nombre Kenneth Hagin… el reconocido líder del
Movimiento Palabra de fe.
Hagin
alaba a Kenyon en uno de sus primeros libros: El Nombre de Jesús,
declarando abiertamente la fuente que le influencia. Posteriormente,
Hagin pasó estas enseñanzas a Kenneth Copeland. A través de Copeland
fueron a Charles Capps, Jerry Savelle y otros. En 1972, T.L. Osborn
también expresó su profunda deuda a Kenyon en una carta a la nieta de
este en la que lo llamaba “apóstol.”
Los
términos “palabra de fe” y “conocimiento por revelación” encuentran su
origen en los libros de Kenyon. Mucho de lo que él escribió suena
edificante y exalta el poder y señorío de un Cristo. Desafortunadamente,
las herejías están mezcladas con estos aspectos, debido sin ninguna
duda a la influencia de su mentor, Mary Baker Eddy de la secta Ciencia
Cristiana.
Su
folleto, Dos formas de conocimiento, es especialmente peligroso por su
sutileza. Kenyon, hombre de temperamento supremamente místico, cae en la
usual trampa gnóstica de emplear la razón para negar la validez de
ella.
Kenyon
califica de “conocimiento sensorial” a la información derivada de
nuestros cinco sentidos y la correlación de esa información se hace por
lógica. Pero “el conocimiento por revelación” viene directamente a
nuestro espíritu, saltándose tanto la razón como los sentidos. Kenyon
creía que como Dios es espiritual, es imposible comprenderlo a Él y las
verdades espirituales sin esa “revelación” especial.
Por medio de esto, se introduce un error peligroso y sutil. Si una persona lo asimila, entonces la Biblia
en sí misma pasa a ser juzgada por la norma del “conocimiento por
revelación” que esa persona experimenta en forma subjetiva. Sutil e
inconscientemente, el lector de Kenyon se convierte en su propia norma
de la verdad.
Kenyon olvidó que el ojo que lee la Biblia, el oído que la escucha y el cerebro que la correlaciona son todos órganos físicos. La Biblia es un libro humano y divino. Pasar por alto los sentidos y la razón inevitablemente lleva a pasar por alto la Biblia también. Los cristianos inexpertos y ansiosos de experiencias sobrenaturales pueden fácilmente caer en el misticismo de Kenyon.
Aunque
Hagin fundamenta mayormente sus conceptos en Kenyon, él mismo ha
aportado algunas “revelaciones” interesantes obtenidas a lo largo de su
propio caminar.
En
la introducción a una de las ediciones anteriores de su libro Arte de
la intercesión, Hagin describe su octava “visita” de Cristo. Un ser
espiritual, que se identificó como “Jesucristo,” entró al dormitorio de
Hagin, se sentó y habló con él por hora y media. Durante esa visita,
“Jesucristo” le dio una “revelación” sobrecogedora: Todos los teólogos
de antaño que enseñaron que Dios estaba en control absoluto de todas las
cosas estaban equivocados.
En
el primer capítulo, Hagin expresa la “revelación” que constituye la
premisa del resto del libro: “Dios no está gobernando el mundo… y Dios
no puede hacer nada al menos que alguien aquí abajo se lo pida.” Este
“ser” aparentemente olvidó leer su Biblia antes de negar categóricamente
la soberanía de Dios. Observe: Todo lo que Jehová quiere, lo hace, en
los cielos y en la tierra … Salmos 135:6.
… para que conozcan los vivientes que el Altísimo gobierna el reino de los hombres … Daniel 4:17.
En
la séptima “visita,” el ser espiritual le dijo a Hagin que no orara
más por sus necesidades sino que ordenara a los ángeles que las
Satisficieran. De nuevo, ese “ser” olvidó algunas claves escriturales.
Padre nuestro que estás en los cielos … el pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Mateo 6:9 y 11.
En el contexto, el Señor Jesús de la Biblia nos ordena orar al Padre por nuestras necesidades.
¿Estoy insinuando que el “ser” que visita a Hagin y que le da las revelaciones de la Palabra de fe no es realmente Jesucristo, sino un demonio engañador?
No
estoy “insinuando” eso. Lo estoy declarándolo como un hecho
bíblicamente comprobable, solo comparo los enunciados de ese ser con las
enseñanzas bíblicas.
El secuestro de Hagin: Cómo entraron estas enseñanzas al movimiento carismático
El
“Movimiento Carismático” echa raíces en las décadas de los sesenta y
setenta del siglo pasado. A veces se le denomina Neopentecostalismo,
este se caracteriza por su rechazo a la marchita ortodoxia de algunas
denominaciones tradicionales y su búsqueda de un nuevo énfasis en el
Espíritu Santo y los dones espirituales.
En
sus inicios, el movimiento carismático fue inocuo. No hay nada de malo
en la búsqueda de nueva llenura del Espíritu Santo o de los dones
espirituales. En efecto, es un mandato de las Escrituras que así lo
hagamos.
Sin embargo, hubo una falla fundamental en el movimiento y fue la falta de bases teológicas sólidas.
Los
carismáticos rechazaron una ortodoxia ya marchita. Sin embargo, muchos
no apreciaban tampoco su alternativa, la ortodoxia viva. Más bien,
desarrollaron un misticismo sin sentido. Por eso, las enseñanzas de
Hagin encontraron terreno fértil en el nuevo movimiento.
Muchos
carismáticos eran evangélicos de estratos sociales medios. Aunque se
interesaban en experiencias emocionantes, no les entusiasmaba mucho
unirse a los pentecostales tradicionales. Estos, originalmente,
provenían de clases más pobres y menos educadas.
Los
carismáticos estaban listos para recibir enseñanzas frescas dentro de
su propio contexto socioeconómico. Era el escenario propicio para el
secuestro de Hagin.
Aunque
Hagin era el líder reconocido, no era tan elocuente como algunos de sus
seguidores. Su acento campesino, mala gramática y obvia carencia de
educación formal eran poco apreciados por las clases medias.
El
movimiento ganó ímpetu con un líder más joven y bien articulado,
Kenneth Copeland. Su obra titulada Leyes de la prosperidad, lo lanzó al
estrellato del Movimiento de la fe, ofreciendo una nueva visión del
mundo que tapaba las brechas dejadas por una ortodoxia abandonada.
El
mercado se vio inundado de las obras de estos maestros y los nuevos
carismáticos las devoraban como los peces hambrientos a la carnada.
Lamentablemente,
lo que determinaba qué libros aparecían en el mercado cristiano era la
ganancia económica, más que la verdad. Aquellos que disentían se
encontraron con grandes obstáculos para publicar sus obras.
El
anuncio hecho por Paul Crouch, del canal televisivo TBN [Trinity
Broadcasting Network] en cuanto a que adoptaba el enfoque del
“Movimiento de la fe” en su programación contribuyó a su difusión.
También Jim Bakker, del programa PTL [Praise The Lord] junto a Paul
Crouch, endosó los conceptos del movimiento y ambos los expusieron a
nivel mundial.
El
resultado: El gnosticismo, disfrazado bajo el estandarte de la “fe”,
comenzó a enraizarse profundamente en la conciencia de los carismáticos
estadounidenses.
Un paralelo romano estadounidense
Muy
similar a los actuales Estados Unidos, Roma fue en su tiempo una
sociedad próspera. En los tres primeros siglos, mientras la cristiandad
echaba raíces, Roma pasaba su época de declive. Cundía la corrupción
social. Las instituciones religiosas o gobernantes no podían detener el
nivel de perversidad que dominaba en la sociedad.
La
cultura parecía incapaz de recuperar su sentido de poder y dominio de
antes. La población sufría saturada de una inseguridad sutil, pero
generalizada.
En
el campo de batalla, ahora les costaba más derrotar a los enemigos
pequeños que lo que antes les había tomado triunfar sobre los grandes.
Lo mismo se ve hoy en día en la nación americana.
Las
clases medias y altas de cualquier sociedad, antigua o moderna, están
acostumbradas a tener el control de sus propias vidas. Sin embargo,
cuando las condiciones sociales se vuelven inseguras, se pierde el
optimismo ante el futuro y se siente la pérdida de control. Así se
prepara el suelo para que las raíces del gnosticismo se profundicen.
Este
tipo de condiciones genera crisis psicológicas. Los cristianos
estadounidenses están sujetos a presiones similares. Su dilema es: Cómo
experimentar el consuelo del evangelio y a la vez mantener el control al
cual estaban acostumbrados. Igual que sucedió en la antigua Roma, las
condiciones en Estados Unidos están fértiles para que un movimiento
seudocristiano, de tipo gnóstico como Palabra de fe, se arraigue. La
esencia de su mensaje es una religión que le da a la gente una sensación
de control dentro de su propia realidad.
Además,
como un conveniente subproducto, los maestros logran una importante
cosecha financiera. Las clases medias y medioaltas tienen recursos para
gastar, y responden bien a la retórica positiva y a las revelaciones
nuevas. Todos felices… excepto Dios.
La influencia del Movimiento de la prosperidad ha sido, en parte, cortada por tres factores:
Primero,
las Asambleas de Dios, la denominación pentecostal más importante e
influyente a nivel mundial, repudiaron las enseñanzas de Palabra de fe
por medio de un documento oficial.
Segundo,
la publicación de dos importantes obras de advertencia contra el
movimiento: El cristianismo en crisis, de Hank Hanegraaf, y La seducción
del cristianismo, de David Hunt.
Finalmente,
el golpe más serio fue la caída de Jim Bakker (PTL) a finales de los
años ochenta del siglo pasado, junto con similares escándalos entre los
televangelistas estadounidenses. Sin embargo, esos sucesos terminaron
siendo tan solo una poda de las ramas del movimiento, sin llegar a sus
raíces, es decir Hagin y Copeland y su falso dios. Aunque debilitado, el
árbol sigue floreciente en los Estados Unidos hoy.
Estamos
frente a una ironía histórica: el mismo gnosticismo pagano que se
oponía al cristianismo de los primeros siglos ha resucitado para
infiltrarse en la iglesia de hoy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario