Si los hay, ¿Qué haremos con los viejos?
¿QUIÉN ES APÓSTOL?
Por Les Thompson
Vivimos días en que muchos líderes de la iglesia evangélica, buscando honores singulares, hacen
reclamos extraordinarios. Uno de los más recientes (muy controversial, por supuesto) es ungir a
alguien como “apóstol de Jesucristo”. Siendo que por tales declaraciones la iglesia es afectada, vale la
pena hacer un examen bíblico-histórico para establecer la legitimidad de estos reclamos.
reclamos extraordinarios. Uno de los más recientes (muy controversial, por supuesto) es ungir a
alguien como “apóstol de Jesucristo”. Siendo que por tales declaraciones la iglesia es afectada, vale la
pena hacer un examen bíblico-histórico para establecer la legitimidad de estos reclamos.
LA HISTORIA DEL APOSTOLADO EN EL NUEVO TESTAMENTO
1. La palabra “apóstol” en hebreo
(shaliah) se refiere a una persona que es plenamente autorizada para
representar a otro. En griego el vocablo es apostolos y quiere decir:
uno que es enviado; normalmente se interpreta como “uno enviado para
cumplir con una función especial en la iglesia”.
2. La primera mención del título aparece a
principios del ministerio de Jesús: Lucas 6:12-13: En aquellos días él
fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios. Y cuando era de día,
llamó a sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a los cuales también
llamó apóstoles (véanse Mateo 10:1-4 y Marcos 3:13-19). Se trata de un
nuevo y distintivo llamamiento por parte de Jesucristo (a quien Pablo,
en Colosenses 1:18, llama la “cabeza del cuerpo que es la iglesia”). El
Rey de la iglesia les da este llamado y el título. No era un llamado
general, abierto a cualquiera, sino sumamente específico y particular.
Sólo ellos, incluyendo a Pablo, que se autodenominaba “el más pequeño de
los apóstoles” (1 Corintios 15:9), recibieron el honor de ser llamados
“apóstoles de Jesucristo por la voluntad de Dios” (Colosenses 1:1).
3. Convencidos de que el número de doce
apóstoles era importante, tras la muerte y ascensión de Jesús, los once
que quedaban se reunieron en Jerusalén (Hechos 1:12-26) para elegir al
sucesor de Judas Iscariote. Echando suertes, eligieron a Matías. Al
hacerlo, especificaron cuidadosamente los requisitos especiales para que
uno fuera llamado apóstol:
• Tenía que haber convivido con los doce desde el bautismo de Jesús.
• Tenía que haber sido testigo de la muerte y ascensión de Jesús.
• Tenía que haber sido testigo de la resurrección de Jesucristo.
• Tenía que haber sido testigo de la muerte y ascensión de Jesús.
• Tenía que haber sido testigo de la resurrección de Jesucristo.
4. Se ha sugerido que el número doce se
identifica con las doce tribus de Israel y, al escoger a doce apóstoles,
Jesús inicia una nueva era en la que los gentiles (dirigidos por estos
doce) son injertados a la rama histórica de los que son los seguidores
del Trino Dios. Como dice Pablo: En aquel tiempo estabais sin Cristo,
alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa,
sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús,
vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos
por la sangre de Cristo (Efesios 2:12-13).
5. Es interesante observar que cuando
Jesucristo llama a Saulo de Tarso (ya que este no había gozado de las
mismas experiencias que los primeros doce), lo hizo mediante una
aparición especial, su cuerpo resucitado (1 Corintios 15: 3-8); además,
le dio tres años de revelación especial en el desierto de Arabia
(Gálatas 1:11-19), y una comisión particular para que fuese apóstol a
los gentiles (Gálatas 1:1; Hechos 22:17-21; 26:16-18; 1 Corintios 9:1;
15:8).
6. Aparte de esos doce, no hay otros en
la historia de la iglesia que hayan recibido ese título ni esa
distinción tan particular de haber sido llamados por Jesucristo.
7. Es cierto que se mencionan a otros
muy pocos con el título de “apóstoles” (Santiago el hermano de Jesús, en
Gálatas 1:19; 2:9; a Bernabé, en Hechos 14:4; a Silvano y Timoteo, en 1
Tesalonicenses 2:6; y Andrónico y Junías, en Romanos 16:7), pero es
obvio que estos otros de ninguna manera eran ni aceptados ni
clasificados con la autoridad y prominencia de los primeros once y
Pablo. Notemos que fueron designados “apóstoles” por la iglesia, pero no
por Jesucristo.
Además, en cuanto a Matías, no aparece otra vez en el Nuevo Testamento,
llevando a algunos comentaristas a concluir que los once, al elegirlo,
se adelantaron a los planes de Dios, ya que Saulo de Tarso (Pablo) era
el que Dios ungiría apóstol.
8. Hay una observación adicional que
podemos hacer: Herodes martiriza al apóstol Jacobo, hermano de Juan, que
era el apóstol reconocido de la emergente Iglesia Cristiana en
Jerusalén (Hechos 12:1-2). En esa ocasión, como en el caso de Matías,
los apóstoles sobrevivientes no hicieron nada para reemplazarlo. En
otras palabras, pareciera que los apóstoles ya no se preocupaban más por
el número de apóstoles que quedaban, puesto que aprendieron su lección
luego de su prisa por nombrar a Matías. Pudiéramos decir que
reconocieron, por la manera extraordinaria en que Saulo fue elegido y
nombrado apóstol, que tal llamado es un acto único de Jesucristo, Rey de
la iglesia.
Este nombramiento especial y específico
de “Apóstol de Jesucristo” (Gálatas 1:1; Romanos 1:1; 1 Corintios 1:1; 2
Corintios 1:1, etc.) de ninguna manera proviene de un nombramiento
hecho por los hombres.
Nos toca ahora interpretar bíblicamente
el sentido de los textos sobre los cuales los modernos “apóstoles” se
basan para justificar su nombramiento como tales, pasajes que necesitan
explicación apropiada en el marco del tema tratado.
Efesios 4:11-15:
Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a
otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros, a
fin de capacitar al pueblo de Dios para la obra de servicio, para
edificar el cuerpo de Cristo. De este modo, todos llegaremos a la unidad
de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta
que se conforme a la plena estatura de Cristo. Así ya no seremos niños,
zarandeados por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de
enseñanza y por la astucia y los artificios de quienes emplean
artimañas engañosas. Más bien, al vivir la verdad con amor, creceremos
hasta ser en todo
como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo.
como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo.
Este texto no se puede interpretar sin primero considerar la referencia
previa a “apóstoles” y a “profetas” que Pablo hace en el capítulo dos.
Recordemos el tema de esta carta a los efesios: la Iglesia de
Jesucristo. La carta de Pablo se divide en dos secciones: (1) La
gloriosa iglesia creada por Jesucristo (capítulos uno, dos y tres; (2)
Cómo han de vivir los miembros que forman esa iglesia (capítulo cuatro).
En el capítulo dos Pablo describe la base sobre la cual está edificada
la iglesia. Dice: sobre el fundamento de los apóstoles y profetas,
siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo (Efesios 2:20).
¿Qué establece los parámetros sobre la
cual la Iglesia de Jesucristo es construida? ¿Dónde están sus linderos?
¿Qué es lo que la mantiene pura en doctrina y fiel a sus mandatos? Pablo
nos lo explica. Declara que Dios ha dado a su iglesia dos grandes
pilares: los apóstoles y los profetas que, a su vez, están fundamentados
única y sólidamente en Jesucristo, el Salvador e Hijo de Dios que por
el derramamiento de su propia sangre hizo posible la existencia de esta
iglesia (véase, por ejemplo, Tito 2:13 -14). Al explicar esto, veremos
la gran y gloriosa sabiduría de nuestro Dios.
No es hasta que nos damos cuenta de que
Pablo describe la manera en que Dios estableció su iglesia que llegamos a
percatarnos de que la referencia a apóstoles y a profetas no tiene que
ver con los dones del Espíritu, sino con la manera en que Jesucristo dio
base segura para el establecimiento de su grey. Para facilitar la
explicación hacemos referencia a Marcos 1:2, Lucas 18:31; 24:25; Juan
6:45; 2 Pedro 3:2 en que se usa la palabra “profetas” para -en forma
inclusiva- referirse a los autores del Antiguo Testamento. Ellos, bajo
la instrumentalización del Espíritu Santo, fueron los llamados por Dios
para darnos el Antiguo Testamento (2 Pedro 1:19-21).
No obstante, para los tiempos de
Jesucristo, la palabra “profeta” había perdido su sentido sagrado. Ahora
se llamaba profeta a cualquier persona que diera un pronunciamiento,
fuese pagano o cristiano, religioso o político. Por donde quiera había
profetas. La palabra no implicaba respeto ni reverencia ni autoridad ni
una unción especial, como la que tenía en los tiempos antiguos.
Recuerde que cuando Pablo escribió esta
carta, los lectores del Nuevo Testamento comenzaban a disfrutar de lo
explicado por Pedro en Hechos 2:16: “Mas esto [lo que ocurrió el día de
Pentecostés] es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días,
dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y
vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y
vuestros ancianos soñarán sueños; y de cierto sobre mis siervos y sobre
mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán”.
En los tiempos del Antiguo Testamento
sólo hubo un pequeño grupo -por cierto, uno muy selecto- de profetas. A
estos Dios los inspiró para que nos dieran el Antiguo Testamento como Su
palabra infalible. Esos profetas, a través de sus escritos, nos cuentan
lo que ocurrió con el pueblo de Dios desde la creación hasta los
tiempos de Jesucristo. Ahora, con la venida del Dios-Hombre, se
introducen muchos cambios notables. Ya no va a ser la sinagoga, sino la
iglesia. Ya no son sólo judíos que adoran al único Dios verdadero, sino
gentiles que abandonan sus falsos dioses para adorar y servir al Trino
Dios. Otro de esos cambios es que aparecen muchos profetas en las
iglesias; véase Hechos de los Apóstoles. Pero con tanto profeta viene
otro problema; entre ellos aparecen muchos que son falsos. Esta es una
de las grandes preocupaciones de Pablo cuando escribe a Timoteo y a
Tito. Pide que esté alerta, que no permitan a los “muchos falsos
profetas” engañar al pueblo de Dios. A la voz de Pablo se une la del
apóstol Juan, indicándonos: “Amados, no creáis a todo espíritu, sino
probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han
salido por el mundo” (1 Juan 4:1).
Hay una gran diferencia entre los
profetas confiables del Antiguo Testamento y los muchos no confiables
del Nuevo. Por lo tanto, cuando Jesús selecciona a los que serían
pilares de su iglesia, escoge otro nombre, otro calificativo. En
aquellos días la palabra “apóstol” no tenía connotaciones. La verdad es
que era poco usada. Cristo, sin embargo, la toma y la eleva para darle
un sentido extraordinario. Ya vimos su sentido. “Apóstol” en hebreo
(shaliah) se refiere a una persona que es plenamente autorizada para
representar a otro. En griego apostolos simplemente quiere decir: uno
que es enviado.
Jesucristo, de acuerdo al Evangelio de San Lucas, dio los siguientes
pasos: … fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios. Y cuando
era de día, llamó a sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a los
cuales también llamó apóstoles: a Simón, a quien también llamó Pedro, a
Andrés su hermano, Jacobo y Juan, Felipe y Bartolomé, Mateo, Tomás,
Jacobo hijo de Alfeo, Simón llamado Zelote, Judas hermano de Jacobo, y
Judas Iscariote, que llegó a ser el traidor (véanse también Mateo 10:1-4
y Marcos 3:13-19). Vale apuntar que cada lista tiene los mismos
nombres. Nadie fue quitado, hasta la traición de Judas Iscariote; luego
de lo cual Jesucristo mismo, en el camino a Damasco, sorprende a Saulo
de Tarso, cambia su nombre a Pablo y lo nombra entre esa lista singular
de los Doce.
Estos doce fueron los que Dios escogió
para establecer y guiar, reprender y apacentar, expandir y enseñar a su
iglesia. Siete de ellos recibieron la comisión especial de escribir el
Nuevo Testamento. Ellos forman el segundo gran pilar de la iglesia. Por
tanto, el llamado de estos apóstoles fue único. Solo ellos fueron los
que en sus escritos inspirados anunciaron autoritativamente el evangelio
y las directrices divinas para nosotros los gentiles que, por la gracia
de Dios, fuimos injertados a la rama histórica del pueblo escogido.
Cuando Pablo escribió esta carta a los Efesios no existía el Nuevo
Testamento -se estaba escribiendo. En su lugar estaban esos doce grandes
apóstoles, nombrados por Jesucristo para declarar sus verdades sin
error y con autoridad a fin de guiar a la iglesia en los caminos de
Dios.
Cuando leemos en Efesios 2:20 que la
iglesia está edificada sobre el fundamento de los apóstoles y profetas,
siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, nos damos cuenta
que Pablo en este versículo está haciendo referencia a la Biblia. Esta,
escrita por los profetas y apóstoles, es un instrumento creado por Dios
para infaliblemente guiar a su pueblo de generación en generación.
Ella, por ejemplo, nos enseña nuestra necesidad de Jesucristo, quiénes
somos nosotros los seres humanos, dónde están nuestras fallas, qué es lo
que Dios pide de nosotros y cómo prepararnos para vivir eternamente con
Dios en su gloria.
Ahora vivimos bajo un Nuevo Pacto; nosotros, que antes vivíamos tan lejos de Dios hemos sido “injertados a la rama” del pueblo escogido. ¿Qué haríamos sin la Biblia? Tenemos que aprender quién en verdad es Jesucristo; tenemos que conocer al Padre, tenemos que aprender lo que es la comunión con el Espíritu Santo; tenemos que aprender qué es la fe, cómo dejamos nuestros viejos hábitos. Tenemos que aprender cómo apropiarnos del poder de Dios para vivir santamente. Para cumplir con todas estas necesidades, Jesucristo escogió sólo a doce apóstoles para que ellos, como los profetas de la antigüedad, nos dieran por escrito nuestras instrucciones espirituales. Puesto que esos apóstoles fueron fieles, hoy tenemos una guía fiel, verdadera, infalible e incambiable.
Ahora vivimos bajo un Nuevo Pacto; nosotros, que antes vivíamos tan lejos de Dios hemos sido “injertados a la rama” del pueblo escogido. ¿Qué haríamos sin la Biblia? Tenemos que aprender quién en verdad es Jesucristo; tenemos que conocer al Padre, tenemos que aprender lo que es la comunión con el Espíritu Santo; tenemos que aprender qué es la fe, cómo dejamos nuestros viejos hábitos. Tenemos que aprender cómo apropiarnos del poder de Dios para vivir santamente. Para cumplir con todas estas necesidades, Jesucristo escogió sólo a doce apóstoles para que ellos, como los profetas de la antigüedad, nos dieran por escrito nuestras instrucciones espirituales. Puesto que esos apóstoles fueron fieles, hoy tenemos una guía fiel, verdadera, infalible e incambiable.
Ahora que entendemos el lugar y
nombramiento de profetas y apóstoles, podemos con mucha más claridad
voltear la página en la Biblia, de Efesios 2:20 a Efesios 4:11-15. De
nuevo aparecen apóstoles y profetas, pero ahora se encuentran mezclados
en una fascinante cadena de llamados que Jesucristo da a su iglesia,
utilizándolos para extenderla aquí en la tierra. Dice: Él mismo
[Jesucristo] constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros,
evangelistas; y a otros, pastores y maestros, a fin de capacitar al
pueblo de Dios para la obra de servicio, para edificar el cuerpo de
Cristo.
En esta importante cadena de
nombramientos necesariamente están los profetas, ya que representan esa
parte de la Biblia que nos da la historia del pueblo de Dios antes de la
llegada de Jesús. Igualmente los apóstoles, ya que para los que vivimos
en la era del Nuevo Testamento necesitamos información y detalle a fin
de saber cómo agradar a Jesucristo, que nos salvó de nuestros pecados.
¿Qué haríamos sin el Nuevo Testamento?
Pero también nos informa el apóstol Pablo que para cada iglesia sobre la faz de la tierra hay tres llamados gloriosos: evangelistas, pastores y maestros.
Me pregunto, con estos tres tan importantísimos cargos, ¿por qué este afán que ha aparecido en estos últimos tiempos de querer ser nombrados PROFETAS Y APÓSTOLES? De paso, ¡ya algunos se están dando el calificativo de “ungido de Dios”, robándole al mismo Jesucristo su exaltado título! Por más de dos mil años los líderes de la iglesia de Jesucristo han estado conformes con estos tres nombramientos exaltados. Hasta el día de hoy, en la iglesia evangélica, los líderes no se han peleado buscando ser apóstol o profeta.
¿Es que no nos basta con un título tan honorable como “evangelista” (aquel dotado por Dios para proclamar el glorioso mensaje de salvación a la humanidad), o “pastor” (ese siervo de Dios tan especial que aquí en la tierra reemplaza al mismo Señor como guardián de su rebaño), o “maestro” (esos hombres y mujeres que reciben luz y sabiduría especial de parte de Dios para interpretar el Libro de libros)? ¡Qué locura es esta que nos hace estar insatisfechos con lo que Dios nos ha privilegiado!
Pero también nos informa el apóstol Pablo que para cada iglesia sobre la faz de la tierra hay tres llamados gloriosos: evangelistas, pastores y maestros.
Me pregunto, con estos tres tan importantísimos cargos, ¿por qué este afán que ha aparecido en estos últimos tiempos de querer ser nombrados PROFETAS Y APÓSTOLES? De paso, ¡ya algunos se están dando el calificativo de “ungido de Dios”, robándole al mismo Jesucristo su exaltado título! Por más de dos mil años los líderes de la iglesia de Jesucristo han estado conformes con estos tres nombramientos exaltados. Hasta el día de hoy, en la iglesia evangélica, los líderes no se han peleado buscando ser apóstol o profeta.
¿Es que no nos basta con un título tan honorable como “evangelista” (aquel dotado por Dios para proclamar el glorioso mensaje de salvación a la humanidad), o “pastor” (ese siervo de Dios tan especial que aquí en la tierra reemplaza al mismo Señor como guardián de su rebaño), o “maestro” (esos hombres y mujeres que reciben luz y sabiduría especial de parte de Dios para interpretar el Libro de libros)? ¡Qué locura es esta que nos hace estar insatisfechos con lo que Dios nos ha privilegiado!
Temo que hoy, con interpretaciones tan
sueltas de textos bíblicos, se esté trayendo increíble confusión a la
iglesia. Acá se presenta uno que se dice ser apóstol, demandando ser
seguido y obedecido y exaltado como si fuera un príncipe. Allá se
levanta otro que reclama ser profeta poseyendo palabras inspiradas, y
pidiendo que se le dé más importancia a lo que él dice que la que damos a
la misma Biblia. Este orgullo, este clamor por puestos y
reconocimiento, ¿vendrá de Aquel que se humilló a lo sumo, que no tuvo
techo donde acostar su cabeza?
Como resultado de toda esa búsqueda de honores personales, ¿cuál será el resultado en las congregaciones? ¡Confusión! ¡Error! ¡Herejía! ¿A quién se debe seguir? ¿Será al que se dice ser apóstol o profeta, o al Señor Jesucristo y sus verdaderos apóstoles y profetas? Otra cosa, me sorprende el carácter de muchos de estos que se han nombrado apóstoles y profetas. Andan como si fueran unos grandes señores -algunos hasta con guardaespaldas. Se visten como estrellas de Hollywood y demandan ser servidos como si fueran gobernantes y reyes. Si en verdad son seguidores de Jesucristo, ¿dónde está la humildad que Él exhibió? ¿Será que extirparon el libro de Filipenses de su Biblia? ¿Se habrán olvidado que Jesús dijo que el que quiere ser grande en el reino de los cielos sea un humilde siervo de todos? Más que evangelizar, que pastorear, que enseñar, parece ser la fama, un lujoso auto, la casa mejor del barrio y bastante dinero en el banco. En la Biblia, ¿cuál apóstol, cuál profeta ejemplifica esa actitud y tipo de vida?
Como resultado de toda esa búsqueda de honores personales, ¿cuál será el resultado en las congregaciones? ¡Confusión! ¡Error! ¡Herejía! ¿A quién se debe seguir? ¿Será al que se dice ser apóstol o profeta, o al Señor Jesucristo y sus verdaderos apóstoles y profetas? Otra cosa, me sorprende el carácter de muchos de estos que se han nombrado apóstoles y profetas. Andan como si fueran unos grandes señores -algunos hasta con guardaespaldas. Se visten como estrellas de Hollywood y demandan ser servidos como si fueran gobernantes y reyes. Si en verdad son seguidores de Jesucristo, ¿dónde está la humildad que Él exhibió? ¿Será que extirparon el libro de Filipenses de su Biblia? ¿Se habrán olvidado que Jesús dijo que el que quiere ser grande en el reino de los cielos sea un humilde siervo de todos? Más que evangelizar, que pastorear, que enseñar, parece ser la fama, un lujoso auto, la casa mejor del barrio y bastante dinero en el banco. En la Biblia, ¿cuál apóstol, cuál profeta ejemplifica esa actitud y tipo de vida?
Por último, tenemos que recordar que los
únicos que Dios dotó con infalibilidad fueron aquellos doce apóstoles y
profetas que nos dieron el Antiguo y Nuevo Testamentos. Con los genuinos
profetas del Antiguo Testamento, con los legítimos apóstoles nombrados
por Jesucristo tenemos todos los profetas y apóstoles que necesitamos.
El ejemplo de ellos es el que debe inspirarnos. Las enseñanzas de ellos
son las que deben iluminarnos. El carácter de ellos es el que debe
servirnos de ejemplo.
Por tanto, ¿quieres una profecía? ¿Quieres un consejo apostólico? Abre tu Biblia, allí te esperan esos incomparables autores para darte todo lo que necesitas -y con la autoridad infalible del Santísimo Dios.
Por tanto, ¿quieres una profecía? ¿Quieres un consejo apostólico? Abre tu Biblia, allí te esperan esos incomparables autores para darte todo lo que necesitas -y con la autoridad infalible del Santísimo Dios.
Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual
hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar
oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en
vuestros corazones; entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la
Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue
traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron
siendo inspirados por el Espíritu Santo (2 Pedro 1:19-21).
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