viernes, 3 de agosto de 2012

Codicia y No Amor

  Ni plata ni oro ni vestido de nadie he codiciado. Antes vosotros sabéis que para lo que me ha sido necesario a mí y a los que están conmigo, estas manos me han servido. En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir. Hechos 20:33- 35
Fue el apóstol Pablo quien escribió estas hermosas palabras: Hasta esta hora padecemos hambre, tenemos sed, estamos desnudos, somos abofeteados, y no tenemos morada fija. Nos fatigamos trabajando con nuestras propias manos; nos maldicen, y bendecimos; padecemos persecución, y la soportamos. 1a Corintios 4: 11-12
Porque os acordáis, hermanos, de nuestro trabajo y fatiga; cómo trabajando de noche y de día, para no ser gravosos a ninguno de vosotros, os predicamos el evangelio de Dios. Vosotros sois testigos, y Dios también, de cuán santa, justa e irreprensiblemente nos comportamos con vosotros los creyentes; 1a Tesalonicenses 2:9-10 Porque oímos que algunos de entre vosotros andan desordenadamente, no trabajando en nada, sino entremetiéndose en lo ajeno. A los tales mandamos y exhortamos por nuestro Señor Jesucristo, que trabajando sosegadamente, coman su propio pan. 2a de Tesalonicenses 3:11-12
Es por eso que no nos gloriamos desmedidamente en trabajos ajenos, sino que esperamos que conforme crezca vuestra fe seremos muy engrandecidos entre vosotros, conforme a nuestra regla 2a de Corintios 10: 15 Reina Valera Revisada (1960),
Vivimos una época muy lamentable en la iglesia del Señor y en el ministerio cristiano. Los conceptos mundanos han invadido y contaminado el pensamiento del liderazgo moderno, metiendo de manera sutil el materialismo, la codicia de los lingotes de la prosperidad, envuelta en los paquetes de la llamada super fe, manejada por las manos expertas de los mal llamados apóstoles, profetas y ungidos modernos, que no son otra cosa que verdaderos lobos vestidos de ovejas, están destruyendo el rebaño del Señor. Esta es la época donde una gran mayoría de líderes cristianos solo quieren ser grandes y famosos y hacen cosas tan reprochables que van desde la practica de la Simonía, hasta el involucramiento directo en política, olvidando que el Reino de Jesús no es de este mundo y este mundo nada tiene en nosotros ni nosotros en él. Los verdaderos hombres de Dios, hemos sido llamados a influír en el reino de lo espiritual, no en carne ni en sangre, porque nuestra lucha es totalmente ESPIRITUAL.
La codicia y no el amor verdadero
La búsqueda de la fama y de la grandeza destruye a los hombres de Dios, pues es vanagloria de la vida que pasa y es una manera en que el hombre le roba la gloria a Dios. Todo lo humano es pasajero y fugaz, como somos fugaces los hombres, como la hierba y la flor del campo. A una gran mayoría de los líderes de este tiempo los está moviendo LA CODICIA y no el amor verdadero a Dios. Codiciar es desear lo que no nos pertenece. En el Antiguo Testamento, la codicia es una ofensa a Dios. El decálogo prohíbe el robo, el deseo de los bienes ajenos y el codiciar a la mujer ajena. Es pecado no saber renunciar, por obediencia a Dios, a lo que en sí mismo podría ser un deseo natural y legítimo (Nm 11.4ss), y pecado es el deseo de satisfacción sexual fuera del matrimonio (Gn 39.7ss). El justo debe dominarse en la esfera sexual (2 S 11.2; Job 31.1).
La palabra griega que algunas veces se traduce «codicia» aparece cincuenta y tres veces en el Nuevo Testamento, tanto en forma verbal (epithymeo), como sustantiva (epithymia). Su raíz griega es thymos, «aquello que pulsa, hierve y bulle, en primera instancia la sangre y el corazón como sitios en los que están ubicadas las emociones» (clave lingüística del Nuevo Testamento. Elaborada por isedet). Aparece más en las Epístolas que en los Evangelios. Se emplea a veces para referirse al deseo que el hambre provoca (Lc 15.16; 16.21) o a un anhelo legítimo (Lc 22, 15; 1 Ts 2.17; Ap 9.6). Pero la mayoría de las veces denota un deseo malo de algo que no es bueno. Pablo utiliza el término en 1 Co 10.6 en el sentido de deseo pecaminoso (cf. Ro 13.9; Gl 5.24).
La codicia es una manifestación del pecado que hay en el hombre y que lo domina. Para Pablo este deseo es consecuencia de la prohibición del pecado (Ro 7.7s). El Nuevo Testamento predica arrepentimiento, el cual conduce a la resolución de negarse a sí mismo (Mt 15.24; Ro 6.11ss). Incluso después de haber recibido el Espíritu Santo, la codicia sigue siendo un peligro y hay que combatirla (Gl 5.17).

Cuando el trabajo es pecado y la avaricia es una regla
Y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. 2a Pedro 2: 3. Avaricia significa «desear más». La malicia de la avaricia radica en el hecho de que el deseo de más bienes conduce a la violación de los derechos ajenos (Jer 22.17; Ez 22.27). El avaro busca ganancias ilícitas y para ello se aprovecha de los otros (Pr 1.19; Jer 6.13; 8.10; Ez 7.11; 22.12).
En la comunidad cristiana primitiva, la lucha contra los pecados de posesión fue importante (cf. Hch 5.1–11). Junto con el deseo sensual, el ansia de adquisición constituye una amenaza especial para la vida nueva del cristiano (Ro 1.29; 1 Co 5.10s; Ef 5.3, 5; Col 3.5).
Es triste tener que decirlo, pero un espíritu de avaricia está contaminando el corazón de muchos líderes cristianos de esta época, pues lo único que les interesa es el bolsillo de sus congregaciones o de los demás, en el anhelo de tener más, y tener más y más. Que importante es que aprendamos de Jesús a quien nunca le importó el dinero, nunca le importó si había o no había, si lo robaban o no lo robaban, si daban o no daban, Jesús vivió cada día con lo que tenía, pues solo se puede vivir correctamente CON LO QUE SE TIENE. Quien vive con lo que no tiene, tendrá grandes problemas y puede terminar arruinado material y espiritualmente.
Los fariseos devoraban las viudas pobres y se adueñaban de sus posesiones bajo el pretexto de usarlas para Dios (v. 14). Eran mentirosos llenos de codicia y «embaucadores religiosos». Sus valores eran confusos (vv. 16–22). Estaban interesados en el oro y las ofrendas, pero no en la adoración espiritual en el templo (véase Lc 16.14ss). Mateo 23: 13- 36.
Hoy día muchos piensan que un verdadero llamamiento, está aprobado cuando ese líder está lleno de posesiones y comodidades materiales, y cuando los líderes muestran una vida de sencillez y modestia material, los catalogan mal y se le menosprecia. Pero los líderes verdaderos de la verdadera iglesia del Señor, todo lo habían dejado por amor al Señor, aun habían sido despojados de sus bienes y lo miraban como un privilegio para honrar al Señor Jesús. Muchos surgieron como líderes, sirviendo a las mesas, en medio del pueblo, o sirviendo con lo que sabían y podían a las viudas, a los huérfanos, a los extranjeros y desamparados en medio de la comunidad naciente. Los líderes trabajaban aun en lo material para ayudar a los pobres, combinaban su ministerio con alguna labor secular para no ser cargosos o gravosos a los hermanos y para poder contribuír a sus hermanos.
El trabajo era una regla en la doctrina apostólica, era visto como testimonio positivo dentro de la comunidad cristiana. Fue también la credencial de Pablo ante sus críticos que lo calumniaban, pues había trabajado más que todos los demás. Y usted en que trabaja? que hace para honrar el nombre de Dios? Qué hace para ayudar a su familia con las necesidades cotidianas? Recuerde que hay trabajo en la viña del Señor, hay viudas, hay huérfanos, hay extranjeros, hay afligidos y necesitados que pueden ser bendecidos con su trabajo. Empiece hoy, sirva a Dios mientras trabaja, pues el trabajo en el Señor no es en vano.

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