¿Ha
conocido alguna vez a un apóstol? Me refiero a alguien que reclama ser
igual a Pedro, Jacobo, Juan, o Pablo. Quizá sí o quizá no. Uno de mis
amigos fue abordado por un autoproclamado apóstol moderno durante una
conferencia. Algunas iglesias enseñan la continuación del ministerio
apostólico en el presente, mientras que algunos cristianos, en un
intento por evitar una confrontación acerca del tema, dan un rodeo para
decir que ellos sólo están “llenando la función apostólica.” La
implicación es que la función es, de alguna manera, distinta a la
posición (o ministerio), como si fuera posible tal cosa como llenar la
función de un embajador sin ser un embajador. ¿Dónde está la autoridad
que apoya esto?
¿Qué
debemos pensar de ésto? La Biblia dice que la posición de apóstol es el
ministerio preeminente en la iglesia (hablando de la iglesia
histórica). “Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles,
luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros,
después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que
tienen don de lenguas” (1 Cor. 12:28; cf. Efe. 4:11). La posición de
apóstol del Nuevo Testamento está por encima de profetas, evangelistas,
pastores y maestros, para nombrar algunos. Por lo tanto, un apóstol
moderno reclama para sí un gran bagaje de autoridad.
Pero,
¿está vigente este ministerio apostólico en la iglesia moderna? ¿Cómo
podemos saber? La respuesta probablemente depende de si la persona cree
que el fundamento de la iglesia ya ha sido puesto, o si el concreto
sigue aún echándose.
Pablo dice que los apóstoles desempeñaron un papel clave en el establecimiento de la iglesia:
“edificados
sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal
piedra del ángulo Jesucristo mismo” (Efe. 2:20). En otra parte, Pablo
declara que él mismo puso el fundamento:
“Conforme
a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse
el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo
sobreedifica” (1 Cor. 3:10). Aparentemente, el fundamento ya ha sido
echado y el concreto lleva dos milenios de seco. Pero si bien estos
pasajes parecen indicar que el ministerio de apóstol ya no es requerido,
algunos pueden decir que no son definitivos.
¿Qué sucedería si algunos afirmaran que han hecho las señales que los identifican como apóstoles?
Pablo
reclamó esto para sí frente a la iglesia de Corinto: “Con todo, las
señales de apóstol han sido hechas entre vosotros en toda paciencia, por
señales, prodigios y milagros” (2 Cor. 12:12). Pero, ¿son estas señales
prueba suficiente para alguien que alega ser un apóstol? Pablo indicó
que puede haber falsos apóstoles: “Porque éstos son falsos apóstoles,
obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo” (2 Cor.
11:13). ¿Cómo podemos distinguir entre un apóstol verdadero y uno falso
basados en el hecho de que ambos afirman que han realizado las señales
de apóstol? Esto en sí, aún no constituye suficiente evidencia para
afirmar o negar la vigencia actual del ministerio de apóstol.
Pero
existe un detector más que podemos usar, y éste puede ser definitivo
para llegar a una conclusión. Pablo dijo que todos los apóstoles han
visto al Señor resucitado: “Después apareció a Jacobo; después a todos
los apóstoles” (1 Cor. 15:7). Todo lo que tenemos que hacer es preguntar
a nuestros supuestos apóstoles modernos si han visto al Señor
resucitado. Si dicen que no, no pasan la prueba y deben de pedir perdón
por su falsa pretensión. ¿Pero qué sucede si dicen que sí? Pablo parece
indicar que posiblemente tuvo una experiencia especial en la que
ascendió al tercer cielo y vio al Señor: “Ciertamente no me conviene
gloriarme; pero vendré a las visiones y a las revelaciones del Señor.
Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo,
no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado
hasta el tercer cielo” (1 Cor. 12: 1-2). ¿Qué sucede si nuestro supuesto
apóstol dice haber tenido una experiencia semejante? Esto no es un
proyecto de ciencia en el cual podemos llevar a cabo experimentos
repetitivamente. ¿Aceptamos su palabra o no?
Si
él dice que ha visto al Señor, entonces sabemos que no es un apóstol,
sino un mentiroso. ¿Cómo sabemos esto? Porque la Biblia lo dice. Pablo
escribe que hubo un final para aquellos que vieron al Señor resucitado, y
Pablo fue el último apóstol que lo vio. “Y al último de todos, como a
un abortivo, me apareció a mí” (1 Cor. 15:8). ¿Qué otra cosa aparte de
“último” quiso decir Pablo cuando expresó “al último de todos”? El claro
testimonio de la Escritura es que después del apóstol Pablo nadie vio
al Señor resucitado. Cualquier intento de distorsionar las Escrituras
para que digan otra cosa es una violación del texto. Un apóstol
verdadero debe afirmar las Escrituras. Una negación en este punto es
fatalmente delatora para un supuesto apóstol.
La
Biblia afirma el ministerio de apóstol y provee los métodos para
identificarlo. Afortunadamente, también marca los límites dentro de los
cuales los apóstoles sirvieron a la iglesia. No hubo más apóstoles
después de Pablo. Los apóstoles modernos deben ser clasificados como
falsos apóstoles.
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